Madrid.- El Madrid añadió otra noche negra a una Liga donde acumula fracaso tras fracaso. Se despedirá de este campeonato sin haber ganado un partido al Levante, que le igualó el partido en dos ocasiones, la última casi al final porque el equipo blanco no se aguanta a sí mismo ni tampoco maneja los resultados.
Cuando tenía el triunfo en el bolsillo, un nuevo desajuste en defensa le costó el triunfo y gran parte del rearme anímico tras sus buenos resultados en el campeonato. Fue un punto de oro para el equipo granota y otro más en la larga cicatriz con la que competirá el Madrid ante el PSG.
Por momentos lo que pasó resultó inexplicable. Como en otras ocasiones, los jugadores del Madrid regresaban al túnel de vestuarios moviendo la cabeza de un lado a otro, negando lo que les estaba pasando. Aquello que ocurría era un empate a uno tras el único tiro a puerta del Levante.
Corría el minuto 42 cuando Lukic condujo la pelota tanto como le gusta y dejo solo a Morales. Su pase fue tan efectivo como la pésima colocación de Sergio Ramos, que perdió la referencia del delantero como si fuera un juvenil.
En el mano a mano, Keylor Navas respondió bien, pero sus compañeros volvieron a dejarle mal en el rechace. Como Fornals (Villarreal) en el Bernabéu, Boateng superó al portero que fue del equipo granota, con Varane por los suelos y Sergio sin poder detener la pelota. Todo el buen trabajo del Madrid se podía tirar a la papelera.
El gol de Sergio Ramos (minuto 11), de cabeza tras un córner, daba vigencia al plan del Madrid, que jugó muy cómodo, casi autoritario en su control, durante 42 minutos. Justo hasta que le volvieron a desnudar de un plumazo.
El desconcierto del equipo blanco fue notorio en la reanudación. Perdió el aplomo con el que había jugado. Su fragilidad mental es palmaria. Le han dado tantos golpes que no resiste ni uno más. El Madrid se había enredado hasta llevar al encuentro al cara o cruz, un clásico en esta temporada.
Salió después Isco, lo que ahora es noticia. Zidane recuperaba el once de Cardiff. Evocar aquello trae un puñado de recuerdos magníficos al madridismo, pero la reunión de los 11 de la Duodécima no significó que en el Ciudad de Valencia emergiera un gran equipo.
Se elevó un jugador extraordinario llamado Modric que todo lo hizo bien, defender y atacar. Al Madrid le faltó magia y precisión en el último pase, pero se encontró con el segundo gol. Morales se atascó en la salida de balón, Postigo pecó de blando y Benzema fue más pillo para pasársela a Isco, que no falló.
Pero el equipo blanco recordó gran parte del desastre en el que se ha convertido. Sus cimientos son de barro. Otro fallo defensivo le costó el empate. Un fantástico pase de Jason a Pazzini valió el empate. Esta vez falló Carvajal. Tampoco la paró Keylor. Vuelta a las andadas.
Fuente
Jesús Sánchez