Caracas.- El dirigente político y sociólogo, Claudio Fermín, declinó este jueves su candidatura a las elecciones presidenciales que se realizarán el próximo 22 de abril.
A través de un comunicado, Fermín expresó sus razones y una de ellas se debe a “la convocatoria que desde el poder se hizo ayer 21 de febrero a elecciones de concejales, diputados a los Consejos Legislativos y diputados a la Asamblea Nacional”.
“Los promotores del agravamiento de la crisis se han afincado en la abstención como elemento de ruptura y con ello no sólo han puesto en el otro extremo al gobierno que pretenden desbancar sino que tratan como herejes, merecedores de los más bajos epítetos, a quienes osen plantear vías electorales que desde la óptica de ellos son propias de vendidos al gobierno, colaboracionistas y traidores a la causa del cambio que sólo entienden desde sus personales parámetros. No estoy seguro de la capacidad de convocatoria de los promotores de la abstención pero su capacidad de perturbación es muy alta”, expresó.
Fermín fue el primer alcalde de Caracas electo por voto popular en el periodo 1989-1993. Luego se postuló a los comicios presidenciales de 1993 por el partido Acción Democrática (AD).
Su segunda candidatura presidencial fue en 1998, pero esta vez como candidato independiante.
A continuación su comunicado íntegro:
Queridos compañeros y amigos, la situación general de nuestro país va de mal en peor. Nuevas variables económicas, sociales, políticas, institucionales e internacionales obligan a actualizar el diagnóstico de carencias y conflictos que conviven como entidad inseparable. En consecuencia, rediseñar las propuestas que hemos estado trabajando en el marco de “Soluciones para Venezuela” es también prioritario y urgente.
Este mismo mes de febrero debemos reunirnos para abordar estos asuntos. Sin embargo, les presento estas breves líneas a propósito de la convocatoria que desde el poder se hizo ayer 21 de febrero a elecciones de concejales, diputados a los Consejos Legislativos y diputados a la Asamblea Nacional. Desde hace tiempo han estado abiertos dos cursos de acción política opositora. Por una parte quienes sostienen que el agravamiento de la crisis es una necesidad y por la otra quienes desde terreno más áspero y exigente hemos sostenido que los venezolanos estamos obligados a actuar de consuno para resolver la crisis.
Quienes sostienen la bandera del agravamiento de la crisis han dominado la escena en los últimos años y su llamado ha gozado de la atención de un país capturado por el lenguaje de la emergencia, de la urgencia del cambio, habida cuenta del hartazgo de la población con un desgobierno que ha destruido casi todo. Ofrecer que “todo cambiará mañana mismo” ha sido un mensaje seductor, pero falso y además inconveniente porque esa salida abrupta no es posible sin la violencia y mortandad que le acompañaría.
Los promotores del agravamiento de la crisis se han afincado en la abstención como elemento de ruptura y con ello no sólo han puesto en el otro extremo al gobierno que pretenden desbancar sino que tratan como herejes, merecedores de los más bajos epítetos, a quienes osen plantear vías electorales que desde la óptica de ellos son propias de vendidos al gobierno, colaboracionistas y traidores a la causa del cambio que sólo entienden desde sus personales parámetros. No estoy seguro de la capacidad de convocatoria de los promotores de la abstención pero su capacidad de perturbación es muy alta.
A un país hastiado del desgobierno, comiendo de la basura y muriendo en las puertas de los hospitales sin ser atendido debidamente, le plantean que nada que venga de ese gobierno es bueno, mucho menos las elecciones organizadas por este Consejo Nacional Electoral.
Nosotros, desde otro ángulo y otro lenguaje, sostenemos que el descontento ha alcanzado niveles altísimos, casi de unanimidad, al igual que la conciencia ciudadana sobre la necesidad del cambio político y por eso estamos convencidos que si todos acudimos a votar nuestra presencia será holgadamente mayor que el mercado de votos cautivos del gobierno, el cual no ha podido pasar de seis millones de votantes de un total de diecinueve millones y medio de electores registrados. Somos mayoría y podemos ganar si acudimos a las mesas de votación, tal como ocurrió en diciembre de 2015 con motivo de las elecciones de la Asamblea Nacional.
En ese contexto de defensa del voto, en contra de la inconveniente fantasía de una salida abrupta, presenté a consideración de los venezolanos mi candidatura presidencial como la búsqueda de una opción unitaria. Y por eso propuse elecciones primarias para alcanzar un candidato unitario que enfrentara los abusos ilimitados del poder que hoy nos somete. Con el tiempo, diferentes referentes del mundo político se han plegado al llamado a no participar, formulado por los promotores de la abstención. Así lo hizo Voluntad Popular. Después Primero Justicia, aunque su líder Julio Borges fue el adalid de “resolver la crisis” mediante las sesiones de diálogo o negociación celebradas en República Dominicana.
Más tarde, no obstante el compás de espera que abrieron para el análisis y una demostrada prudencia, también se sumó Acción Democrática. Un Nuevo Tiempo concluyó en la misma decisión. A esos factores políticos siguieron la Conferencia Episcopal, los Rectores de nuestras universidades, asociaciones empresariales de mucha seriedad como Conindustria. En fin, la colcha sobre la cual hay que bordar la candidatura unitaria que habíamos planteado se fue encogiendo de manera acelerada hasta el punto que una candidatura hoy podría ser el fruto de una alianza bien intencionada pero ya no con “capacidad unitaria nacional” para generar el cambio que andamos buscando y con el que estamos comprometidos.
Hemos puesto empeño y desprendido esfuerzo para evitarle al país salidas violentas y para amalgamar el cambio con el cemento de las voluntades de los ciudadanos expresadas en el voto de manera pacífica. Sin embargo, las circunstancias nos han sobrepasado. A esto se agrega que el gobierno en su incurable conducta abusiva ha convocado elecciones para desconocer la legítima Asamblea Nacional y pretende que dicha convocatoria sea una condición para la celebración de la elección presidencial que creemos procedente. Además, ante la incapacidad de convocar a los ciudadanos para respaldar a Maduro, decretan elecciones de concejales y diputados a los Consejos Legislativos tratando así de concitar las justas aspiraciones de líderes locales para darles una razón para participar que no la encuentran en la convocatoria de respaldo a Maduro. Todo es un engaño.
Dadas estas circunstancias de inviabilidad de lograr una candidatura realmente unitaria y dado que no es nuestra tesis la de presentar una candidatura simbólica ni tampoco usar esta coyuntura electoral simplemente para promover un referente opositor y ganar espacio frente a otros, he considerado que perdió sentido la presentación de mi candidatura. Esfuerzos grandes tendremos que hacer para salvar lo que podamos de tolerancia y cohabitación políticas en esta hora cuando los extremos parecieran no tener escrúpulos para hacer de las suyas con tal de buscar adherentes en medio de la polarización. Esfuerzos por igual habrá que hacer para recuperar la institución del voto en un momento cuando se han empeñado desde diferentes tribunas en presentarlo como inútil. Día a día tendremos que seguir entregados a contribuir a la recuperación del país. No desmayaremos en ese compromiso vital.
Reciban la reiteración de mi gratitud por vuestra entrega tantas veces puesta a prueba en apartados caseríos y barriadas populares, en sindicatos y universidades, en la calle y en los medios, al igual que en el paciente y callado trabajo del día a día para contribuir con la transformación del país. Gracias siempre y fuerza para seguir labrando el camino del cambio en paz y en democracia. Un abrazo fraternal.
Claudio Fermín
22 de febrero de 2018.
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