Reynaldo Cortes / Una lucha sigilosa 

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gasolina lucha

Apologistas del régimen, los laboratorios de matriz de opinión de la dictadura, algunas mentes inocentes o estólidas, y algunos dirigentes genuflexos que no creen en las fuerzas liberadoras del pueblo.

Se regodean unos, y otros se horrorizan al ver las grandes colas de vehículos en las estaciones de servicios de gasolina, llegan incluso, temerariamente, acusar a la ciudadanía, de que este acto de pernoctar días en la calle, es un signo de resignación y conformismo a vivir en dictadura.

En lo particular, tengo otra visión de los hechos, y esta, parte de la combativa y entusiasta naturaleza del venezolano.

La ciudadanía en las localidades y regiones, huérfanas de una dirección política con templanza en la lucha contra la dictadura y carentes de una dirigencia curtida al calor de sus sufrimientos, han optado por activar sus instintos más primitivos de resistencia, y las reservas de su sustancia rebelde.

Es así, como inconscientemente   desde el punto de vista político –para algunos–, pero muy consciente, desde su preservación individual-familiar –para muchos–. Es que grandes masas ciudadanas, se han echado a las calles de forma voluntaria, autónoma y espontánea, a esperar que le vendan gasolina; han protagonizado conatos aislados de protestas, refriegas, abuso de poder, amenazas, represión y aprensiones selectivas en todo el país;

La verdad es que hay un pueblo en la calle pese a la pandemia, a la crisis económica y a los embates del clima y la intemperie. Unos ciudadanos que llegan, los corren, se van y se devuelven a las estaciones gasolineras en franco desafío.

Campistas ejerciendo la solidaridad humana entre los congregados y el impulso de descarnados debates políticos que develan el rechazo a la dictadura, de hasta un 90% de los  asistentes.

 En tal sentido, está observación revela, de que no es verdad que la gente está resignada, apática o entregada al régimen.

Si fuera así, de seguro la gente no saliera de sus hogares, se quedarán encerrados en sus casas esperando el cese de la comedia del bloqueo imperialista o solamente se limitarían a obtener gasolina bachaqueada.

La realidad dicta lo contrario, la presencia de la gente en las bombas de gasolina, es una señal de que hay una exigencia tácita, las protestas y trancas realizadas –aunque aisladas– son signos claros de la disposición a luchar; las colas de vehículos de una u otra forma obstaculizan el libre tránsito.

Las amenazas del régimen de militarizar el país, reflejan su temor, a que esas concentraciones adquieran organización y se tracen objetivos. Los debates políticos que se generan allí reafirman el descontento y rechazo hacia el régimen, la gente rescata la sustancia de la solidaridad de compartir, de unirse, de llegar acuerdos colectivos. 

Lo que llega a testificar que la ciudadanía, de forma natural se entrena y asimila nuevas experiencias, que de seguro, les serán utiles, en los próximos combates que habrán de librase para derrocar la dictadura.

Las colas en las estaciones de gasolina, es una protesta sigilosa por el derecho de obtener combustible.

Es una lucha sigilosa por adquirir un bien material para el trabajo y la subsistencia; y que en definitiva, toda esta acción, consolidad el rechazo a la dictadura y sirve de entrenamiento a las grandes masas ciudadanas.

No es de extrañar que la dictadura busque desarticular esas concentraciones, pero si de algo hay que estar seguro, es que la sabiduría popular encontrara nuevos mecanismos, métodos y estilos para rebelarse hasta que la victoria lo sorprenda.

Reynaldo J. Cortes G.

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