Alex Vásquez Portilla / Portillazos

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Oposición reedita violencia política. Como no han podido derrotar al chavismo por vía electoral, la oposición vuelve otra vez a la carga con la violencia, el terrorismo, la vía del golpe de Estado para tratar, sin éxito, sacar a Maduro de Miraflores.

El sector más virulento e irracional de la oposición, lamentablemente, ha tomado el control y dirección de la ex MUD, mientras el fragmento moderado, tras telones o agazapados, como quien no quiere la cosa, travesea a respaldar la agenda golpista, pero, ni pendeja que fuera, deja una salida como tabla de salvación por si fracasan los pirómanos.

Expliquémonos mejor. En un supuesto negado que las intenciones de formar un gobierno paralelo llegasen a tener éxito, los moderados o guabinosos, ni cortos ni perezosos, resurgirán a expresar que ellos siempre apoyaron esa estrategia, que apuntalaron esas acciones. Por el contrario, si el experimento fracasa ruidosamente o si decae, indicarán que ellos no son responsables de eso y echaran al pajón a los revoltosos.

Hasta el 20E el sector violento conducía un plan insurreccional sin violencia, pero luego del fracaso de los 27 militares sublevados en la madrugada del lunes 21E, se inició la acción violenta-guarimbera, bastante débil, por cierto.

Para dolor de cabeza del ala violenta, importantes actores políticos opositores, más democráticos y racionales, osaron romper con la actitud complaciente y fijaron posiciones muy bien definidas. Entre los que destacan Eduardo Fernández, Claudio Fermín, Enrique Ochoa Antich y Edgar Zambrano.

Alzamiento artificial. La acción de un reducido grupo de militares adscritos al Comando de Zona número 43 de la GNB en la madrugada del lunes 21E, analizado desde una óptica desapasionada, bien podría calificarse como amateur, sucedió en medio de la presión iniciada desde la AN en desacato y sus llamados a la rebelión militar, apoyada por las declaraciones del Grupo de Lima y respaldada por los comunicados emitidos por Pompeo, Bolton y compañía. El resultado ha sido una maniobra efectista que tuvo como protagonistas a unos 27 militares de bajo rango que actuaron como ánimas solas, moviéndose de un lado a otro sin estrategia, ni plan, más que publicar algunos videos en las redes sociales.

Los sublevados quedaron inmediatamente a la merced del Estado, luego de que sus promotores no cumplieran con lo acordado.

Valga la comparación para señalar que cuando iniciaron las operaciones de cambio de régimen en Libia y Siria, los militares que se alzaron contra Muhamar al-Gadafi y Bashar al-Assad eran altos oficiales con mando de importantes tropas que rápidamente se integraron a los grupos irregulares armados para ir en contra de los dos poderes estatales. Mientras que, en Venezuela, unos días antes de una convocatoria similar, el resultado de esta sublevación es el asalto a dos sedes de seguridad de poca monta, en los perímetros de la ciudad, y la posterior entrega de los sublevados después de unas pocas horas.

Para nadie es un secreto que el Departamento de Estado de los EE.UU. tomó hace tiempo la decisión de iniciar un conflicto irregular en Venezuela, después de apoyar la irrupción de la célula dirigida por Óscar Pérez. Tampoco es un secreto que ahora intentan usar de artilugio a la AN en desacato para posibilitar una salida violenta, ya sea por medio de un conflicto o un golpe militar. La decisión está tomada, y ni siquiera existe el intento de ocultar las intenciones como lo hicieron durante las guarimbas del pasado.

El 23 de enero buscará ser, de nuevo, la chispa que encienda la mecha para intentar fracturar al alto mando cívico-militar de la Revolución Bolivariana, paralelo a un posible escalamiento del conflicto en el escenario internacional.

Sin embargo, el rápido desmontaje de la célula armada de Pérez, como la fugaz sublevación aquí reseñada, demuestran los límites que tiene esta lógica internacional de ejercicio de poder que muchas veces, cuando intenta trasladar sus intenciones a territorio venezolano, se estrellan con una realidad objetiva que le es esquiva, y a la vez, ajena a sus planes.

Este señalamiento, por otro lado, no oculta el peligro actual, ni minimiza la amenaza contra Venezuela, sobre todo teniendo en cuenta que, en este tipo de procesos, como el que pretende iniciar el antichavismo, gran parte de la artillería pesada se mueve aguas abajo y surge de sorpresa para hinchar, en apariencia, el tamaño de la fuerza de quienes se oponen al gobierno venezolano.

El devenir de los últimos años es claro: intentaron incendiar el país en 2017 con las guarimbas y fueron derrotados con la instalación de la ANC, pretendieron establecer un grupo irregular con Pérez a la cabeza y fueron derrotados por los organismos de seguridad, ambicionaron dar al menos dos golpes de Estado en 2018 e incluso asesinar al presidente Maduro con un atentado, y no lograron cumplir sus objetivos.

En cada arremetida, sin embargo, hacen daño, y mucho, pero una cosa es querer iniciar una guerra y otra muy distinta es comenzarla.

 

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