Daniel R Scott / Contra el silencio y el olvido

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Guárico.- Tengo en mis manos el libro “Contra el silencio y el olvido” publicado por la “comisión por la justicia y la verdad” y que tenía por presidente a Luisa Ortega Díaz, hoy una prófuga de la justicia venezolana.

Se trata, como dice una de sus páginas preliminares, del informe final de la “Comisión de Estado por la Justicia y la Verdad contemplada en la Ley para Sancionar los Crímenes, Desapariciones, Torturas y otras Violaciones de los Derechos humanos por Razones Políticas en el Período 1958-1998”.

Así de largo es el título, como le encanta al socialismo. El trabajo, muy bien documentado por cierto, cuenta con colaboradores tan ilustres como José Vicente Rangel y Tarek Williams Saab, entre muchos. Quisiera tener un ejemplar en mi biblioteca, pues este no es mío y no acostumbro hurtar libros.

Hojeándolo, me entero de las cosas tan terribles que ocurrieron en ese lapso histórico, y no seré yo quien desmienta o justifique todo lo que este libro recoge.

No puedo. Sería una inmoralidad. Lo que relata es terrible, condenable y no debió ni debe volver a suceder. Pero es mi opinión que cuando se habla de los abusos de la derecha hacia la izquierda, también debería hablarse –para equilibrar- de los abusos perpetrados por la izquierda contra la derecha.

Porque se trató, al menos en la década de los sesenta, de una “lucha armada” donde ambos bandos cometieron excesos y no se tuvieron compasión. Y podríamos señalar casos muy puntuales, como la de aquel guardia nacional que fue capturado, torturado y atado cerca de una cueva de bachacos con la espalda untada con mermelada… luego que le arrancaron la piel a tiras.

¿Y qué decir de la famosa foto del sacerdote y capellán Padilla sosteniendo en sus brazos a un soldado moribundo? Si queremos entender bien el contexto de esa foto, basta con leer un libro escrito por García Ponce León –guerrillero- sobre la lucha armada en Venezuela en la década de los sesenta.

O la del policía que fue abordado desde atrás y desenfundándole del cinto su propia arma, fue asesinado delante de su hijo de seis años, mientras desayunaban juntos.

Sus compañeros duraron todo el día para recuperar el cadáver, ya que los francotiradores -de la izquierda- no los dejaban acercarse al lugar. O de aquel otro guardia nacional que fue ahorcado con un alambre de púas en un motín.

Por tener parientes muy cercanos que participaron en la guerrilla, podría colocar más ejemplos, pero no me siento autorizado para hacerlo sin contar antes con la aprobación de los familiares.

Desde la posición que hoy gozamos, observando sobre la cúspide de los Derechos Humanos lo que el informe recoge suena terrible, y lo fue, pero es el caso que ambos bandos se creían llamados a defender y preservar una gran causa o lucha, y lo hicieron muy en serio durante el cruento contexto de la “Guerra fría” y de los países alineados y no alineados –conceptos obsoletos y que se vuelven a poner de moda en virtud del socialismo del siglo XXI y la intervención de potencias extranjeras en nuestros asuntos internos.

Hoy, desde la óptica oficialista, se ve a la izquierda como una élite idealista que vestía franelas con la efigie del Che y tocaban canciones de Ali Primera, cuando en realidad esta no era toda la verdad.

Hubo más que esa fachada ideológica y cultural. Los hubo que en nombre de la estrella roja de cinco puntas, -la que prometía llevar con sacrificio y sangre la revolución a los cinco continentes- desestabilizaron un sistema que, según su esquema, tenía que ser desestabilizado, y sufrieron al hacerlo.

Es muy cierto que solo los gobiernos violan los derechos humanos, y lo es también que mucha gente inocente sufrió tortura y muerte, pero todo informe “contra el silencio y el olvido” que no tome en cuenta la otra parte, no está tan en contra ni del silencio ni del olvido.

Daniel Scott
 
 
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