España.- Messi sentenció la eliminatoria, interviniendo con precisión quirúrgica cuando fue necesario. Esperó, intervino y despedazó al Chelsea, que recibió goles cuando mejor jugaba. Con buen trabajo coral, sin duda. Con el toque de Iniesta, la ligereza de Dembélé, la atracción de Suárez, la corrección de Umtiti… Pero con Leo como factor definitivo.
Casi ni la olió el Chelsea desde el saque de centro hasta el 1-0. Salvo un corte contundente de Rüdiger sobre la banda, el Barça protagonizó el inicio perfecto de un partido de Champions.
Se movió la pelota, la misma llegó a Messi, quien sobre el costado derecho buscó la pared con Dembélé, tocó un defensor, Suárez metió en profundidad hacia donde Leo continuaba la jugada y desde allí encontró el caño bajo las piernas de Courtois, blando en su palo.
El gol obligó al Chelsea a cambiarse el traje sobre la marcha. Con el tanteador en contra los carrileros se sumaron a los pivotes y permitieron a sus mejores hombres aparecer, Hazard y Willian. Tiene más fama el belga, que despertó primero con una diagonal, pero el brasileño es espectacular. Rebasa líneas, remata, pasa… Un tiro cruzado suyo bien atajado por Ter Stegen sonó a amenaza seria.
Tapó Umtiti un buen remate que flotó hasta el centro del campo. Cesc tiró un sombrerito y acudió Messi para robar la cartera a su amigo. Se fue como un rayo, eludió a Azpilicueta, se frenó sobre el costado izquierdo, esperó al desmarque próximo de Suárez y metió con suavidad para la llegada de Dembélé, que colocó el balón en la escuadra. Mejor imposible. Dos tiros, dos goles.
El Chelsea tuvo mérito de no desconectarse con el castigo. De nuevo Willian, con Sergi Roberto amonestado, entró por la izquierda y su centro atrás rematado por Marcos Alonso encontró a Ter Stegen.
A continuación, Kanté cruzó su remate, solo. Y justo antes del descanso, una falta para perfil de zurdo demostró los galones de Marcos, que buscó la escuadra y la encontró. Al palo. Para acabar el primer tiempo.
Esa grandeza del vigente campeón de la Premier se mantuvo tras el descanso, aunque con matices. Courtois regaló un gol a Suárez para luego enmendarlo sacando un buen pie, y a Marcos Alonso le taparon en el último instante todas las llegadas. Una Dembélé, otra Piqué agarrándole en el área (un penalti claro) y una más Umtiti.
Al Barça no le duraba nada la pelota, y menos a partir de las sustituciones de Iniesta y Busquets. Tocaba sufrir. O eso parecía.
Cuando mejor jugaba el Chelsea robó Aleix, pivotó Suárez y Leo, llegando desde atrás, ahondó en el túnel bajo las piernas de Courtois, para marcar el tercero.
Todo fueron buenas noticias para el Barça. Hasta André Gomes, recibido con calor por la grada tras confesar que sufre cuando juega mal, se asentó en el eje y ofreció buenos minutos de control. Entró Morata en el tramo final, con el pescado vendido, y coleccionó pitos. Después ingresó Pedro, sangre azulgrana, y se llevó una ovación memorable.
El Chelsa se permitió morir con dignidad. Acabó con otro poste a la escuadra, de Rüdiger. Cuatro postes entre los dos partidos. No había caso. Messi estaba del otro lado para sumar sus 100 goles en Champions y llevárselos de regalo a su pequeño Ciro.
Fuente
José María Rodríguez