Madrid.- Sin juego y con pegada, el Barça salvó la trampa de Ipurua con la receta habitual, el dominio de las áreas. Messi y Suárez despejaron el panorama, mientras Piqué y Ter Stegen sujetaron a un Eibar valiente y vertical. Soñó con el empate hasta que Orellana, que se había marcado un partidazo, perdió la cabeza.
Messi y Suárez cambiaron el paisaje en un pestañeo. Con el Eibar mandón y descarado, reduciendo la franja de juego a cuarenta metros, bastó la asociación de los vecinos para poner el complicado duelo de Ipurua cuesta abajo.
Controló Leo en el centro del campo, levantó la ceja y metió un pase diagonal al punto exacto donde se desmarcaba el uruguayo, que definió como los mejores. Amagó hacia la izquierda con la cintura, sentó a Dmitrovic y sentenció a puerta vacía.
En ese momento, minuto 16, comprendió el Eibar que no basta con asfixiar al Barça y someterle a un bombardeo lateral persistente, salvo que la pelota cayera a pies de Orellana.
Mendilibar metió un doble pivote, tres mediapuntas y Kike García en el eje del ataque. El riesgo convirtió en protagonista al Eibar durante medio partido, pero con poco peso en las áreas.
Y es en la zona de la verdad donde el Barça de Valverde ha basado su enorme renta liguera. Hicieron un gol y un poste, además de un cabezazo blando de Paulinho, libre de marca. Mucho más de lo merecido por juego.
En cambio, el Eibar, siempre presionante y bien colocado, se conformó con un remate extraordinario de Orellana al larguero, por encima de Ter Stegen. Un centro a la portería con el interior exquisito, superando al meta alemán por elevación.
La presencia de Paulinho fue la gran sorpresa en la alineación culé por lo que suponía, la ausencia de Coutinho. Retrasó Valverde su entrada al campo hasta bien entrada la segunda parte.
Con Lombán por el lesionado Ramis en el verde, el Eibar inisitió con su juego directo y su presión desbocada. El Barça estaba incómodo, sin duda, hasta que Orellana se fue del partido.
El chileno es un futbolista de Champions con una cabeza de Regional. Perdió una pelota en el área ante Umtiti y se revolvió ante Iniesta. Patadón y tentetieso. El árbitro le mostró la amarilla. Ocho minutos después protestó una amonestación a Diop hasta pegar un pelotazo. Hernández Hernández le sacó la segunda. Piel fina del colegiado, y tontería del delantero, que arruinó el final del partido a su equipo.
No acabó allí la polémica. Mendilibar, que venía caliente desde que las cámaras en la primera parte desvelaran un penalti clamoroso de Busquets a Kike García en uno de esos córners que nunca se ven, protestó como un poseso una acción de Suárez. El cuarto árbitro, a quien el técnico le había recriminado lo fácil que es echar a uno del Eibar, le denunció y roja al canto.
El caso es que, a pesar de la superioridad numérica, al Barça no le sobró nada para ganar. Tuvo una ocasión clara Messi tras asociarse con Coutinho pero respondió sobresaliente Dmitrovic.
La sentencia cayó por su propio peso, bien elaborada desde los costados: cambio de juego de Coutinho, devolución de primeras de Aleix, tiro de Messi rechazado por Dmitrovic y Alba, a puerta vacía. Mucha más autoridad en el marcador que en el juego.
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