I Hace 83 años nació Argenis Rodríguez (Santa María de Ipire, 1935- San Juan de los Morros-2002). Hoy la opinión es unánime en los círculos literarios y políticos: Argenis Rodríguez, uno de los más grandes escritores de todos los tiempos, es también uno de los constructores de la democracia venezolana.
Con su libro “Entre las breñas” inició un ciclo de publicaciones que dieron cuenta de las contradicciones de la experiencia guerrillera en Venezuela y de la inviabilidad del proyecto marxista. Recuerdo que una vez le hice un comentario por su análisis dostoyeskiano de la psicología de los comunistas, e inmediatamente me respondió sin falsas modestias: “sí, con el tiempo dirán que fui un visionario”.
Visión cumplida, pues. Argenis, inspirado en el autor de “Crimen y castigo” desmenuzó la psiquis de cierta gente de izquierda de nuestro país y vaticinó su brusco cambio hacia el totalitarismo al llegar al poder. Cronos le ha dado la razón.
II Argenis Rodríguez aparece entre los más prominentes representantes del Realismo sucio (Dirty realism) al lado del estadounidense Charles Bukowski. Estos escritores no se detienen ante las represalias cuando quieren decir sus verdades de manera precisa y sin adornos. El presidente Caldera una vez le dijo: “Te admiro porque tú escribes lo que piensas sin temor al qué dirán”.
III De las obras de Argenis he extraído una serie de frases que tienen el valor de los aforismos filosóficos o las sentencias pronunciadas por los hombres que han alcanzado la sabiduría a través de las muchas lecturas y las diversas duras experiencias de la vida. A continuación 20 sentencias de AR:
- La misión de la literatura es la de interpretar al hombre. Hay mucha gente que se enfurece por el yoismo o egoísmo de los escritores o artistas en general, pero es porque esta gente no comprende que un escritor al meterse dentro de sí mismo interpreta a todos los hombres.
- Los grandes escritores han escrito para averiguarse, por conocerse o por protestar contra lo establecido. El gran escritor lo que ha buscado es su propia destrucción o la paz consigo mismo. Paz y destrucción han sido siempre la misma cosa y están presentes en el hombre.
- El hombre grande es la encarnación de la tragedia y sólo la muerte, que lo induce a la inmortalidad, lo aplaca y le da descanso.
- Mi grandeza reside en hablar de mi bajeza,
- El escribir debe ser un acto de sinceridad. Hay que decirlo todo como uno lo ve, como uno lo piensa, como uno lo siente a riesgo de caer en las injusticias.
- Uno puede hacerse grande desde el rincón más pequeño. El mundo no está reservado para los que nacen en las grandes potencias; lo es para todos.
- A uno lo odiarán bastante. Eso está bien. Lo que está mal es que no lo odien a uno.
- La gente se ahoga en un vaso de agua. Pero hay otra más estúpida que se ahoga con su propia saliva.
- Los países son gracias a un loco. A un tipo irreductible y difícil de atar. Los países existen gracias a la imaginación, la poesía y la locura. Lo demás es paja.
- En el arte de escribir no existen reglas. Las reglas, como la técnica, se las inventa el mismo escritor a medida que trabaja.
- La moral es la primera enemiga de los escritores.
- Para Baudelaire la inspiración no existía. Goethe dijo que el genio es una larga paciencia; y Baudelaire, tal vez pensando en esas palabras, escribió: “Decididamente, la inspiración es la hermana del trabajo diario”.
- La mejor prueba de mi pureza y de mi integridad es mi pobreza.
- Es un error ponerse a competir con la gente: uno no nace para competir sino para vivir.
- Una de las grandes cosas que he descubierto es que puedo vivir con bien poco y que por esa razón dispongo de todo mi tiempo para consagrarme a lo mío.
- El hombre tiene una capacidad ilimitada de sufrimiento. Todo puede ser soportado por el hombre. Ahí radica el infierno.
- La ideología es una condenada máscara para engañar también.
- La naturaleza fue injusta con los de mi generación. A mí me dio todo el talento y a los demás apenas si colocaciones en universidades y en cargos públicos.
- No he vivido, sino que he leído…
- Cuando yo muera van a escribir en mi tumba: tendremos la maldición de recordarlo por los siglos de los siglos.
Edgardo Malaspina