Con su estilo rapado y llevando ropa deportiva totalmente blanca, llegó a nosotros Jesús Rafael Oronó “Pantoño”.
Por medio del Olímpico Armando Guevara que en medio de una Gala de Boxeo en San Juan de los Morros, nos dijo “Aquí te lo tengo para lo entrevistes, Rafael Oronó” . El mismo que se volvió popular por aquello de que lo primero que compraría después de ser campeón sería una “Casa pa Maita ” para su abuela.
Es un hombre certero, con palabras directas, muy claro de lo que puede ser el boxeo como negocio, porque él estuvo dentro de sus entrañas, sus temibles garras.
“Cuando el Negro estaba vendiendo pescado no tenía nada, pero cuando el Negro se hizo campeón vinieron muchas mujeres. Cuando me gané el cinturón me llovieron las mujeres y ellas fueron las que me dañaron las piernas” expresándose de forma jocosa sin ninguna prohibición.
Es la vida oscura detrás del boxeo, a un campeón le ofrecen la gloria pero a la vez es una forma de acabar tempranamente con su carrera. La lista es larga de los boxeadores que después del título no son capaces de repetir sus glorias porque sus condiciones físicas se ven limitadas por el exceso de las fiestas, ajetreo e infinidad de placeres que terminan agobiando a un atleta.
El primer campeón Supermosca venezolano “Me da rabia ir al boxeo” por la poca seriedad de los promotores de la actualidad. “Hace falta un Rafito Cedeño o un Ramiro Maldonado, personas que fueron serias en su trabajo”.
En la actualidad es un entrenador anclado a la soledad del gimnasio, no le gusta lo que ve, pero ama que lo reconozcan, que lo abracen, siente mucha gratitud con la gente que lo quiere.
“Pantoño” apodo que legó de su pueblo natal. Ha vivido varias etapas en su vida, lo bueno y lo malo, las mieles del éxito y la pobreza, el reconocimiento sin límites y el rechazo de aquello que decían estar a su lado.
En el medio de toda esa acelerada existencia cree en el deporte como la mejor respuesta para que los jóvenes se alejen de los vicios, manteniendo una vida sana.
La palabra hazaña camina con “Pantoño”, como aquella pelea memorable en que venció con una sola mano luego de lesionarse en el tercer round. Peleó los 15 asaltos, le pidió a su amigo del alma “Cochocho” “No me paren la pelea que yo quiero una Casa pa Maita”.