Diego Ranuárez / Venezuela, una reina vestida de harapos

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San Juan de los Morros.- El planeta está cambiando, o al menos parece que los países empiezan a reconocer que deben replantearse la dinámica económica que manejan. El petróleo, que de una forma u otra es la sustancia que mueve al mundo industrializado de hoy en día, incluso con momentos en los que parece recuperarse, ha estado teniendo bajas históricas en sus precios (mas del 50% en los últimos dos años) producto de conflictos de diversa índole, los cuales van desde disturbios en la oferta/demanda y desajustes en la producción, hasta las críticas de corte medioambiental que condenan su uso.

Ante esto, la comunidad internacional ha reaccionado de formas diferentes dependiendo de cuánto y de qué manera esta situación les afecte, y así ocurrió que a los países productores de la región árabe se les pidió que bajaran su producción, para así dar oportunidad al mercado internacional de ajustarse, pero ante esta iniciativa hubo oposición, y si bien algo de ello se logró, se consiguió tarde y de forma menos intensa de lo que pretendía.

El mundo aparentemente se sostiene, con sus conflictos de opinión, con críticas a políticas económicas, con algunas miradas que apuntan al futuro y a nuevas tecnologías, y con el caos general del medio oriente, sin embargo, mas que solo preocupar, esta situación global se ha traducido en un multiplicador de los males inherentes de economías que ya se encuentran maltratadas debido a razones muy propias, como es el caso de Venezuela.

Para un país cuya economía se basa 95% en ventas de petróleo, los frecuentes desajustes en los precios del hidrocarburo han hecho las veces de gravísimas heridas por las que se desangra el capital monetario nacional, y es que entre 2014 y 2015 solamente, los ingresos bajaron de 39.716 millones de dólares a 13.236 millones de dólares, pasando en 2016 a batir record de pérdidas con solo 5.291 millones de dólares, una caída que sin lugar a dudas es la peor de las últimas dos décadas.

Dicha caída se ha hecho notar ampliamente en la sociedad venezolana, la cual se ha visto enfrentada a porcentajes de inflación que han alcanzado el 455% en febrero del 2017 según la firma Torino Capital, y que probablemente solo empeorará, según el Fondo Monetario Internacional, que pronostica una inflación de 2068,5% para 2018, y esto es sólo cifras oficiales, las que el gobierno permite sean publicadas.

Ante números tan imponentes, el ciudadano común no sabe de quién o de qué es la culpa, y tanto el oficialismo como la oposición se acusan mutuamente de ser los directos responsables de desajustes y fallas de políticas resultantes en un caos económico que solo pudo verse empeorado ante una dinámica mundial que también ha estado teniendo problemas.

Sin embargo, algunas cosas son ciertas mas allá del espectro político al que se pertenezca. Por una parte, ser tan dependientes de un solo rubro es un arma de doble filo, son grandes los beneficios cuando este es solicitado y los precios son altos, pero son terribles las pérdidas cuando lo opuesto ocurre, como es el caso de Venezuela, que históricamente se ha mantenido casi exclusivamente como una economía petrolera, quizás por una mezcla de facilidad de producción, enormes reservas y constante demanda, y que ha resultado en una montaña rusa de bonanzas y debacles.

Este es el hecho negativo que enlaza directamente la situación actual de la economía venezolana con la economía mundial, pero por si mismo no explica completamente porque el país está como está.

El gobierno habla de una guerra económica impulsada por la oposición y sus aliados extranjeros, y que tiene como propósito sabotear las iniciativas del estado y desmejorar la imagen de este, para luego atribuirle cualquier falla u omisión a sus enemigos de la derecha, pero lo cierto es que en ningún momento han ofrecido pruebas concluyentes de estas intervenciones, solamente amenazas y acusaciones cada vez que algo suyo es criticado.

