Hoy en la tarde, bajo un clima inusualmente gris para marzo, me sentía muy inquieto, justo en el momento que me encontraba solo entre los viejos muros de aquella casa abandonada.
Como si alguien espiara. Me parecía como si el aire que se paseaba por las tejas escondiese en sus labios el invisible susurro de una noticia no del todo grata y que no deseaba comunicar.
Y fue en la noche que me lo comunicaron: amiga mía, excelente mujer, compañera de trabajo benevolente y cordial y, más importante, hermana en Cristo: te nos fuiste hoy…
Sé que estás en la presencia del Cristo que amaste, pero ¡ay Crisalia Morao! La noticia me sonó algo incómodo y amargo en no sé qué parte del alma.
Estos tiempos Crisalia, estos tiempos: los sabíamos proféticos, lo leíamos en la Biblia y los oímos en los púlpitos, pero jamás pensamos en cuán de cerca todo aquello nos afectaría…
Son los asuntos secretos de la inescrutable soberanía de Dios que es mejor respetar. Los silencios de Dios son tan sagrados como su voluntad revelada.
Unos se irán, otros quedarán, – sea hecha la voluntad de Dios – pero igualmente, tarde o temprano, todos los que amamos al Señor coincidiremos en un punto del Cielo… más allá del sol… y seremos felices a perpetuidad.
Pastor Daniel R Scott