SAÚL SIVIRA / El Delirio de un Político capítulo VIII

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el delirio capítulo VIII Habían transcurrido ocho meses que el Coporo trabajaba primero como aseador en la Contraloría y ahora como chofer del pelón.

El Coporo era un joven muy callado, observador e inteligente y de tanto asistir a las reuniones acompañando a su jefe fue aprendiendo algunos manejos y decisiones políticas que con mucha habilidad ponía en práctica el Pelón con muy buenos resultados. De una manera muy astuta se valía de su influencia como chofer de confianza del Pelón y lograba meterse en la conversación de algunos miembros del Sindicato y obtenía información muy confidencial que posteriormente le suministraba a su jefe.

-¿Un cigarrito compañero? Con esta sencilla e insignificante pregunta, el Coporo entraba en confianza con el sindicalista o político al que necesitaba sacarle alguna opinión de las decisiones que tomaban en las reuniones y los posibles movimientos de los candidatos a las planchas, tanto para el Sindicato, como para la Asamblea Legislativa. Casi siempre cargaba una caja de cigarro en los bolsillos, fósforos, un buen yesquero, varios caramelos para endulzar a las secretarias, un moderno celular, lentes oscuros que le permitían ocultar su picaresca mirada, y un periódico con información reciente, el cual se colocaba debajo del sobaco izquierdo la mayoría de las veces, se dirigía a las víctimas con la siguiente expresión:

-Buenos días mi apreciado compañero, ¿ya se enteró de cómo quedó conformada la plancha para los puestos de diputados?

-No, no compañero, no he visto nada, usted sabe que el periódico llega por estos lares un poco tarde, respondió uno de los dirigentes de la Fracción Campesina.

-Bueno permítame informarle; continuó hablando el Coporo, tomó con la mano derecha el periódico que mantenía sujeto con el sobaco izquierdo y se lo entregaba a su interlocutor, léalo y entérese de lo que le estoy diciendo. El dirigente campesino empezaba a hojear el periódico y como no encontraba la información preguntó.

-¿Óigame compañero y en que página está lo que me está diciendo? Y Coporo en forma rápida respondía:

-Usted como que no sabe leer, mire ahí donde está la foto de mi jefe con el secretario general del partido.

-Si es verdad, aquí estoy viendo la información. Mientras el dirigente leía hacia comentarios y el Coporo afinaba el oído para repetirle esta noticia a su jefe.

Algunas veces el Coporo daba su opinión tratando de imponer los comentarios que el oía de su jefe. Era costumbre que durante el viaje, El Pelón hablara mucho de los planes inmediatos que tenía en mente. El Coporo sabía lo valioso de cada comentario y cuando su jefe se quedaba callado, este en una forma muy hábil le preguntaba:

-Mire mi jefe, ¿cómo va a resolver el caso del Secretario del Sindicato “SAPLAM” que no le da empleo a la gente de Las Mercedes?

El Coporo en forma muy hábil escuchaba con mucha atención todo lo que le decía el Pelón referente a algunas decisiones estratégicas a tomar después de oír por largo rato las opiniones de su jefe, el Coporo comentaba:

-Fíjese jefe que hay muchos campesinos que vendieron sus vaquitas y abandonaron su conuco y no los contratan.

-No te preocupes que yo tengo la solución para ese problema, respondía el Pelón.

-Por los momentos tengo la información que la próxima semana se va a dar inicio a la explotación de un pozo en Guasimito y otro en Puerto Palacio y se van a necesitar muchos obreros para preparar el terreno y trasladar la tubería así esperamos que la gente se quede tranquila y no nos siga protestando al pupilo que tenemos como responsable de los reportes. Recuerda que yo tengo asegurado un puesto como diputado y eso va a aumentar mi poder político, entonces ya te puedes imaginar por qué tengo que cuidar a mi gente que es incondicional. El Coporo dirigió una mirada de respeto y admiración al Pelón y le dijo:

-Usted si es un jefe completo, sacó un cigarrillo y se lo ofreció a su jefe como un gesto de agradecimiento, le pasó el yesquero y logró sintonizar una emisora con un golpe tocuyano que le encantaba al jefe y con su pie derecho pisó con fuerza el acelerador de vehículo, pensando que todavía le faltaban 30 minutos para llegar a la hora de la reunión. A las 10:00 am estaban entrando a la Plaza Bolívar de las Mercedes del Llano donde se observaba una concentración de personas. Algunos haciendo una cola y otros empujando como tratando de llegar a la tarima.

-¿Qué está pasando aquí? , preguntó el Pelón como esperando una respuesta.

-Bueno mi jefe yo creo que debe haber algún mitin por la cantidad de personas agrupadas- contestó el Coporo.

