San Juan de los Morros.- El recio calor trabaja sobre la piel, es mediodía y docenas de personas nos derretimos bajo el sol. Los minutos pasan como horas y los segundos como eternidades, siento como el tiempo golpea mi cáscara humana.
El calor sube, miradas de un lado a otro buscan máquinas sobre ruedas. Gente llega graneada, poco a poco llegamos a la centena, preparándonos para la batalla de la llegada del autobús.
Suben mis ansias, las caras se alargan, brazos se cruzan, resignados caminan y esperanzados esperan.
Las ganas de rendirme quizás superan las esperanzas colectivas, pero decido quedarme. Un bus rojo se aproxima, lo vemos a la distancia y cada quien en posición.
Nuestra piel tostada emprende los roces de guerra cotidiana, a un lado se lee “Gobierno Bolivariano”. Ya en este punto no hay lugar para decisiones. Niños, ancianos, hombres y mujeres, no hay distinción, todos nos vemos iguales a los ojos de la desesperación.
Logro entrar y a mis espaldas quedan caras tristes y llenas de ira por quedar rezagados. El autobús arranca y suena una salsa o un merengue, algo estaba sonando en la radio, no sé.
Conversaciones de señoras que dicen querer volver al pasado. No recuerdo el pasado. El presidente habla y habla por la radio, dice que “Yo soy Bolívar”. ¿Bolívar? ¿Dónde está Bolívar? ¿Quién es Bolívar? Un niño le hala la franela a su madre y le pregunta:
-¿Quién es Bolívar mamá?
– El Libertador hijo
– Pero él dijo que es Bolívar
La madre no responde quizás por el agotamiento
¿Libres? ¿Somos libres? Preguntas que me hago al escuchar el breve diálogo. El bus se para constantemente, y en cada parada se escuchan gritos, reclamos, insultos. Gradualmente nos quedamos pocos pasajeros. Cada persona que baja hace un quejido, un “Ay Dios”. Cuando me bajo ya lo olvido todo, ya llegué, quizás mañana vuelva a vivirlo, quizás mañana me venga caminando. Quizás mañana Bolívar no hable por la radio, quizás si.
No pasó nada.
Francisco Rodríguez Sotomayor