Caracas.- José Luis García es oficial de seguridad y vive en un edificio de Misión Vivienda en Tanaguarena, estado Vargas. Sus cuatro hijos no van a la escuela desde hace dos semanas por falta de comida. Asegura que es la situación más dolorosa que le ha tocado vivir. La comida fuerte del día es una sopa que obtienen gracias a un comedor de una iglesia evangélica que funciona en Bellas Artes. Pero esto no le asegura a los niños el aporte calórico que necesitan para pensar y aprender.
En los estratos más pobres, 3 de cada 4 estudiantes dejan de ir a la escuela alguna vez por no tener comida, precisa Anitza Freites, directora general del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB.
Y, según la Encuesta de Condiciones de Vida, elaborada por la UCAB, UCV, USB, hay 2 millones 828 mil alumnos que asisten a clases en forma irregular porque deben sortear problemas con los servicios de agua, transporte, electricidad, y alimentación.
En las aulas del colegio San Vicente, la principal causa de inasistencia es una alimentación deficiente. En este plantel ubicado en la calle Arismendi de El Paraíso, hay salones a los que asisten 14 niños de un total de 27. Son estudiantes que viven principalmente en la Cota 905, pero también en Gato Negro, Carapita y Macarao.
“Hay niños que vienen solo con un vaso de agua con azúcar como desayuno”, precisa el concejal del municipio Libertador Jesús Armas, quien creó el programa Deserción Escolar 0, que comenzará en esta institución entregando desayunos a 290 niños y que luego pretende extenderse a otros colegios.
En medio de esta coyuntura el Programa de Alimentación Escolar (PAE) no siempre es una alternativa para mitigar el hambre en la escuela. Los insumos llegan de forma irregular, la mayoría de las veces no cubren los cinco días y el contenido proteico no es suficiente.
En un liceo ubicado en Lídice desde noviembre de 2017 no llega pollo al comedor. Arroz con salsa, arroz con caraota y cambur, ñame, yuca y a veces pasta con carne son las opciones para los almuerzos.
Las escuelas de Fe y Alegría ubicadas en Distrito Capital aglutinan a 26 mil estudiantes pero el PAE no llega a ninguna. A nivel nacional la entrega de alimentos es irregular. “Desde enero hasta la fecha nunca habíamos tenido niveles tan altos de inasistencia, que en algunos planteles se ubica en 50 y 60 por ciento. En el interior del país hay salones con diez y hasta seis alumnos”, dice Luisa Pernalete, educadora y coordinadora del programa Educación para la Paz de Fe y Alegría.
Explica que hay planteles donde dejaron de practicar Educación Física para no gastar energías y se han realizado estudios de talla y peso de los niños para focalizar la atención en los que más lo necesitan.
“Las escuelas han buscado alianzas con ONG, empresas privadas y representantes para llevar meriendas a los niños. Pero es necesario que el Gobierno garantice un menú completo y balanceado en los planteles. Estamos monitoreando a diario la inasistencia pues se puede convertir en deserción. Si el alumno deja de venir dos meses luego cómo hacemos para que vuelva”, dice Pernalete.
Para Olga Ramos, miembro de la Asociación Civil Asamblea de Educación, la manera de ayudar a minimizar el impacto de la inflación y la escasez de alimentos y de reducir el ausentismo es haciendo que el PAE funcione.
“Pero no se toman las previsiones para garantizar que los insumos lleguen de forma regular y la provisión es insuficiente para abastecer a las escuelas hasta que llegue un nuevo suministro”. A esto se suma la falta de transporte y efectivo que también aleja a los niños de las aulas.
Ramos recuerda que no se ha logrado un acuerdo para garantizar el pasaje estudiantil y plantea la necesidad de activar un ticket o tarjeta que se le entregue a los alumnos en las escuelas para el uso mensual del transporte público y que el Gobierno realice el pago a los transportistas.
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Delia Meneses