1 El Complot de las Batas Blancas, también llamado el Complot de los Médicos, fue un famoso caso inventado por Stalin para eliminar principalmente a destacados personalidades de origen judío, en el marco de sus relaciones tensas con la recientemente fundada nación de Israel.
Según el dictador algunos médicos utilizaban tratamientos para asesinar a altos dignatarios soviéticos y del partido comunista. Estos médicos supuestamente acataban órdenes del imperialismo, y por eso fueron declarados traidores a la patria. También se les sometió al escarnio público con la etiqueta de “médicos asesinos”.
Pravda, el órgano oficial del partido comunista, publicó un artículo en primera plana con el título de “Verdaderos espías y asesinos con máscaras de profesores-médicos”; y el periódico humorístico El Cocodrilo mostró una caricatura de un médico “desenmascarado”, alzado por el cuello de su bata por la mano todopoderosa del Estado vigilante y protector.
2 En realidad era el principio de una operación de Stalin para liberarse de algunos de sus compañeros de partido, tales como Mólotov, Mikoian, Voroshilov y Kaganovich. El arresto de los “conspiradores” se inició en enero de 1953. Los primeros en ser encarcelados y torturados (varios murieron en los interrogatorios) fueron los médicos del kremlin. Stalin murió el 5 de marzo de 1953 sin atención médica, precisamente porque los mejores galenos estaban tras las rejas. Inmediatamente luego de la muerte del dictador los galenos fueron liberados y completamente rehabilitados.
3 Vladimir Vinogradov (1882-1964) fue un destacado médico internista ruso, considerado uno de los pioneros de la Cardiología, la Gastroenterología, y la Neumonología soviéticas. Era profesor de varios institutos médicos y fundó el primer departamento hospitalario en la URSS para el tratamiento de los infartados. Con tan buena hoja curricular fue designado uno de los médicos privados de Stalin en 1940.
Como Vinogradov era uno de los primeros en la práctica clínica y en la academia, fue también uno de los primeros en ser acusados de conspirador.
4 En 1952 Stalin regresó de su dacha (casa de campo rusa) muy enfermo. Era hipertenso, bebía y fumaba mucho. Llamó a Vinogradov para que lo examinara, y el médico cometió el error de decirle toda la verdad, y además le recomendó dejar el cigarrillo, abandonar el trago y guardar reposo. Stalin calló, pero pensó: “¿Un reposo? En realidad, este traidor a la patria me quiere fuera del juego”. Lo primero que hizo el Koba (apodo de Stalin) fue sacar a Vinogradov del Kremlin, y luego empezó a tramar su venganza, la cual materializó con el asunto criminal contra los médicos.
5 Después de ser torturado, Vinogradov, que ya tenía setenta años, reconoció que en sus consultas a los camaradas había actuado con mala intención y que todo era parte de un complot mayor internacional para asesinar a los altos jerarcas del gobierno soviético.
La tortura, además de los golpes, consistía en mantenerlo esposado con las manos hacia atrás en el día, y en la noche hacia delante; mientras permanecía desnudo por largos periodos en una nevera.
¡Así cualquiera confiesa lo que le pidan!
6 Uno de mis profesores más emblemáticos y populares fue Vladimir Vinogradov hijo (1920-1986), jefe de la Cátedra de Cirugía. Su forma de ser era una combinación de contradicciones anímicas: soberbio y bondadoso, burlón y comprensivo, locuaz y silencioso, etc.
7 Vinogradov representaba más edad de la que cargaba sobre sus hombros: apenas tenía sesenta años cuando fue nuestro profesor, pero parecía un anciano, aspecto que acentuaba, aún más, una ligera joroba. Tras su carácter huraño y reservado estaba encerrada, probablemente, con todas las consecuencias y huellas morales del caso, una parte de la historia de las represiones estalinistas. Porque las sospechas y retaliaciones contra una persona eran extensivas hasta los familiares de los indiciados. Así que nuestro Maestro Vinogradov también recibió algunas gotas de la bilis que le dieron al padre. De allí le venía lo amargo de su talante.
8 En las clases magistrales Vinogradov criticaba duramente algún tratamiento quirúrgico descrito en los manuales y proponía su propio método, como el que inventó para tratar la pancreatitis aguda. A Andrés Vasilevski, su colaborador, pero al que trataba más bien como a un paje, le hacía observaciones en alta voz (por no decir con gritos) y lo llamaba “Andriusha” (Andresito). Este diminutivo, en ocasiones sonaba despectivamente; y en otras, con cariño.
9 Luego de una intervención quirúrgica, Vinogradov se retiraba a un rincón del pasillo y fumaba. Se iba al cafetín y se sentaba. Pedía una taza de café negro, sobre la cual vertía licor de una botellita que cargaba siempre en un bolsillo de la bata. Nos miraba, esbozaba una sonrisa y en tono irónico decía: un “profiesor” tiene derecho a beber café con coñac.
10 Enfermó de cirrosis hepática con todas sus etapas, incluyendo la hemorrágica; y llegó a vivir en una sala del hospital de manera permanente. Era al mismo tiempo médico y paciente. Pero luego, con el avance de las complicaciones, abandonó sus quehaceres hipocráticos y docentes para convertirse solamente en un enfermo terminal.
11 Me correspondió rendir el examen estatal de Cirugía, precisamente, a Vinogradov. Luego de la evaluación práctica señaló los retratos de los pioneros de la cirugía rusa. Por mis ojos desfilaron Pirogov, Sklifosovski, Vishnevski, Spasokukoshki, Burdenko y otros. Luego vino una especie de debate en el que claramente yo llevaba la peor parte. Al final dijo que cuando nos graduamos de médicos, tenemos muchos conocimientos pero poca práctica. “Vendrá la experiencia y todo se emparejará”. Al despedirme me sugirió que viajara hasta la última morada de Pirogov en Ucrania. Este mandato lo cumplí cuando visité el museo del padre de la cirugía rusa en Vinnitsa y pude ver su cuerpo embalsamado.
12 Vladimir Vinogradov hijo es considerado en la actualidad uno de los baluartes más talentosos y brillantes en la historia de la cirugía rusa. En su memoria se realizan todos los años en Moscú unas jornadas quirúrgicas que llevan su nombre.
13 Yo recuerdo a Vinogradov con un sentimiento ambiguo que se mueve entre la admiración y la tristeza.
IMAGEN
El famoso artículo de Pravda junto a la caricatura de El Cocodrilo.