Crónica Negra | “Tengan cuidado con esos triquitraquis, miren que el diablo es traicionero”

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Aquel 24 de diciembre todos los primitos correteaban de un lado a otro, como enloquecidos jugando con unos globos, mientras los más grandecitos descargaban todas sus energías en un balón medio espichado, que a cada rato se les iba rodando por el barranco, publicó el portal Últimas Noticias.

Caracas.- Don Filemón tenía fama de cascarrabias, fastidioso, viejo chocho, pájaro de mal agüero, y vaya usted a saber de cuántos calificativos más. Y es porque siempre estaba pendiente de todo cuanto hacían los muchachos que se ponían a jugar sin prever las consecuencias ni los posibles riesgos o peligros que pudieran correr, publicó el portal Últimas Noticias.

“Dejen la vaina con la pelotica que le van a dar un pelotazo a alguien; van a romper un bombillo; jueguen un poquito más allá; se les va a ir esa pelota por el barranco; dejen la rochela; dejen la bulla que no dejan hablar a los mayores; dejen los jueguitos de mano que van a salir peleando; dejen la vaina, que esos no son juegos de muchachos”, son varias de las cosas que se le escuchaban decir a cada instante, mientras se mecía en su mecedora en la casa de la playa.

Don Filemón no era propiamente de la familia, pero era como si lo fuera, pues siempre salía con el grupo familiar, pues era muy amigo del señor y la señora, quienes cada vez que se iban para la casa de la playa, en Taguao, se lo llevaban porque era un hombre de muy grata compañía y muy colaborador. Siempre era el primero en levantarse y cuando el resto lo hacía, ya el café estaba hecho y las arepas ya estaban encaminadas. Además, ya había barrido la terraza y ordenado todo el reguero de la noche anterior. También era un amante del dominó y del juego de bolas criollas.

Día ajetreado

Aquel 24 de diciembre todos los primitos correteaban de un lado a otro, como enloquecidos jugando con unos globos, mientras los más grandecitos descargaban todas sus energías en un balón medio espichado, que a cada rato se les iba rodando por el barranco. Don Filemón pasaba y los reprendía o les pedía que no gritaran mucho, o que no se subieran a las matas porque se podían caer, pero en vista de que no le hacían caso, optó por relajarse y quedarse tendido un rato en la hamaca.

Las mujeres limpiaban la casa, pues tenían casi tres meses que no iban. Desde que compraron esa casa en la playa entre todos los hermanos no habían dejado de ir un solo fin de semana. Pero ya se les estaba pasando la emoción y ahora iban muy de cuando en cuando.

Dos de los hombres acomodaban las luces y otro recolectaba algunos troncos para hacer la respectiva fogata donde por la noche calentarían las hallacas. Entretanto, otro aglutinaba en un rincón todas las cavas con el hielo, mientras el padre de varias de las muchachas, se fumaba un cigarro con parsimonia, al tiempo que perdía la mirada en algún punto lejano de la playa la cual inundaba toda la vista desde ese punto alto de la colina en la población de Taguao, ubicada en el estado Vargas.

Ya la música sonaba a todo volumen. Todo hacía indicar que aquella sería una velada navideña inolvidable.

Fatalidad del destino

Pasada la medianoche, y luego de la llegada del Niño Jesús, un grupo se puso a jugar dominó, los adolescentes se introdujeron cada cual en su teléfono celular, mientras los chiquillos se entretenían alegres con los regalos que les habían traído. Uno de los jóvenes del grupo fue a su carro y regresó con una bolsa repleta de fuegos artificiales. Por supuesto que todos los niños se le fueron atrás para presenciar el lanzamiento de los pirotécnicos, y ver cómo estallaban los “matasuegras” en la quietud de la noche o cómo se perdían en el cielo los cohetes luminosos y los sietecolores. El hombre repartió a cada niño unas luces de bengala, a los más grandecitos les dio silbadores, mientras entregó a su hijo adolescente un cohetón y varios siete colores.

“Dejen de estar jugando con esa vaina, esa vaina no son juegos de muchachos. Miren que el diablo es traicionero”, les dijo Don Filemón, pero nadie le hizo caso.

El joven tomó el cohetón por la varilla, mientras uno de los primos se lo encendía. Todo ocurrió muy rápido. De pronto sonó el estallido, pero no en el cielo, como esperaban, sino allí mismo, donde estaban reunidos los muchachos. Y cuando los adultos fueron a ver qué había pasado, una pared de humo blanco lo inundaba todo y se percataron de que el adolescente botaba mucha sangre por la mano derecha y lloraba a causa del fuerte impacto. El cohetón al parecer estaba defectuoso y nunca levantó vuelo sino que le estalló en la mano. De inmediato lo trasladaron hasta un ambulatorio en Catia La Mar, pero allí les dijeron que era mejor que se lo llevaran para una clínica o un hospital en Caracas, porque tenía la mano muy fea. El resto de los parientes se quedó en la casa muy preocupado.

Dos horas después. Ya en la clínica, en la capital, salió el médico cirujano y les dio la noticia. El jovencito había salvado la mano, pero perdió tres de sus dedos. No pudieron hacer nada. Los familiares se abrazaron y lloraron de amargura. Dos gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de Don Filemón, quien se limitó a guardar silencio.

Wilmer Poleo Zerpa – Últimas Noticias

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