-No, no.. yo no creo que sea un mitin porque el Secretario del Sindicato no me ha notificado nada al respecto dijo el Pelón.

-Párate aquí a la derecha para averiguar qué es lo que pasa. Ordenó en forma autoritaria.

De inmediato el Coporo detuvo el vehículo y tocó la corneta varias veces haciéndole señas a una de las personas que hacia la cola para que acercara al vehículo.

-¿Qué hace este poco de gente aquí en la plaza? Le preguntó el Coporo al hombre que se acercó.

-Bueno nos mandaron a llamar porque hoy reportan a 50 obreros en el taladro de Palacios y en el de Guasimito.

-¿Y usted que hace en la cola? volvió a preguntar el Coporo.

-Estoy esperando que me entreguen las botas, el casco y la braga. Mañana a las 5:30 am tenemos que espera el transporte que nos llevará de taladro

-Bueno compañero le deseo mucha suerte en su nuevo trabajo, afirmó el Coporo y continuó tocando la corneta para abrirse pasó entre un grupo de campesinos que se bajaban de un camión para unirse a un grupo de desempleados.

-Se dirigió hacia las oficinas del sindicato donde esperaban un buen número de dirigentes sindicales. La Casa de Sindicato tenía un amplio salón de reuniones con muchas sillas y propaganda política de la plancha que comandaban los líderes de Acción Democrática.

El Pelón entró al amplio salón y saludó con una palmada en el hombro al grupo de dirigentes que hablaban con el Secretario General, como de costumbre llamó aparte al Secretario y le dio varios lineamientos que debían seguir en la reunión para cumplir con todos los planes trazados. El Coporo aprovechó la corta ausencia de su jefe para saludar en confianza algunos miembros del Sindicato con los que ya tenía una gran amistad. Muchos de estos dirigentes empezaban a respetarlo y los más atrevidos lo llamaban “mi secre privado”, porque sabían que manejaba valiosa información y además tenía el apoyo del Pelón que se encargaba de planificar todas las maniobras.

Después de concluida la reunión, el Pelón le pidió al Coporo que lo llevara a la casa de Viviana. Con la cual tenía varios años siendo su amante desde que era una adolescente.

Viviana era una joven muy bonita con figura escultural, pelo largo y ojos verdes claros, boca y labios sensuales, con una dentadura casi perfecta. Cuando estaba el pelón en el pueblo no salía de su casa y sólo se dejaba ver haciendo algunas compras cuando este no estaba.

Era muy tímida, pero como buena llanera y buena amante una vez que el Pelón entraba a su alcoba no le dejaba salir. El Coporo se imaginaba y especulaba sobre algunos de estos secretos, pensó y dijo para sus adentros:

-Ahora que el jefe está secuestrado voy aprovechá a llegarme un ratico a Párate Bueno a saluda a los viejos y después cuando regrese me doy una vueltecita por la taguara y llano adentro a ver si me saco este queso que ya debe estar cuajao por mucho tiempo sin conseguir mujer.

Desde pequeño era muy tímido con las muchachas del vecindario por eso tenía dificultades para conseguir hembras que lo acompañaran en la cama. El Coporo apoyó por un instante la cabeza sobre el brazo derecho apoyado en el volante del vehículo y pensó:

-Cuando niño hasta la adolescencia no tenía ese problema porque allá en el campo había bastante burras y no tenía que enamorar ni mucho menos tener que pagar a nadie, muchos menos perder el tiempo haciendo cola en la espera de su turno.

Por momentos se sintió triste pero volvió a la realidad y levantó la cara y se vió sentado en esa camioneta último modelo, con vidrios ahumados, aire acondicionado, un moderno celular y armao hasta los dientes. Su jefe le sacó permiso para portar armas y le regaló una pistola calibre 9 mm. No tenía mucha práctica, pero recordó que allá en el campo tenía una fonda para cazar pájaros y guacharacas. Cuando su papá salía solo para el pueblo, él tomaba el chopo y la escopeta sin balas y se ponía a jugar haciéndose la ilusión de cazar muchos venados como lo hacía su abuelo Esteban. Sin darse cuenta acababa de llegar a la casa de sus padres en Párate Bueno.

Tocó varias veces la corneta y sus hermanos salieron corriendo a abrir el portón de madera. Doña Flor se encontraba en ese momento pilando el maíz y paró por un rato el trabajo para ver quién era el visitante que hacia tanto escándalo. No veía nada, se puso la mano en la frente para opacar los intensos rayos del sol, pero se dio cuenta de que el carro era negro con vidrios ahumados.

