PERSONAJES / Moisés: el predicador del pueblo  

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“Anótalo mi señor” seguramente muchas veces  hemos escuchado esa frase pronunciada por uno de los personajes más populares de la capital guariqueña.

Se trata del señor Francisco Iniazoa mejor conocido como “Moises”.  Tiene 60 años de edad, proviene de la cuidad de Caracas,  Distrito Capital. Desde muy joven se trasladó  a San Juan de los Morros, capital del estado Guárico, actualmente habita en la comunidad “Vista al Morro” 

Francisco es un predicador de la palabra de Dios, en  calles, plazas, o en cualquier esquina aprovechando a las personas que por allí se encuentran

De igual modo se autodenomina “un enviado de Dios”, de allí su seudónimo “Moisés”.  Usa un turbante en la cabeza y una cruz como símbolo de su Fe. “Dios me encomendó la tarea de hablarle a las personas para que no exista desobediencia de la ley de Dios”, así lo hace saber al momento de entrevistarlo. 

Es necesario resaltar que por las calles se observa siempre pacífico, sonriente, hablador, todos los días sale de su humilde hogar a “llevar un mensaje al pueblo” y buscar el sustento del día a día , recolectando lo que la gente disponga de su corazón depositándolo en un pequeño vaso de plástico que tiene en sus manos, cuenta que al decir su frase cotidiana “Anótalo mi señor” es como una plegaria que hace a Dios para que retribuya en bendiciones a todos los que colaboren con él.

Conversando con Francisco en una de las plazas de la localidad de manera amena envía un mensaje a la juventud,  con la mirada firme y voz contundente afirma: “estudien y sigan adelante nunca abandonen los estudios porque es lo único que lleva al éxito”.

Sin duda alguna hay historias de vidas que nos llevan a reflexionar cuando realmente conocemos a las personas, teniendo en cuenta  que el único que juzga es Dios, no debemos emitir juicios por cuenta propia.

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Adrián Matute autor de este trabajo, junto a Moisés.

Ciertamente es posible construir y reconstruir, hacer el camino y reconocer el derecho a rehacerlo e intentarlo las veces que sean necesarias, así como también enmendar decisiones pasadas, hasta comprender que  “siempre se puede empezar de nuevo”.

Aprendiendo a vivir sin apego a los bienes materiales, en libertad, ecuanimidad, humildad y deseos de superación y sobre todo poner todo nuestro ser “en las manos del Dios de la vida” . /

Texto: Adrián Matute  / Foto Cortesía: Alfredo Ferraez / ECS

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