UNA HISTORIA / Así nació la primera escuela de Fe y Alegría

0
2929

josé maría velaz

Corría el año 1955, plena dictadura militar con Pérez Jiménez a la cabeza. El padre José María Vélaz, jesuita,  entonces  muy joven, recorría barrios de Caracas, entre ellos,  lo que hoy se conoce como “El 23 de Enero”.

Le acompañaban estudiantes de la entonces recién nacida UCAB. Conversaba con los vecinos y estos les decían que tenían muchas necesidades, pero lo que más les preocupaba era que  no había escuela para sus hijos. Y Vélaz, que ya soñaba con una red de centros educativos, le daba vueltas al asunto.

En una oportunidad,  el padre participó en una Primera Comunión en la comunidad y luego se reunieron a tomar el desayuno en un local, el cual era parte de una casa a medio hacer todavía, obra de Abraham Reyes, un albañil, que junto con su esposa Patricia, llevaba 7 años construyendo.

 Para ese año, ya la pareja tenía 6 hijos. El padre comentó que no bastaba el catecismo, que había que darles escuelas a los niños,  y dice que después de expresar ese deseo en voz alta, se le acercó un señor y le dijo que él le regalaba ese salón para la escuela.

 Ese señor era Abraham Reyes. Imagino la escena y me pregunto cuántos seríamos capaces de desprendimiento semejante.

Contaría después Abraham, que como no tenían suficiente dinero,  Patricia, su esposa como ya mencionamos, era su ayudante en construcción, cargaba en su cabeza agua  desde dos kms de distancia… ¡Todo ese esfuerzo lo dieron generosamente para que los niños de otros tuvieran escuela! ¡Ese nacimiento hay que recordarlo siempre!

De manera fue que Fe y Alegría nació hace 65 años gracias al atrevimiento de José María, y a la generosidad del pueblo venezolano, representado en las primeras maestras, voluntarias, jóvenes de la UCAB, que también contribuyeron, y sin duda, el regalo desinteresado  de Patricia y Abraham.

Una de sus hijas, en total tuvieron 13, me contó en una oportunidad,  que su madre no sabía leer. Se había casado muy joven, y cuando ya compartía su casa con esa primera escuela de Fe y Alegría,  ayudaba a las maestras con los pequeños y allí fue aprendiendo a leer ella también. A los hijos de la segunda camada – los que nacieron después de 1955-   les enseñó a leer ella.

Pero ahí no quedó la generosidad de la pareja. El primer salón  creado, atendía varones, ¿y las niñas? En aquél tiempo en las aulas no se mezclaban niños y niñas. Entonces el padre Vélaz, con sus colaboradores, comenzaron a buscar otro local para la aniñas, y no conseguía, entonces Abraham le mandó a decir que le tuviera confianza, que había otro  dónde las  espacio para la niñas en su casa, y le cedió otro piso. Siempre de acuerdo con Patricia. ¿Creen posible tanta santidad en esta tierra?

Abraham  después diría lo alegre que se sintió de poder  participar de una obra tan buena como esa. “Cada quien traía su sillita y todos contentos (…) les cantaban canciones, se sentaban en cajones algunos”. Esa escuelita, diría, fue una gran esperanza. “Uno recibe más cuando da que cuando recibe” decía. Comentaría, según refiere el propio Vélaz, en testimonio recogido por Joseba Lazcano s.j. (*) que consideraba Abraham que el nombre estaba bien puesto: Alegría, porque las familias del barrio estaban felices al saber que sus hijos estudiarían; alegría porque más alegría se tiene al dar que al recibir, “Y cuando se hace el bien, uno se estimula, y yo creo que esa es la gran alegría”, diría.

Contó también que él aprendió catecismo escuchando la catequesis en Fe y Alegría— Llegó hasta diácono. Y Patricia lo secundaba. ¿Estuvo de acuerdo con aquel regalo? Si, Dice que nunca se arrepintieron.

 Ambos le enseñaron sus hijos e hijas a ser humildes y sencillos.Jamás los hijos de la pareja han pretendido aprovecharse de ser co- fundadores de Fe y Alegría.

Una de las menores, que no había terminado su bachillerato, se inscribió en el IRFA y no mencionó de quién era hija, se enteraron por otros. Heredaron de sus padres la humildad y la sencillez.

“Fe y Alegría – diría Abraham – es obra de todos: yo lo que hice fue poner mi granito de arena, como otras muchas personas lo están haciendo” Y con esa humildad que le caracterizaba a ambos, decía que el verdadero fundado había sido el Padre Vélaz,  que siempre andaba echando cabeza para ver como ayudaba a gente pobre de los barrios.

Fe y Alegría es obra de anónimos, dice Joseba Lazcano SJ, y por eso hoy subrayamos el papel de Patricia de Reyes  y de las “Patricias” en el movimiento educativo que hoy está en 22 países. Aquella Patricia le acompañó a hacer la casita y lo que vino luego.  Después de ella vinieron muchas más: religiosas, maestras, ahora madres/ maestras haciendo de  docentes en esta emergencia educativa compleja que sufrimos en Venezuela…

No podemos sino sentirnos orgullosos de aquel origen y recodar que momentos fáciles no fueron los comienzos, como no son ahora los de mantener las escuelas abiertas en medio de la dura situación país.

No podemos vivir de la herencia del nombre, de la historia. La herencia de Vélaz, Patricia y Abraham, debe servir para reinventarnos para seguir defendiendo el derecho a la educación. Para seguir haciendo el bien.  Trabajando en equipo, como también decía Abraham.

Hay que ser coherente con nuestro nombre: fe, mucha fe es necesaria hoy,  y que esa fe alimente nuestra alegría de mantener la mano extendida para dar y no tener vergüenza de pedir para que perseveremos.

¿No pueden Abraham y Patricia ser considerados santos? Pues Fe y Alegría considera que sí, y por eso ya ha hecho la propuesta de su beatificación y la Conferencia Episcopal Venezolana será quien impulse el proceso. Dos santos nacidos y crecidos en el pueblo pobre y creyente.

¿No creen que a los 65 años del nacimiento, recordar a Abraham y a Patricia es justo y necesario?

(*) Lazcano, Joseba  S.J. (2013) Fe y Alegría. Un movimiento con Espíritu. CFIP Maracaibo / @luisaconpaz

Loading...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.