Coporo tocó nuevamente la corneta, aceleró el motor y posteriormente lo apagó. Abrió la puerta y se bajó de la camioneta y emprendió una corta carrera para darle un fuerte abrazo a su mamá. Sus pequeños hermanos se unieron al encuentro y lloraron de alegría abrazados a su hermano y su mamá. El Coporo no podía hablar de la emoción y doña Flor tampoco.

-Ben- be- bendígame maa… mamá logró pronunciar el Coporo

-¡Dios te bendiga mijito! Y te acompañe y te proteja

-¿Y mi papá? Preguntó el Coporo buscando con la vista a ver si lo ubicaba. Doña Flor respondió:

-Desde que ordeñó las vacas se fue para el conuco a limpiar el maíz que ya le creció el monte y recoge unos frijoles para cocinarlos esta tarde. Menos mal que viniste y te puedes comer un plato de palo a pique que tanto te gusta.

Doña Flor no podía ocultar su alegría y esto la tenía nerviosa, no podía creer lo que estaba viendo, su hijo mayor buenmozo, perfumado y bien vestío. Se recordó cuando el hijo de Elauteria pasaba en ese carrote negro igualito al que carga mi hijo. No aguantó la curiosidad y empezó a hacer preguntas:

-¿Mire mijito y que bicho es ese que tiene terciao a la correa?

-Un teléfono celular, respondió el Coporo. Tengo que cargarlo para todas partes porque cuando el jefe me necesita, me llama y tengo que atenderle enseguida, no le gusta esperar.

-Bueno mijito, usted bien sabe que a mi tampoco me gusta esperar y si no pregúnteselo a su papá cuantas veces lo he corrío por irresponsable cuando me deja sin nada que prepará pa la comida y el muy fresco jartándose de aguardiente.

Mientras se dirigían al fogón de la cocina para prepararle un guayoyo a su hijo doña Flor oyó el aparato, estaba sonando. El Coporo sabía que el celular estaba repicando pero no lo quería agarrar porque ya su jefe lo estaba llamando para regresar a San Juan y no iba a tener tiempo para saludar a su papá. El Coporo atendió la llamada y su jefe le comunicó que lo esperaba de inmediato porque tenía una reunión urgente en la Asamblea Legislativa.

-Mamá tengo que irme ya! Dijo con voz muy triste el Coporo.

-Qué muchacho, tú eres loco o andas purgao, ¿te vas a ir sin saludá a tu papá?

Dijo casi gritando doña Flor.

-No mamá, no puedo esperar a mi taita, porque el jefe ya me está esperando para que lo lleve a una reunión. Se metió la mano en el bolsillo del pantalón y saco unos billetes que entregó a su mamá y le dijo, con esto puedes comprar algo de comida y bizcocho pá los muchachos. A mi papá le compras un pedazo de tabaco en rama y una carterita de aguardiente.

-¡Mira muchacho! Y no te vas a toma el guayoyo que te colé, está endulzaó con papelón como a ti te gusta. Coporo se tomó la taza de café de un solo sorbo y llamó a sus hermanos para abrazarlos junto a su mamá y le pidió la bendición.

Encendió el motor de la camioneta, tocó corneta y sacó el brazo izquierdo para saludar a su familia hasta perderlos de vista. Cuando don Gume regresó del conuco se consiguió con un alboroto, todos querían hablar al mismo tiempo y no se entendía nada.

-¿Qué vaina es la que le pasa?, preguntó don Gume un poco molesto. Ahora parecemos familia de chivos con esa chilladera. El cambocho que era el más avispao se adelantó para dar la feliz noticia.

-Mira papi, lo que pasa es que aquí estuvo mi hermano Coporo con un carrote negro y bastantes billetes en los bolsillos. Don Gume un poco incrédulo le preguntó a su mujer:

-Eso es verdad vieja?

-Si Gume, eso es verdad

-Nuestro muchacho vino a visitarnos

-¿Y donde carajo está? Preguntó molesto Gumersindo

-Ahora anda como los fantasmas, que no se deja ver

-No viejo, no sigas hablando mal de nuestro hijo le dijo doña Flor en voz de súplica y tristeza.

-Lo que pasa es que su jefe lo llamó por ese aparato que trajo mi hijo colgao de la correa y le dió una orden que mi muchacho salió corriendo. Por eso fue que mi muchacho no te pudo esperar.

-Aquí te dejó unos centavos pá que te compres tu carterita y tu cuarta de tabaco para mascar.