Por otra parte, basta solamente prestar un poco de atención, tener un mínimo de conocimientos de economía y dejarse de cualquier tipo de fanatismo partidista para darse cuenta del hecho lógico de que el gobierno si ha tenido sus muy claros errores, muchos de estos en lo absoluto admitidos, sino que en su lugar los niegan y los esconden tras acusaciones ideológicas, partidistas, pero por sobre todo, fanáticas.

Existen una serie de factores únicamente adjudicables al estado, entre los que se encuentran supuestos casos de corrupción y narcotráfico en todas las esferas del poder nacional, algunos de los cuales han salido a la luz gracias al mismo gobierno en una movida que resulta nada mas alla de un obvio intento de limpiar su imagen nacional e internacionalmente. Sumada esta situación a la dependencia petrolera y a los problemas del manejo mundial de este rubro, podrían quizás explicar el porqué del debacle económico.

Adicionalmente, un principio económico que la gran mayoría de los venezolanos no han entendido, concentrándose en la falsa satisfacción a corto plazo que produce, es la relación directa que el aumento generalizado de salarios en el sector público tiene con la inflación: el gobierno, en su afán de mitigar la crisis y aumentar el poder adquisitivo, ordena aumentos de sueldo, los cuales se traducen en encarecimiento de mano de obra, lo cual produce un aumento en el precio de los productos para así mantener un margen de ganancias rentable, además de dar oportunidad a usureros y especuladores de inflar aún más sus precios ante la ausencia de autoridades que vigilen el cumplimiento de los controles que decreta el ejecutivo nacional.

Por otro lado se tienen a los subsidios, los cuales abaratan los costos a corto plazo, pero al estado tener que dar dinero adicional, básicamente pagando parte de lo que le tocaría al consumidor, nadie ahorra nada, sino que se pierde la oportunidad de invertir ese dinero en infraestructura, salud o educación.

También es altamente criticable el gran número de expropiaciones hechas a empresas y organismos del sector privado, todo el nombre de una ideología socialista que busca concentrar los medios de producción en manos del pueblo, pero que en el caso de el gobierno Chavista/Madurista, no hay necesidad de criticar ideológicamente, ya que existen pruebas concretas de que la casi completa totalidad de empresas expropiadas que se suponía trabajarían directamente para el estado, están inactivas, siendo esto una innegable e inexcusable pérdida para el motor productivo del país.

En relación con esto y con la dificultad de acceso a las divisas, los productos nacionales se han reducido hasta el punto de la desaparición de muchas marcas y variedades, teniendo que recurrir a una intensa política de importaciones, las cuales representan un gasto adicional que hiere a la ya debilitada economía de la nación.

Por último, un hecho criticable desde un punto de vista lógico y quizás hasta moral, es la frecuente e intensa adquisición de armas y vehículos de guerra por parte del estado. Mucho se podría decir sobre la necesidad de tal cantidad de armamento para un país que no se ha visto envuelto en guerra alguna desde el siglo XIX, y es ciertamente válido pensar que los miles de millones de dólares invertidos en armas serían mejor utilizados en la reactivación del aparato productivo o en la dotación del sector salud. Esa sería la conclusión más lógica, pero es también lógico que un gobierno que nació del gremio militar y que se sostiene principalmente por el apoyo de este, busque una demostración de poderío al presumir de algo de ese tipo.

Es cierto que la coalición opositora no ha presentado un programa de propuestas que solucionen la actual problemática, pero ninguna salvación será ni rápida ni fácil, y mientras el sector oficial, el cual ha tenido control absoluto de la economía del país siga con iniciativas y políticas que no han podido rendir frutos, mientras se enfoque en lo que cree que debe ser en lugar de lo que de verdad se necesita, Venezuela no podrá levantarse, y sus riquezas serán drenadas hasta ya no quedar mas. Para recuperarse, para avanzar y ajustarse a los cambios que atraviesa la economía global, es necesario admitir de lleno los errores propios, y sincerarse. ¿Habrá en el país un socialismo que sea verdadera preocupación por el pueblo en lugar de sólo discurso, mascarada y baile macabro?

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