OCURRENCIAS DEL LLANO / El viaje del campesino Hilario Coba

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Foto archivo

Hola, muy buenos días mis amigos…! Es para mí siempre un placer dirigirme a ustedes por esta vía. En esta ocasión estoy de vuelta para darle continuación a la historia de nuestro amigo Hilario Coba, en donde hemos venido conociendo algunas cosas de su vida; como aquella en que salió de su pueblo por primera vez —La Atascosa—, para sacar la cédula de identidad, allá en Valle de la Pascua.

..Ya dentro del edificio, de amplios salones y cuadriculados pisos en los pasillos, íbamos leyendo a vuelo de pájaro cierta cantidad de afiches, escritos, fotos del señor presidente y, sobre todo, odiosos avisos de advertencia, cuando llegamos a una apretada y larga cola de personas cuyos rostros de alguna forma reflejaban su angustia y desazón, de todas las maneras posibles además.

Apostadas al frente de un amplio ventanal de vidrio con una ventanilla en su parte inferior, mientras detrás, en la oficina, burócratas de oficio se empeñaban en hacerlos pasar de la fila de uno en uno; no sin antes requerirles, con agrias palabras, la presentación del documento vencido —si era éste el caso— en un alarde de autoridad por demás innecesario. Por cuanto en seguida pensé, en ese momento, dentro de mi más completa inocencia —aun teniendo diez años, Agustín tenía doce—:

 “…Qué bonito sería, si todos nos tratásemos con cordialidad y decencia…!”

 Pero actuaban estas personas, envalentonadas o tal vez más bien amaestradas por la omnipotente  presencia del retrato del regidor del régimen,  que tenían detrás y por todos lados. Donde aquel aparecía con un traje de gala color blanco de charreteras y gran profusión de regorgallas doradas en su pecho, mirándolos cual amo a su perro, a través de sus bien cuidados y redondeados espejuelos de vidrios claros delante de una mirada torva; y, obscura. 

Escenas de este tenor, eran el factor común en todas las dependencias oficiales en aquellos momentos de la historia en nuestro país… Por cierto, primero que nosotros iba un señor ya bastante anciano, quien por haberse equivocado con la documentación exigida fue tratado de una forma innecesaria, rayana en el vejamen… ¡Qué pena!

En el interior del edificio todos los empleados parecían máquinas programadas, cuando los veíamos pasar aquí, allá y, más allá, en una intolerable actitud de quien siempre anda buscando un culpable; todos en general parecían caminar en actitud marcial, como si siguieran el percusionante ritmo de unos redoblantes: ¡Prrr , prrr! … ¡Un!…! Dos!…Un, dos, tres…!

“…Y pensar que en Venezuela este tipo de situaciones tiene ya, demasiado tiempo. No precisamente por este caso específico en particular, sino que, por décadas e incluso hasta por más de siglo y medio, se vienen arrastrando las grotescas rémoras del caudillismo decimonónico; de lo cual aún gravita de cierta manera su fatídico espíritu, en la sique de aquellos con ciertas opciones de triunfo en los sectores políticos nacionales, sólo que administrado de forma más moderna cuando acceden al poder… Es como si fuera una enfermedad contagiosa, que va minando las reservas morales de quienes gobiernan.

Oscuro legado de una clase política y militar inconforme con sus apetencias personales producto de que alguna vez, caso de los segundos,  actuaran en las viejas guerras del pasado empezando por la de independencia; como si éstos se sintieran con derecho de cobrarle al país sus servicios prestados, no que lo hicieran por el deber patrio, por honor y, hasta en la necesidad de cuidar su propio pellejo; cosa de lo cual además, también se vanaglorian.

Después vendría la federal donde terminaron de explayarse y, usaron a los políticos civiles tan sólo de testaferros en muchos casos, haciéndoles éstos el juego; extraña situación como producto, precisamente, de la misma patología egocéntrica y voraz que por igual los afecta….

Para leer el relato completo dele CLICK

Tomado del libro Las Evasiones de Hilario Coba, el número uno corresponde a la serie: Relatos Oníricos de La Atascosa.

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