Cuando el Coporo llegó a la casa de Viviana ya el Pelón lo estaba esperando impaciente. No se dijeron palabras y el Coporo que sabía que su jefe estaba molesto, condujo el vehículo a una velocidad mayor de la acostumbrada para ganar mayor tiempo y evitar llegar retardado a la reunión. Durante el viaje permanecieron en silencio hasta la primera estación de servicio donde Coporo se paró para llenar el tanque de gasolina y revisar los neumáticos, el aceite y el agua del radiador. El muchacho de la bomba le dijo:

-Si señor ya chequié todo y todo está bien y agregó:

-También le lavamos el vidrio del limpiaparabrisas y el retrovisor

-Está muy bien gracias, pagó la cuenta y estacionó el carro frente al restaurante y se bajó para pedir:

-Deme 2 cafés tipo guayoyo y una caja de cigarros. Coporo le llevó el primer café a su jefe y le ofreció un cigarrillo el cual le encendió un poco nervioso, continuaron el viaje y una vez que el Pelón se fumó el cigarrillo con mucha calma, tosió como para aclararse la garganta e hizo el siguiente comentario:

-Te tengo buenas noticias muchacho y continuó hablando muy pausado y pensativo:

-Sabes que esta reunión a la que vamos asistir es muy importante porque van a nombrar al suplente del diputado que dirige la Federación Campesina del estado. Tu sabes, este señor es analfabeta, pero controla el mínimo rincón de los caseríos del Guárico, los respetan y sabe cómo negociá.

-¿Bueno mi patrón y que tengo que ve yo con todo esto? Preguntó un poco sorprendido Coporo.

-Anoche estuve pensando que necesitamos gente de suma confianza para poder controlar los créditos millonarios que va a dar el Instituto Agrario Nacional. Es mucho dinero y tenemos que controlarlo de cualquier manera. Por lo tanto, el candidato para ese cargo eres tú y así controlamos todo el poder.

-Mire mi jefe pero yo no sé suma y mucho menos puedo maneja esas cosas de créditos, respondió el Coporo muy nervioso. El Pelón le colocó la mano izquierda en el hombro, le dió unas dos palmadas para darle confianza y le dijo:

-No te preocupes negro… no te preocupes que eso lo manejo yo.

-Tú te encargas de acompañarme para donde yo te ordene y eso si debes ser muy obediente para que todo salga bien.

-¿Qué te parece muchacho?, volvió a preguntar el Pelón, dándole otras dos palmadas en la espalda

-Bueno mi patrón usted es el que manda, cue.. cuente con… conmigo.

Después de finalizada la reunión en la Asamblea Legislativa, se oían comentarios de descalificación de los dos bandos que buscaban controlar los cargos de poder. Uno de los líderes desafortunados dijo:

-Nos jodieron porque se aliaron con los copeyanos que se vendieron y lograron apoderarse de la Contraloría del Estado. Ese carajo es muy hábil y si es de venderle el alma al diablo se la vende.

-¿A quien te refieres? Pregunto otro perdedor- a ese ladrón del Pelón.

Imagínate que ese carajo no sabe ni suma y ahora va como controlador.

-Bueno ¡Zamuro cuidando carne! Como dice el refrán- completó la corta conversación un dirigente de la oposición.

La celebración en una conocida finca de un contratista italiano continuaba a todo dar. Whisky escocés de 12 años, quesos y pasapalos tipo italiano

Los mesoneros no le negaban nada a los invitados. El anfitrión de la casa decía:

-Siéntase como en su casa, que yo me mudo para la Casa Amarilla a partir de la semana que viene.

-¡Que musiú! – Te vas a lanza a gobernador? Preguntó uno de los que formaba parte de grupo que hacia planes con el triunfo logrado ese día.

El Coporo no se apartaba del lado de su jefe, -¿le sirvo otro whisky patrón?- ¿o prefiere un exquisito pasapalo?. En ese momento pasó un mesonero con la bandeja y le sirvió una ronda al grupo que conversaba animadamente.

El Coporo estiró la mano para tomar un vaso de whisky, pero al voltear se dio cuenta de que su jefe le tenía la vista fijada observándolo, disimuló como pudo y con esa misma mano le dió una palmada al mesonero en señal de saludo.

El mesonero se volteó y lo vio con mucha extrañeza, pensaba para sus adentros:

-Bueno, ¿que le pasa a este?

El Coporo sabia que su jefe le había hablado muy claro cuando lo contrató como chofer y le había repetido que bajo ninguna circunstancia debía dirigir bebida alcohólica mientras estuviera trabajando. En sus días libres podía hacer lo que le diera la gana. El Coporo se imaginaba lo que en ese momento pensaba su jefe:

Acuérdate muchacho que ya estás en la lista de diputados suplentes y no me puedes fallar.

Saúl Sivira / Escritor guariqueño

 

 

 

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