Edgardo Malaspina / Breve historia de la hipertensión arterial y su medición

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1   Los médicos de la Antigüedad sospecharon la hipertensión arterial y la llamaron “pulso duro”. Los egipcios consideraban al corazón como el centro de la vida (a diferencia de los mesopotámicos que lo ubicaban en el hígado) porque detectaron sus reacciones ante las emociones; de allí eso de “tengo una corazonada”.

Los griegos no se la imaginaron porque  creían que el soplo espiritual circulaba por las arterias, nombre que propuso Aristóteles (aertereo : aer: aire, tereo: contener), quien precisaba que por las arterias el aire del alma ; y por las venas, la sangre.

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Erasístrato, médico de Alejandría, le diagnosticó a un príncipe “mal de amores” porque se le alteró el pulso al contemplar a una mujer. El pulso y la tensión arterial son medidos por unos aparatos llamados “detectores de mentiras”  o polígrafos, muy populares en las series policiales; y que muchos científicos serios  los califican de inútiles  porque hay caraduras que saben mentir muy bien.

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En 1643 el físico italiano Evangelista Torricelli demostró que el aire tiene peso o ejerce presión sobre nosotros, e inventó el barómetro, cuyo principio básico de funcionamiento es el mismo para medir la tensión arterial.

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En 1711 Stephen Hales, un cura inglés, introdujo un tubo de  vidrio en la arteria de una yegua y observó cómo la sangre  subía y bajaba de acuerdo a los latidos del corazón. Ese experimento se considera la primera medición de la presión arterial porque Hales usó un instrumento parecido al de Torricelli.

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Otros científicos midieron exitosamente la presión arterial en ratones y otros animales. El mismo método se usó en humanos, rompiendo piel y vasos sanguíneos; pero eso era muy traumático y doloroso.

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En 1896 el médico italiano Riva Rocci  usó un brazalete  sobre el brazo y midió a través del puso la presión arterial sistólica, popularmente conocida como la alta. Eso todavía se puede hacer cuando nos roban el estetoscopio aunque no sepamos la presión diastólica o baja.

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En 1905  el médico ruso Nikolai Korotkov propuso el método para medir la presión arterial que utilizamos hasta nuestros días: coloquen un brazalete sobre el brazo, inflen un balón con un manómetro para comprimir la arteria radial hasta la desaparición de sus pulsaciones, captadas con un estetoscopio. Luego  desinflen el brazalete lentamente y aparecerán una serie de sonidos que diferenció en cinco categorías. El primero de esos sonidos corresponde a la presión sistólica del corazón, mientras que el último refleja la presión diastólica. Ambos son producto de la descompresión gradual de la arteria. Los  sonidos mencionados se denominan, en justo reconocimiento histórico, las cinco fases de Korotkov.

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El invalorable aporte de Korotkov a la medicina fue reconocido mundialmente en 1939 por el Comité Mixto de la Asociación Americana del Corazón y la Sociedad de Cardiología de Gran Bretaña e Irlanda (y más tarde  por la OMS) como un método práctico, seguro y sencillo para medir la tensión arterial.

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El artículo de Korotkov donde comunicaba su  gran descubrimiento tenía exactamente 281 palabras (esta nota tiene más del doble),  y lo leyó en cinco minutos mientras demostraba su método. Por lo visto tomó muy en cuenta el consejo de otro  médico ruso, Antón Chejov, quien  solía decir que  la brevedad es hermana del talento.  Por cierto, y por pura casualidad, Korotkov  proviene del ruso “korotkie”, que significa “breve”; y el apellido surgió en Rusia para referirse a las personas de baja estatura.

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No hay lugar en el mundo donde no se mida la  presión arterial según el método de Korotkov  (el único no invasivo); y cualquier investigación médica que involucre la presión arterial se escribe en los informes: la presión se midió según el método de Korotkov.

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Luego del invento de Korotkov se empezó a sospechar que la lectura de la tensión arterial podía reflejar el estado de salud  como lo hace la temperatura; y en 1907 las compañías de seguros de Nueva York  empezaron a medirla a sus clientes.

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En 1915 las compañías de seguros estadounidenses llegaron a una conclusión: mientras más elevada la presión arterial, mayor peligro para la salud. Y desde entonces empezó la carrera en los laboratorios del mundo para buscar el tratamiento.

Edgardo Malaspina

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