Daniel R Scott / Todos somos Adán

0
676

Cuando se trata de buscarle una explicación a los males que aquejan a la humanidad, -allí están, no habla el pesimismo- se recurre a todo tipo de filosofías e interpretaciones, todas al parecer igualmente válidas.

Todas las disciplinas ideadas por el hombre en su estudio y saber parecen dar sus respectivos aportes, convirtiéndose como las ciencias auxiliares sobre el tema de por qué el hombre es como es y actúa como actúa.

Quizá la primera o más antigua explicación de todas –y la menos aceptada- la encontramos en la Biblia, y aun cuando nos parezca mítica y hasta risible, merece nuestra consideración.

En esencia es esto: el hombre extendió su mano hacia lo prohibido, -el árbol de la ciencia del bien y del mal- y a partir de allí, principió la caída del hombre como entidad y como comunidad.

Decidió, por acto de libre voluntad, darle la espalda al Creador y construir su mundo y su futuro sin Dios, o con una falsa concepción de ese Dios en el que dice creer y adorar.

A partir de ese momento histórico pero sin fecha definida, el hombre inició una carrera que si bien fue ascendente en muchos aspectos –en lo técnico y científico en lo tocante a occidente- también lo llevó a las profundidades más abyectas e inimaginables, negando su calificativo de civilizado.

Como dije puede parecer una teoría simplista y hasta algo risible pensar en el relato del Génesis como una explicación racional a la conducta posterior del hombre y de la humanidad, pero yo no encuentro otra mejor.

No nos damos cuenta que quizá esa la mejor manera que tenía un antiguo pueblo agricultor y pastoril de la Edad Antigua de recibir una revelación y de expresar una verdad de gran profundidad espiritual, histórica y filosófica.

Se puede aceptar o rechazar, pero no quitarle el lugar que le corresponde en la lista de explicaciones sobre el tema del hombre y del mal.

Por otra parte, cuando analizamos la triste realidad de Génesis 3 reflejada ya no en las páginas de la Biblia sino en nuestra propia vida y conducta, ya no parece tan simple ni es motivo de risa, ni mucho menos una teoría anticuada y mítica.

Deja de producir hilaridad y sí mucha seriedad. Porque desde los albores de la historia hasta el presente, -o desde los albores de nuestra propia vida hasta el presente- vemos como una y otra vez reproducimos el episodio de Adán, dándole al mismo una validez y vigencia que pasma. ¿Cuántas veces, uno y todos, no hemos extendido la mano al fruto prohibido –que adquiere mil formas según la ocasión y contexto- acarreando destrucción y miseria individual y colectiva? Dependiendo del contexto y de lo que ambicionemos, las consecuencias pueden ser imperceptibles o de consecuencias impredecibles a corto y largo plazo.

Y es entonces cuando descubrimos que el Edén y el pecado, más que un punto geográfico y hecho concreto, es una realidad existencial y que, ciertamente, Adán lo somos todos

Daniel Scott

Loading...

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.