San Juan de los Morros.- Nuestro origen animal nos hace guiar, reaccionar y actuar instintivamente. Nuestra condición de racionales nos debe modelar, programar o condicionar -según la escuela psicológica del analista-, para guiarnos, reaccionar y actuar en consecuencia con tal condición.
Lo decía y repetía mama Ana:
-Del dicho al hecho, hay mucho trecho.
La realidad actual nos pone de cara a un preocupante predominio de la animalidad. La gente anda predispuesta para la confrontación, hay una violencia que aflora con facilidad en todas partes.
“El hambre es mala compañera”, dice el viejo Colina, cafecero nacido en La Sierran de Coro, ochenta y dos años, amigo nuestro.
Y le agregamos nosotros:
-Y peor consejera.
Apreciable esto en las colas que son el orden del día en la Venezuela de hoy, en general y en este San Juan de los Morros donde sobrevivimos, en particular. Son las colas para todo prueba máxima de resistencia, prueba extrema de capacidad de aguante.
Colas para gasolina o moto a quienes todavía no los han vendido, colas para la comida, en bancos, hospitales.
Y hasta los muertos y sus deudos, pagan todas sus deudas en colas en funerarias, crematorios y cementerios. Hasta para que se cumpla la sentencia bíblica de volver a ser polvo, se debe hacer cola.
Y hay violencia, violencia contenida, represada. Por nada se discute, se ofende, en una carga de agresividad que nos preocupa por los demás, por los nuestros y por nosotros, para nada ni por nada exentos de los peligros que esto acarrea.
Educación y cultura -creemos-, suponen mayores capacidades de aguante, resistencia, paciencia y tolerancia.
Pero, hay un límite, hay un punto hasta donde ya se hace imposible detener al animal que nos lleve a que se cumpla el “homo lupus hominis” y nos comamos vivos unos a otros.
Nuestro miedo no es a la muerte, a estas alturas es lo único seguro y lo más próximo. Es a esta vida cada vez más cerca de que nuestro lobo se salga y se devore con el lobo de familiar, vecino, conocido o desconocido.