César Mogollón / ¿Cómo pudo ocurrir?

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¿cómo pudo ocurrir?

En el verano español del 36 aconteció “lo inevitable”, el desenlace de la polarización y el principio de la guerra civil española, momento exacto en que la paz no resistió a la sed de sangre, la política fue extraviada mientras las armas asumían la voz de conflicto.

El filosofo español Julián Marías  en su célebre ensayo  “¿Como pudo ocurrir?”, se interrogaba en qué circunstancia la tertulia política airada de la plaza, del transporte público,  la calle, es remplazada por los fusiles.

Una guerra civil a diferencia de una entrenaciones, es que los enemigos son hermanos que viven en una misma casa, al perjudicar al otro te perjudicas a ti mismo y las heridas duran más en el tiempo porque las ves cada mañana.

La España del 36 venía de un proceso político sin finiquitar: La República. Este fenómeno político que cambio la estructura del Estado español no logró estabilizarse por carencias de consensos, la mirada mayoritaria de una parte de la población quería imponerse frente a la otra mediante elecciones que agravaban las disputas, por la incapacidad de entender que un político elegido popularmente es para gobernar para todos no únicamente para quien lo vota.

Este principio básico de elección popular es obnubilado en periodos de polarización profunda, al observar una elección como una contienda bélica más que un derecho ciudadano, ganar es salvar la patria y perder es caer a las fauces del infierno.

La polarización es natural de la política, no puede considerarse como un elemento externo, lo que se considera sensible a la polarización es su intensidad y perduración, un conflicto político puede estar inmerso a posturas económicas, sociales, culturales, pero si el conflicto trasciende a ver  el adversario como enemigo el peligro merodea.

Por muchos años el chavismo ha interpretado su lucha política desde el verbo de la guerra, en derrotar, aniquilar, pulverizar el enemigo, la oposición hegemónica desde los últimos años ha cooptado este discurso, abandonando los mensajes de unión ciudadana para construir su frente de batalla con más trincheras de división.

El ciudadano común, el desfavorecido, poco entiende del bloqueo o de intervenciones, espera soluciones pero desconoce cómo encontrarlas, sus políticos hablan para sus minorías,  no para todos, la mayoría de los venezolanos es posible que no quiera ir a la guerra, mas una minoría nos puede llevar a la guerra.

¿Apostar por el dialogo es de cobardes?, ¿Negociar es declinarse a un polo en especifico como colaborador?, ¿el centro político es una bisagra?, esta serie de preguntas pasan por numerosos militantes embriagados de polarización y con justa duda, porque lo visto desde hace décadas es el afán de los extremos.

El centro político  es hacer de la política una herramienta útil a las necesidades de la gente, apartándose de clichés estigmatizadores que dividen a nuestra población con premisas ideológicas que nada solventan el día a día. 

Julián Marías decía que los intelectuales españoles antes de la Guerra Civil se cansaron con premura su lucha por la paz, no por haber resistido poco, lo  hicieron por demás, la razón es que nunca se debe bajar los brazos por la paz.

Los venezolanos que queremos y luchamos por la paz, trabajadores, intelectuales, políticos, estudiantes, ciudadanía, estamos en la antesala de la claudicación o la lucha para estrechar las manos de la Venezuela de paz.

 La política la haces o te la hacen, mostrarse indiferente de nuestro alrededor es ser sujeto pasivo de los agoreros del oprobio, y ser actor activo del destino del país es mas allá de la violencia,  una insurrección, rebelión, intervención o Golpe de Estado, el país esta extenuado de supuestas soluciones inmediatas que se traducen en conservar o profundizar tragedias.

La ceguera del poder ha desvirtuado nuestras instituciones, el centro de un país se conserva en ellas, las instituciones son el escudo social de los ciudadanos, es quien los hace iguales ante la ley y quien prima por la defensa de sus derechos.

Hoy los ciudadanos se sienten ajenos de sus instituciones,  desde las destinadas a los servicios públicos, a la justicia o labor gubernamental, por el caos que inciden cuando representan vocerías y acciones contra los derechos a quienes dice defender.

Una institución no es un sujeto o un partido, sus fines trascienden a deseos personalistas y partidistas, en este sentido la reinstitucionalización del país entendida como una red ciudadano en defensa de los derechos fundamentales de nuestra constitución, es el acuerdo y camino por un centro social en Venezuela.

Tenemos el tiempo para jamás decir ¿Cómo Pudo Ocurrir? Si lo estamos a pesar de las aguas derramadas, Venezuela tiene el honrosa marca de tener mas de 100 años sin guerras, pocos países en el mundo conservan tal distinción; la guerras intestinas del siglo XIX dejó el territorio inmóvil en el tiempo, la paz del Siglo XX conllevó al rápido crecimiento económico-social del país en la región, sin excluir sus problemas, pero ahorrarse la sangre es dar vida a una nación.

Los ciudadanos anónimos tercos con la esperanza de ver a este país mejor, merecen construir una alternativa desde abajo, de la realidad más cruda, su derecho de palabra en esta crisis es menester así lo crean innecesario potencias extranjeras, el gobierno nacional o la oposición hegemónica.

Para prescindir del empate catastrófico donde nos encontramos la opción es la gente, aquella gente que quiere un futuro de progreso sin balas ni odio, aquella que nos va a evitar “lo inevitable”.

 César MogollónCoordinador Nacional  Movimiento Político Nacional Alianza Centro

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