Caracas.-Ya han pasado once años desde que el rey de la destrucción Michael Benjamin Bay se aproximase por primera vez a la mítica franquicia transmedia ‘Transformers’ con un primer largometraje de acción real que sentó las bases de una saga compuesta por cinco películas hasta la fecha, denostadas por buena parte del público debido a sus múltiples deslices y excesos narrativos y audiovisuales.
Aunque me considere un férreo defensor de la sinfonía de caos, explosiones y metal retorcido orquestada por Bay, he de reconocer que ‘El último caballero’ empezaba a evidenciar unos síntomas de agotamiento más que palpables que pedían a gritos una renovación en el caso de querer continuar explotando la guerra entre Decepticons y Autobots en una nueva entrega.
Esto es, precisamente, lo que la gente de Paramount y Hasbro han decidido hacer con ‘Bumblebee’, reduciendo la escala de las aventuras cinematográficas de los Transformers para articular una auténtica delicia entrañable, divertidísima, y que se revela como la mejor pieza de la ya exalogía gracias a su capacidad para tocar el corazón mientras ofrece un espectáculo a la altura de las circunstancias.
El hecho de contar con Travis Knight, autor de esa maravilla animada titulada ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’, tomando las riendas de la producción, da una buena pista sobre la dirección que ha tomado este spin-off centrado en el entrañable Autobot amarillo, que se eleva como una nueva muestra de la capacidad del natural de Oregón para atacar la fibra sensible del respetable haciendo gala de una sensibilidad única en un producto de este corte.
Para dar forma a su cinta de ‘Transformers’ particular, Knight ha optado por abrazar sin ningún tipo de vergüenza ni miramientos dos grandes referentes para, después, combinarlos en una mezcla tan atípica como efectiva. Un par de elementos clave a la hora de moldear ‘Bumblebee’ tanto en lo que respecta a su historia como en aspectos propios de su tono y ambientación.
El primer componente del cóctel alude directamente al glorioso debut de Brad Bird en la dirección ‘El gigante de hierro’, del que ‘Bumblebee’ hereda buena parte de su cariz emocional, condensado a través de una inteligente dinámica de personajes que encuentra en la relación entre Charlie y el Autobot un claro reflejo del pequeño Hogarth y su inocentón amigo mecánico de la obra de 1999.
La segunda pieza fundamental sobre la que se edifica ‘Bumblebee’ es, por muy extraño pueda parecer, el cine de John Hughes. Una fuente de inspiración palpable desde los primeros compases, de la que el largo, guiños aparte —genial su referencia a ‘El club de los cinco’—, no sólo absorbe la época en la que se ambienta o la importancia de su acertada selección musical, sino también el notable tratamiento de su protagonista femenina.
Esta atípica combinación da como resultado una inesperada gran película que, sin perder un ápice de la esencia que ha marcado el código genético de la franquicia, logra desmarcarse de ella al abordar con un especial mimo su vis dramática, haciendo hincapié en reforzar una narrativa que siempre se ha mostrado como la principal flaqueza de sus predecesoras por caótica y descuidada.
Haciendo honor a la verdad, no puede negarse que el modo en que Knight aborda la acción hace perder buena parte de lo que conocemos como “bayhem”: ese compendio de señas de identidad de Michael Bay a la hora dirigir set-pieces que podríamos definir como un estilizado “caos ordenado” y que en ‘Bumblebee’ se ve traducido en un enfoque mucho más comedido y legible, pero no por ello menos deslumbrante y espectacular.
Prácticamente todo en ‘Bumblebee’ son bondades; desde su realización a unas interpretaciones frescas y divertidas, pasando por un sentido del humor envidiable y un factor nostalgia fantásticamente entendido. Pero tal vez, y sólo tal vez, la mejor noticia de este desvío del camino marcado por la saga ‘Transformers’ sea su condición de prueba fehaciente de que el buen cine y los blockbusters pueden ir de la mano.
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