Barcelona.- Con muchas batallas en el horizonte el Valencia encontró la fórmula para asustar al Barça y empatarles 2-2 en su estadio. Un Camp Nou que experimentó todos los estados anímicos posibles.
El murmullo, con el 0-2 del Valencia; la euforia, con el segundo gol de Messi; y el pánico, cuando hubo que tratarle el muslo derecho en la banda al argentino.
Valverde llevó otra vez su alineación, como en el Pizjuán, hasta la bolera. La ausencia de Busquets por tarjetas era una trampa y la pizarra aumentó los suplicios. La suplencia de Arthur le dejaba sin un semáforo; la de Jordi Alba provocaba una carambola pérfida porque Messi perdía un socio y Sergi Roberto jugaba con las botas cambiadas en la izquierda.
Alba entró en el asedio de la segunda mitad. Fue un impacto casi psicológico. El Barça metió mecha a la presión y acogotó al Valencia, sólo fiado a las travesuras de Rodrigo, capaz de hacer un nudo en solitario a la defensa del Barça.
Marcelino, sin el cuchillo de Gayá en la izquierda, empleaba a Gameiro como accionista en la sociedad de Parejo con Rodrigo. El francés recordó al de sus mejores galopadas hasta que se conmocionó y dejó aturdido a su propio equipo, que no volvió a ser el mismo. Su relevo, Ferran, vivió una tarde entra la timidez y el sacrificio.
Un porterazo y dos centrales
Barça y Valencia tienen poco que ver en su estilo. El líder elige la paciencia hasta que le llega el balón a Messi, el que agita el panal. La brigada de Marcelino no es partidaria del diálogo. Cada balón robado era una estampida. A los dos minutos Cheryshev remató al poste tras una parada de pulpo de Ter Stegen a Parejo.
El Valencia encontraba múltiples canales para provocar escalofríos. Una contra de Rodrigo la culminó Gameiro y Parejo aumentó la herida tras un penalti de Sergi Roberto sobre Wass.
Una jugada de fútbol australiano cambió la moqueta del partido. Gameiro y Piqué chocaron sus cabezas. Al francés le salió una bola de billar en el balcón del pómulo. Al central le caía sangre. El galo, aturdido, dejó el césped y en ese instante Lato cometió un penalti de premio a la ingenuidad. Gol de Messi y nuevo escenario, ya sin Gameiro.
Supo sufrir el Valencia, sostenido por un gran portero, Neto, y dos centrales, Garay y Paulista, impecables en el rapto de Luis Suárez. El central brasileño jugó con un parte médico en la espinillera y la cara de varios colores como en las fotos de otro siglo.
Con el empate en el bolsillo Marcelino retiró a Rodrigo, una capitulación. En el otro territorio el muslo de Messi ya no daba más. Un empate que calienta el campeonato.
José Luis Hurtado | MARCA