San Juan de los Morros.– Este año te han golpeado salvajemente. Un (no tan nuevo) yugo te oprime bajo las armas y el miedo. Ese viejo espectro te vuelve a dominar, de la manera más nefasta, y te ha desangrado de modos que jamás habías visto.
Tus hijos te abandonan bajo la penuria, que con ellos compartes, y divisan nuevos rumbos a patrias cercanas y lejanas, dejando el hogar que los vio nacer y, en la mayoría de los casos, crecer. Las calles se han desolado y transpiran un olor a tristeza que se ha hecho presente.
Los que estamos aquí, te vemos con los mismos ojos, pero no con las mismas miradas, porque han jugado contigo y ya no pareces de este siglo. Tus jardines han sido desechos, saqueados y todo con un consentimiento inconcebible de los que hace exactamente veinte años, decían que te iban a salvar del desastre.
El nombre de tus padres ha sido profanado y manipulado a conveniencia. Aquellos nombres que elevaron tu historia a magnitudes epopeyicas, han sido disfrazados por la calaña política más baja. La memoria de esos héroes parece distorsionarse, en nombre de la demagogia.
Uno de los años más difíciles está saliendo. Lleno de sangre, sudor y lágrimas. Se avizora en el horizonte…..Incertidumbre. Allí dónde estás, estoy yo, y estamos millones aún. Te vemos abatida, por las constantes violaciones y palizas que te propinan a ti, y a los tuyos.
Con el discurso del pasado y del rencor te dejaron así, es un error que habrá que enmendar. ¿Qué hacer? No soy el más apto para responder. Pero, estoy seguro que ya ningún sentido tiene evocar el pasado para utilizarlo como arma.
Si algún sentido tiene, será para re-construirte, y estudiar los aciertos y desaciertos, en pro de caminar hacia adelante, y superar este obstáculo, con una unión que nos haga sentir de nuevo en el hogar que una vez conocimos, que ahora se tornó hostil e insano. Donde la libertad se haga presente, y sea intocable por ninguna bandera o ideología. Allí te veré como te añoro, dueña de ti misma y de lo que es tuyo, mostrándote viva, feliz y libre de las cadenas.
Francisco Rodríguez Sotomayor