Daniel R Scott / Confesiones de un disconforme

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San Juan de los Morros. La única parte del planeta y del mapa político mundial donde la oposición no es oposición lo es en nuestra amada y sufrida Venezuela.

Tienen todas las de ganar y siempre pierden. Es un híbrido de algún eslabón perdido. No se puede categorizar ni clasificar dentro de alguna especie conocida. La veo y la concibo como una agrupación de sectas que defienden con celo santo sus respectivas y nunca coincidentes doctrinas.

Es un “metal que resuena” dijera la Biblia. Su mensaje produce sonidos inciertos, y en política eso es un error que no se puede cometer: enviar mensajes ambiguos que el oído no capte. Se paga caro. En Venezuela hoy por hoy, el electorado opositor es un huérfano político.

Si hubo un legado dejado por la IV Republica o “Puntofijismo” (nos guste o no) lo fue un “bipartidismo” blindado que tenía una línea de pensamiento político clara y definida que llegaba al pueblo y lo llevaban unido como un solo hombre a las urnas a la hora de votar. Pero hollamos y despedazamos ese legado que se le hizo a la democracia. Y lo estamos pagando. Ajá, sí, entre 1958 y 1998 fueron muchos los errores cometidos, pero dijera un filósofo que no recuerdo, “no puedes incendiar tu propia casa si antes no tienes otra mejor que puedas habitar.”

En otro país, con una crisis política y económica similar a la nuestra, amen al deterioro moral y espiritual, la oposición ya se habría alzado victoriosa con el poder. Ejemplos tenemos, como el caso de “Solidaridad” en Polonia, pero señores…

¡BIENVENIDOS A VENEZUELA!

Daniel R Scott 

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