Obligado y tortuoso regreso

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Ha ocurrido un regreso a la patria a pesar de la situación política, económica y social de Venezuela. Esta habría obligado a millones de personas a emigrar hacia centros poblados al menos de 4 continentes. Buscaban mejorar su calidad de vida, empeño ahora truncado por la pandemia del covid-19.

Algunos venezolanos no tenían recursos para pagar pasajes en avión, pero lograron visas. Estos marcharon mayoritariamente hacia Centroamérica (Panamá, Costa Rica, Dominicana), hacia México y los Estados Unidos.

Las Visas tienen vigencia relativamente breve, por lo que miles de ciudadanos han quedado en situación de ilegalidad. Les ha tocado trabajar clandestinamente y con el acoso de la policía de inmigración.

Muchos han solicitado asilo político, solo algunos lo han logrado. La residencia por matrimonio o por nacimiento de hijos también ha sido lograda por venezolanos en el exterior.

La gran mayoría de los emigrantes escogió el camino de Suramérica, vía Colombia. Los medios de comunicación impresos, televisivos y las redes sociales han registrado durante los últimos cinco años, con énfasis en los últimos tres el éxodo.

Las partidas

De toda Venezuela hubo un movimiento poblacional por los estados Apure, Zulia y Táchira, colas interminables de gente con maletas, bolsos y hasta sin equipaje. Pasaron a Colombia, el país vecino, donde muchos se quedaron en las ciudades fronterizas (Arauca, Maicao y Cúcuta). Otros miles se fueron a Medellín, Cali, Villavicencio y otras ciudades.

El peregrinaje de día y de noche en autobuses, camiones y auto-stop, llevó a hombres y mujeres hasta Chile y Argentina. Sin embargo, los países receptores de la gran mayoría fueron Ecuador y Perú.

La razón seria por sus economías dolarizadas que sembraron la esperanza de trabajar para subsistir y enviar ayuda a sus familiares en Venezuela. Esto llevó a que la familia de gran cantidad de emigrantes se desintegrara. Muchas niñas, niños y adolescentes fueron dejados al cuidado de abuelos, tíos y vecinos.

Estos inmigrantes venezolanos realizarían las actividades más diversas, aun cuando muchos eran graduados en universidades de su país. Se aplicarían a los sectores de construcción, vigilancia, limpieza y mantenimiento. Pero también serían empleados en comercio formal, o dedicados directamente al comercio informal como buhoneros en calles y esquinas.

También existían abandonos de otro tipo entre esos inmigrantes venezolanos: había jóvenes que abandonaron aulas de liceos y universidades.

Algunos que partieron siendo médicos con especialidad, lograron pronta colocación en el servicio de salud pública de Chile y Argentina.

La hiperinflación en Venezuela había llegado a niveles incontrolables. Ni un tardío control de cambio, ni dos devaluaciones realizadas por los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro consiguieron hacer mella. La inseguridad aumentó notablemente en la ciudad y en el campo, agudizando el paulatino abandono del medio rural.

La economía, fuertemente rentista y dependiente del petróleo, ha visto tremendamente disminuida su producción. Aproximadamente quinientos mil barriles se producen diariamente, cinco veces menos que en años anteriores.

Todos estos factores, y otros tantos, han contribuido a ese éxodo masivo llamado “la diáspora”.

Regreso impulsado por virus y xenofobia

Migración

Lo que comenzó como epidemia se generalizó y pasó de un país a otro. El coronavirus originario en China inundó el planeta, pasó a pandemia, con cientos y miles de muertos, y millonaria cifra de infectados. Los países con mayor número de muertos son Estados Unidos, China, Italia y España.

Los gobiernos decidieron tomaron medidas: impusieron una cuarentena para evitar la propagación del virus. Los inmigrantes venezolanos, al no tener seguridad social, jurídica o laboral, quedaron sin empleo para la subsistencia, y además, condenados al encierro por razones profilácticas. Nada que hacer, el mismo calvario de cuando emigraron, agravado por las restricciones para la movilización y por la amenaza de contagio con la enfermedad.

Desafiando las medidas, comenzó un penoso regreso. Por carreteras, a pie, con niños, poco equipaje y ningún recurso económico, han emprendido la “vuelta a casa”. Muchos para lograr irse, habían vendido la suya, así como los enseres domésticos.

Muchos sucesos habían estado ocurriendo en Perú, Ecuador y Colombia demostrativos de xenofobia a los inmigrantes venezolanos. Estos, al estar desempleados, no podían cubrir el costo de arrendamientos, y quedaron literalmente en la calle.

En Bogotá, la alcaldesa, opuesta al régimen del presidente Iván Duque, no oculta su malestar por la presencia de miles de venezolanos en su jurisdicción. Le atribuye la responsabilidad de atenderlos al gobierno nacional de Colombia.

Cansados, enfermos y hambrientos

Los venezolanos que regresan a su país por tierra comenzaron a llegar, mayoritariamente por la frontera con Cúcuta. El gobierno venezolano anunció que serán llevados a refugios para practicarles las pruebas que determinen si están contagiados con el virus, y mantenerlos en cuarentena.

Es posible que se implemente llevarlos a sus lugares de origen en autobuses o en camiones del ejército. Vuelven a casa, donde la situación no es nada fácil, peor que cuando emigraron. Los ingresos por concepto de salario mínimo, pensiones, bono de alimentación, y jubilaciones, es de 250mil bolívares mensuales.

No son capaces de hacer frente a los astronómicos precios de los alimentos de la dieta diaria. Tres botones para una muestra: un kilo de queso es más de dos meses de salario, un kilo de carne es mes y medio de salario, y un cartón de huevos es más de dos meses de salario.

A su regreso los espera el amor de la familia, el reencuentro que siempre será agradable tras varios años de separación. Aun si las condiciones son más dolorosas que las de la partida, debido al empeoramiento de la situación económica y social de Venezuela. Una vez más los venezolanos demostrarán su coraje para enfrentar la adversidad, su solidaridad a toda prueba, y el espíritu de lucha para salir adelante.

Sobrevivir es ya un triunfo

Lágrimas de dolor ha habido y habrán, se confundieron con las de la alegría del regreso.

Y mermadas las fuerzas del cuerpo, los espíritus de mujeres, hombres, ancianos y niños, se elevarán por encima del agravamiento de las dificultades en canto. Serán himno y plegaria de un pueblo que mantiene su fe en el próximo final de esta pesadilla.

¡Que así sea!

Argenis Ranuárez Angarita  / Tomado de crisoldeamerica.com

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