Juventud, tecnología y educación, claves en la transición agrícola

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El mundo se encuentra a las puertas de la cuarta revolución agraria en la cual las nuevas tecnologías aplicadas están generando un cambio profundo en toda la cadena agroalimentaria.

En Venezuela, nos encontramos en los albores de un cambio de gobierno. Pronto tendremos la oportunidad de transitar los senderos que nos permitan traer la agricultura del futuro al presente, otorgándole a nuestros agricultores la merecida y necesaria competitividad en un mercado globalizado, empleando la agrotecnología como base para acometer con éxito, los dos desafíos apremiantes a los que nos enfrentamos.

El primero de ellos, el más urgente, el disponer de 62.000 toneladas por día de alimentos de calidad, nutritivos e inocuos cosechados en nuestros campos para lograr alimentar 31 millones de venezolanos, 94 % de los cuales no cuenta con ingresos para cubrir la canasta alimentaria, por lo que se encuentran sumergidos en la pobreza y el hambre.

El segundo, no menos importante, partiendo de la cooperación y del otorgamiento de financiamiento por parte de los organismos multilaterales, al concretarse el cambio de gobierno, tenemos la obligación ineludible de refundar nuestra economía, convirtiéndonos en una nación agroexportadora, sólida y diversificada, no dependiente únicamente de las divisas petroleras, para lo cual debemos alcanzar un crecimiento anual sostenido sobre el 6 % del PIB agrícola, durante la próxima década.

Afortunadamente, como una de nuestras fortalezas tenemos el ser un país joven, aproximadamente el 43 % de nuestra población es menor a los 24 años de edad, lo cual nos coloca en una posición privilegiada para con profundo optimismo, junto a ellos, dar un paso al frente por la Venezuela que nos falta por cultivar y criar.

Nos esperan 50 millones de hectáreas de tierras con potencial para la agricultura vegetal, animal, forestal y acuícola, en cuyos lares aún permanecen negados a rendirse valientes jóvenes, tercera o cuarta generación de familias de productores, o hijos de trabajadores del campo.

En sus almas está encendido el deseo infinito de ver germinar la nueva Venezuela agrícola, en la cual estamos dispuestos a asumir el reto de antes del 2040, el duplicar la producción agrícola registrada en nuestros mejores años, mientras que en algunos rubros, el reto será mayor.  

Un desafío a considerar en el diseño de esa nueva Venezuela, es como revertir las migraciones internas de nuestros campos sufridas durante casi un siglo de explotación petrolera.

Para 1936 la población rural representaba un 65 %, casi doblada a la urbana, que apenas alcanzaba 35 %. Para inicios del presente siglo, la relación porcentual estaba cercana a 80 % en las ciudades y 20 % en nuestras zonas agrícolas.

Adicionalmente en los últimos años el proceso de despoblamiento rural se ha incrementado como consecuencia de la crisis del país. De nuestras fronteras han emigrado cerca de 4.0 millones de personas, un significativo porcentaje, son profesionales de las ciencias del agro y mano de obra calificada del sector.

Revertir este proceso requerirá, además de garantizar condiciones dignas de habitabilidad en los municipios agroproductores, el ofrecerles oportunidades de inserción exitosas en la nueva economía agrícola que se desarrollara desde el mismo momento de la restauración de las libertades políticas y económicas bajo un nuevo gobierno.  

Indispensable en la labor de reconstrucción nacional será llamar la atención del venezolano sobre la importancia de diseñar un sistema agroalimentario robusto, entendiendo que la agricultura es un negocio, y como tal hay que garantizarles a los productores una justa rentabilidad por el noble esfuerzo realizado.

Para enfrentar los retos por venir, debemos apoyarnos en el bagaje del sector agroproductivo privado, con demostrada experiencia en satisfacer la demanda de alimentos, cuando en el pasado logró producir el 80 % de los requerimientos del país.

En la Venezuela por germinar, es indispensable el llevar las nuevas tecnologías a nuestros campos para hacer más fácil la vida del productor, mejorando los rendimientos de sus cultivos y rebaños de una forma sostenible, y una mayor rentabilidad de sus unidades de producción. Toda esta transformación que estamos llamados a generar en la transición agrícola venezolana servirá sin duda para que las nuevas generaciones se interesen aún más por la agricultura.

El resultado a alcanzar dependerá igualmente en gran medida de la mejora y actualización significativa del proceso educativo a todos los niveles. La recuperación de las 140 escuelas técnicas agropecuarias distribuidas en la geografía nacional, la actualización de las carreras de las ciencias del agro y del mar que se imparten en universidades, y el justo reconocimiento a la labor de los profesionales del sector, será clave importante para las metas que nos hemos propuesto.

Tomemos como referencia de nuestra posibilidades de éxito el ejemplo de la Argentina, nación que en los últimos 25 años, su producción agrícola creció un 300% gracias al uso de tecnología, pasando de 40 a 120 millones toneladas por año. ¡Si se puede!

Werner Gutiérrez Ferrer /Exdecano Facultad de Agronomía de LUZ

 

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