Portillazos / ¡Luz, luz, luz!, para vencer la oscurana

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Foto cortesía Elizabeth Haslam

Hay venezolanos que niegan que existe acoso, acorralamiento y persecución contra Venezuela por parte del maligno y sanguinario imperio gringo. Algunos por ignorancia, otros por que cultivan un discurso acomodaticio hecho a la medida para intentar acorralar a su enemigo para justificar que la gravedad de lo que sucede en Venezuela en materia económica es por culpa de Maduro (exclusivamente).

En los últimos tres años, un total de 38.000 millones de dólares en pérdidas directas, correspondientes a la producción de bienes y servicios, así como a la actividad petrolera, registra la nación a causa de las sanciones económicas y financieras impuestas por el gobierno de Estados Unidos (EEUU).

De la cifra anterior, 23.000 millones de dólares responden a la afectación del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que 15.000 millones de dólares están relacionados con la empresa Citgo, filial de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en territorio estadounidense.

A la fabulosa y gigantesca suma de 38.000 millones de dólares debemos sumarle los 20.000 millones de dólares que se llevaron durante el sabotaje petrolero (2002), entonces estaríamos hablando de 58.000 millones de dólares en pérdidas, es decir, casi 60.000 millones de dólares con los que han afectado al país.

Pero hay más, el mayor número de pérdidas en materia de producción se produjo con las violentas ejecuciones de las dañinas guarimbas, acontecidas en 2017, debido a que las principales rutas comerciales fueron afectadas por las maniobras insurrectas de la extrema derecha venezolana.

Tiene que resultar extravagante y vistosamente ridículo, grotesco, risible y hasta burlesco que la oposición antinacional, tutelada y gobernada por gobiernos extranjeros, intenten ingresar al país una supuesta ayuda humanitaria, que ni es lo uno y tampoco lo otro, por míseros 20 millones de dólares. El antichavismo, desde que Chávez llegó al poder, lo único que ha hecho es agredir a una nación soberana.

Según Clodovaldo Hernández: los lugares más exclusivos de Caracas están disfrutando de una especial bonanza, que en nada se compadece con el país que supuestamente clama por ayuda humanitaria. Un grupo de nuevos clientes habituales gastan dólares a manos llenas en todos los rubros de la buena vida: comida, bebida, sexo, viajes, suites de hoteles, fiestas, ropa, vehículos, personal de seguridad.

Son los cabecillas visibles y no visibles y también los acólitos del golpe de Estado que se encuentra en desarrollo. Altos dirigentes de los partidos directamente metidos en la movida, Voluntad Popular y Primero Justicia (con algunas tajadas para UNT y otros), empresarios de primer nivel y aspirantes a serlo, tecnócratas, influencers, y periodistas confabulados en la estrategia han sido tocados por el chorro de dólares que fluye desde fuera y desde dentro.

Con el apoyo de la plutocracia estadounidense y europea, de las burguesías de los países del Grupo de Lima y de ciertos magnates criollos, los implicados en el intento de derrocamiento ya se sienten en las nubes del poder. En la práctica es como si lo estuvieran.

Andan en camionetas blindadas, custodiados por rambos muy bien armados, se reúnen en el piso ejecutivo del Eurobuilding y en las mejores suites de otros hoteles de cinco estrellas, comen en los restaurantes de moda, derrochan a diario cantidades que cualquier venezolano quisiera como su ingreso mensual o anual.

La floreciente prosperidad de los conjurados tiene que ver con los negocios ya parcialmente cerrados, como la virtual entrega de Citgo a los jefes estadounidenses de la jugada, un botín de guerra que pretenden haber cobrado antes de disparar el primer tiro. 

Luego de la “designación” de los nuevos directivos de la filial norteamericana de Pdvsa por “el presidente interino” hubo una fiesta en una mansión de La Lagunita Country Club a la que asistió la flor y nata del golpe, incluyendo, claro está, los emisarios de los mandamases gringos. No ha salido las crónicas sociales, pero fue una gala de etiqueta, con caballeros vestidos de oscuro, damas de trajes largos y una profusión de manjares y bebidas, no precisamente de las que esperan “meter” a la fuerza desde Cúcuta.

Esa fue apenas una de muchas celebraciones. Hay otras ya pautadas, con empresarios estadounidenses y europeos para presentar las “nuevas directivas”. Algunos de los personajes clave tienen vuelos charter programados solo para comprar la pinta, porque ni modo que repitan la ropa del ágape anterior. 

Para atender todo ese movimiento hay un medio centenar de empresas que también están participando del festín, entre boutiques de alta costura, agencias de viaje, aerolíneas, proveedores de catering y licorerías de alto coturno.

Pobrecita Venezuela si esta gente llega a triunfar.

Politólogo Alex Vásquez Portilla

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