UN ANÁLISIS IMPELABLE  / La inhabilitación y los intereses comunes

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Antes de que llegue la sangre al río, la Contraloría General de la República, ratificó que la dirigente de Vente Venezuela, está inhabilitada y no puede ejercer cargos de elección.

En el pasado reciente, cuando Juan Guaidó llevaba el testigo, en la conducción de los factores de oposición, dirigentes de Voluntad Popular, terminaron juntos con personajes como Clíver Alcalá, un exmilitar chavista, pero enfrentado a la línea madurista.

Alcalá fue detenido en Colombia, con armas, según lo dijo él mismo, para derrocar a Nicolás Maduro junto a los vepistas, luego fue extraditado a EEUU.

En los juegos del poder, hay factores que, para enfrentar a un enemigo, no utilizan sus propias tropas, sino la de terceros. Sobre todo, si se trata de enemigos.

Eso pasó en 2014, cuando surgieron las protestas contra Maduro, instadas por sectores, que se lanzaron a las calles, con la promesa de que los militares no maduristas, los acompañarían.

El resultado fue, una oposición dividida y la caída estrepitosa de la popularidad que heredó Maduro de Chávez, debido a la represión.

Se agota el tiempo

Actualmente, a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania, EEUU consumió la mayor parte de las reservas estratégicas petroleras, surtiendo a Europa.

Como la guerra se extendió, sin más remedio, Washington estableció vínculos con Caracas, para reactivar las operaciones de Chevron, en una relación de ganar-ganar.

Washington se está surtiendo de petróleo, en su hemisferio, para evitar un colapso energético. Caracas, está ralentizando el alza del precio del dólar, con los dólares que Chevron inyecta a la banca privada, y esto, es una manera de estabilizar a Maduro.

Ese vínculo, podría fortalecerse ahora más. Veamos.

Moscú acaba de hacer un último movimiento. La semana pasada, Yevgueni Prigozhin, jefe del grupo paramilitar y mercenario Wagner, marchó hacia Rostov, una población de Rusia.

Prigozhin aseguró que iba a destruir a los mandos militares rusos, porque se sentía traicionado. Los medios de Occidente, de inmediato, alegaron de un golpe de estado.

Wagner entró a Rostov sin disparar un tiro y sin resistencia del ejército ruso. De hecho, estaban haciéndose selfis entres los civiles.

El altercado se resolvió el mismo día. El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, medió en “el conflicto”. Pidió a Putin que dejara pasar a Wagner hasta Minsk y que no los castigara. Prigozhin aceptó el trato y ahora se movió a Bielorrusia.

Resulta que ahora Wagner, está a 80 kilómetros de Kiev, la capital de Ucrania. Después de controlar el Donbas, ahora tiene esa nueva posición. Antes, estaba a 200 kilómetros.

Es decir, todo fue un engaño de Putin para poder mover a Wagner a una posición más estratégica y evitó que hubiese reacción a tiempo por la OTAN.

Esto permite decir que Kiev está más cerca de los rusos. Rusia quiere evitar, a toda costa, que ExxonMobil y Chevron, se instalen en Ucrania para hacerse cargo de los recursos petroleros, tras la reconstrucción que planifica Blackrock, el fondo de inversiones más grande del mundo. Y esto significa nuevas preocupaciones para Occidente.

El fantasma de la violencia

Volviendo a Venezuela, si Kiev cae, para Washington sería también desastroso que los venezolanos vuelvan a situaciones de violencia, que ponga en riesgo el suministro de petróleo. Para algunos sectores de oposición al madurismo, romper la relación entre Caracas y Washington, debilitaría a Maduro y eso sería ideal para ellos.

Pero, para algunos factores del chavismo radical, que enfrentan en lo interno y desde lo externo a Maduro, también y más si no tienen que usar sus fuerzas propias. Por lo tanto, allí hay intereses comunes.

Como bien se sabe, el sector que está aglutinando María Corina Machado, no quiere una transición política acordada.

Estos factores proponen un cambio abrupto, que, sin duda alguna, puede derivar en nuevas situaciones violentas, por ser abrupto.

La situación de Washington no es cómoda, menos que Arabia Saudita, apoya el recorte de producción petrolera, en sintonía con Rusia. Así que, como se informó en entregas anteriores, el petróleo de Venezuela, es en este momento muy valioso, ergo, Miraflores.

Lo menos que desea Washington en estos momentos, es un nuevo capítulo caótico en Venezuela.

Los intereses comunes

El madurismo ha apurado el tema de la inhabilitación de María Corina Machado, antes de lo esperado. En el supuesto de que hubiese avanzado y se consolidara como candidata presidencial, se convierte en un riesgo para la relación actual de Caracas y Washington.

El año próximo es electoral en Estados Unidos y se requiere un flujo constante, seguro y estable de petróleo. Para que eso sea posible, Venezuela debe ser estable.

En un supuesto adelanto de elecciones, que es altamente probable y acordado con los norteamericanos, el hecho de que Maduro resultara nuevamente como presidente, ya sea que tenga o no los votos, es altamente probable que las protestas volviesen a las calles.

Eso sería fatal para Caracas, pero también para Washington. Que el país entrara en una nueva espiral de violencia, implica que el flujo petrolero podría disminuir o paralizarse y esto no es compatible con los actuales intereses de la Casa Blanca.

Si surgen nuevos capítulos de violencia en las calles, el madurismo tendría que verse obligado a reprimir nuevamente, con consecuencias tales, que se podría romper el enlace con la Casa Blanca.

Ya que volver a poner la represión como protagonista, podría obligar a Washington a cerrar las negociaciones… aunque también, podrían voltear la mirada a otra parte, lo que, de inmediato, fortalecería mucho más la posición de Maduro. Así que éste, no se arriesgará a ello y prefiere dar el primer zarpazo: la inhabilitación.

No sería extraño que la inhabilitación sea parte de las negociaciones. En todo caso, Washington también puede sacrificar alfiles suyos, en función de preservar sus intereses.

Además, para Maduro, quien exige que se alivien las sanciones, no le cae mal, porque es otra carta de intercambio entre Miraflores y la Casa Blanca. Ya no hay pudor, la semana pasada en Venezuela aterrizó un avión de la CIA, y nadie dijo nada, ni estos, ni aquellos.

Por Alex Vallenilla

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