Guárico.- Son las seis de la mañana y el deber llama; bancos, calle, sol y calor. En estos últimos días los aguaceros han estado presentes en mi pueblo. Los cerros después de la quema retoman su verde color y deleitan la vista del amanecer.
El sol salió en su máximo esplendor, sin contenerse, ya a las ocho de la mañana hacia calor. Me bajé del bus en la plaza, hubo una parte de mí que no se sintió del todo correcta; quizás siempre fue así, pero no tengo memorias de haberme sentido turista en mi pueblo natal, donde he vivido toda mi vida.
La gente caminaba a mi lado a un paso más apresurado de lo normal, sentía cómo los del sentido contrario sentaban sus miradas cansadas en mí de arriba hacia abajo, como si fuese un extranjero de una tierra lejana. Las lagunas se ven dentro de la misma calle, carros que parecen lanchas, edificios y casas de veinte años que parecen que fueran de hace cien.
¿Estaba realmente despierto? ¿Me mudé? ¿Viajé en el tiempo?; estas interrogantes pasaban por mi mente mientras seguía con mis pasos dirigiéndome hacia un lugar que ya no recuerdo, porque cuando llegué ya no estaba allí. Creo que había gente que pensaba igual que yo; que no sabía dónde estaba, porque algunos confundieron el suelo con camas y basureros por mesas de comedor.
Quise ver una librería pero ya no estaba allí, porque no habían libros, quise ver un mercado y ya no estaba allí. Mi mente daba vueltas y vueltas, porque los lugares que recordaba los cambiaron, y las personas cambiaron, las calles cambiaron, el clima cambió ¿Este es mi pueblo? Creo que sí, aunque al parecer me lo cambiaron, o lo mudaron, pero yo no recuerdo haberme ido.
Francisco Rodriguez Sotomayor