Por sexta vez lo veo en una librería, cinco veces lo he leído y ¡otras tantas me lo han robado! Con este ejemplar haré como se hacía con los escasos libros existentes en la Edad Media: lo ataré a la pared con una cadena. A ver si algún enamorado de la buena literatura venezolana no se lo lleva.
Esta novela es tierna, nostálgica, evocadora, y tiene el raro don y poder de encerrar la magia de la niñez de todo aquel que la lee.
Sí, porque todos, sin importar nuestros orígenes y ascendientes, pueden como la autora recordar su infancia con algo de añoranza y misticismo.
En la contraportada se puede leer: “En esta novela de Teresa de la Parra (1889-1936) se cuentan los recuerdos de Mamá Blanca, como es nombrada efectivamente por la autora.
Son las remembranzas de una infancia dulce y tranquila en Piedra Azul, una hacienda cercana a Caracas, que se ve perturbada por la decisión del padre -Don Juan Manuel- de mudarse a la capital y la muerte de una de sus hermanas”.
Cuando, un tiempo después, las niñas visitan el lugar para rememorar, ¡lo encuentran todo cambiado! Como a la europea, sin rastros de lo criollo.
Lo ven como el triunfo del revés sobre el derecho. ¿Moraleja? Creo que es esta, devastadora pero cierta: “Debemos alojar los recuerdos en nosotros mismos sin volver nunca a posarlos imprudentes sobre las cosas y los seres que van cambiando con el rodar de la vida. Los recuerdos no cambian y cambiar es la ley de todo lo existente”.
Este libro, a costo razonable, se puede conseguir en “Librerías del Sur,” ubicada en la av. Bolívar, el CC Galería, nivel Mezzanine, en San Juan de los Morros y atendida por nuestra amiga Carmen Rodríguez, quien en este momento es una promotora militante de la lectura.