Caracas.- La figura geométrica que representa hoy la economía venezolana es, sin duda,una pirámide. En su base, cada día más ancha, encontraremos a quienes se las ingenian a diario para completar el mercado que necesita su familia, mientras que en la cúspide están los que se desenvuelven rodeados de lujos dentro y fuera del país, obtenidos por la vía del saqueo al tesoro público.
Una visión semejante de la sociedad la expuso el psicólogo estadounidense Abraham Maslow en 1943 para referirse a las motivaciones humanas como una pirámide.
De acuerdo a su tesis, para ascender hasta la autorrealización en el vértice superior, debían cubrirse de forma progresiva necesidades de distinta naturaleza. La base de la pirámide estaría representada por las necesidades fisiológicas como alimentación, descanso, sexo y respiración. El siguiente escalón para subir estaría representado por necesidades de seguridad que incluyen empleo, seguridad física, recursos, salud y necesidades morales.
Basándonos en la pirámide de Maslow, los que llevan la carreta de la política han logrado trazar de manera interesada una fractura en dos de los escalones de esa misma pirámide, para impedir que el cúmulo de carencias que nos ha impuesto el gobierno, logren coincidir y hagan palanca para sacar al país del hueco económico en el que se encuentra.
El 31 de marzo del 2017 los integrantes del pueblo cuyas motivaciones están en la franja de la seguridad de la pirámide repletaron la Av. Francisco Fajardo y encendieron focos de protestas en todo el territorio nacional, exigiendo respeto a la división de poderes mutilada por las sentencias 155 y 156. Este escrito se atribuía las atribuciones legislativas de la Asamblea Nacional electa por el pueblo en el año 2015, aunque una cadena de sentencias anteriores prácticamente habían despojado al parlamento de sus funciones.
Quienes se fueron a protestar a la calle expresaron con vehemencia lo esencial que era para ellos el respeto a la Constitución Nacional y a la soberanía popular que votó mayoritariamente por una asamblea opositora. En algunos de los manifestantes, esta necesidad incluso los condujo a una muerte violenta.
Maduro comprendió cabalmente que la Constitución se había convertido en un poderoso motivador social, capaz de generar rupturas hasta dentro del alto gobierno y decidió convocar una Asamblea Constituyente con una condición especial. Desde su lugar de poder y con el apoyo del TSJ burlaría la Constitución para atribuirse él mismo, la soberanía popular.
La elección monopartidista le permitió armar una estructura subordinada a sus instrucciones, produciéndole al ejecutivo las leyes que requiera y que hasta la fecha, no se ha ocupado de hacer la única tarea que le compete: redactar una nueva Constitución. Aun así, las maniobras políticas no han controlado la situación económica y hemos entrado en un espiral hiperinflacionario en el cual los precios suben hasta tres veces a la semana.
Es así como empieza a fracturarse la base de la pirámide. Quienes se encuentran bajo el control del gobierno a través de la necesidad de comida salieron este fin de año a reclamar los perniles que ya habían pagado. Manifestantes de barrios de La Vega rodearon la redoma de La India en El Paraíso para exigirle al gobierno lo prometido.
El hambre desencadenó una reacción inesperada de la cúpula. Llamó guarimberos a quienes están organizados en las estructuras ideadas por el gobierno y borró con esa acusación, la raya que separaba a quienes salieron entre marzo y julio y los que salieron finalizando diciembre.
El mensaje quedó claro: los que protesten -con justicia o no- son el enemigo. Ese mensaje nos coloca en la misma acera y nos hace responsables de desencadenar colectivamente, el cambio urgente de un gobierno que avanza en la destrucción y empobrecimiento del país que nos pertenece a todos.
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