Hace 90 años Rómulo Gallegos presentó a “La devoradora de hombres”

***"Doña Bárbara", junto a "Cantaclaro" y "Canaima", forman los tres libros más importantes de la novelística de Rómulo Gallegos.***

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Doña Bárbara de Rómulo Gallegos
Foto cortesía

Caracas.- Una anécdota bastante peculiar cuenta que en 1928, el célebre escritor Rómulo Gallegos viajó en barco a Italia junto a su esposa Teotiste, quien se trataría por una molestia en las rodillas. Con ellos iba el manuscrito original de Doña Bárbara, novela de la cual el autor todavía no quedaba del todo convencido, y estuvo a punto de arrojar al mar en un arrebato de perfeccionismo, de esos que tan usualmente invaden a toda mente creadora.

Quiso la suerte que estuviera cerca doña Teotiste para frenar los impulsos de su marido, y convencerlo de darle una segunda oportunidad a la obra, que finalmente vio la luz el 15 de febrero de 1929 en Barcelona, España, de la mano de la editorial Araluce.

Desde entonces, Doña Bárbara ha tenido más de cuarenta reediciones, siendo la obra más famosa de Gallegos y una de las más representativas de la literatura venezolana. Por eso, detrás de todo gran hombre siempre hay una mujer todavía más grande.

Con 90 años a cuestas, “La devoradora de hombres” ha trascendido como un importante símbolo cultural de Venezuela. Fue en ese papel que la actriz mexicana María Félix saltó a la fama cuando la novela se llevó al cine en 1943, teniendo otras dos cintas en 1998 y 2006.

También ha sido adaptada para la radio y en más cinco telenovelas -siendo la última La Doña (2016)-. Incluso tuvo una ópera, presentada en el Teatro Municipal en 1966 con el apoyo del propio Gallegos, libreto de Isaac Chocrón, y con Morella Muñoz y Ramón Iriarte en los papeles protagónicos.

¿Por qué resulta tan llamativa la historia de Doña Bárbara? Para el miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, Rafael Arráiz Lucca, este libro, más que cualquier otro de Gallegos, logra dar con la médula de lo que significa la venezolanidad, y posee personajes que reflejan fielmente la esencia del campo, al punto de considerar que es en ella donde el llano se convirtió en la referencia para el mundo de nuestra cultura.

“La vigencia de Doña Bárbara es permanente. Gallegos es nuestro Shakespeare, es el hombre que da con nuestros arquetipos, con los mitos nacionales”, señala.

El crítico literario y director editorial de Madera Fina, Carlos Sandoval, coincide en que Doña Bárbara logra cristalizar los comportamientos de varios estereotipos venezolanos que aun aplican en la actualidad, como es el caso de Pajarote, quien representa el lado hablador y “cuentero” de nuestra gente, o Juan Primito, ese costado supersticioso e iletrado que aún se manifiesta en algunos pueblos. Pero sin duda el personaje más interesante fue la propia Doña Bárbara, a quien su creador le dio la libertad de escoger su propio desenlace al caminar hacia el tremedal.

“Doña Bárbara es un personaje tan potente que Gallegos al final no sabe qué hacer con ella, y lo deja a juicio del lector con la ambigüedad de su destino”, agrega.

Igualmente, se pueden apreciar personajes como Marisela, que emite un esperanzador mensaje sobre el poder de la educación y el triunfo de la civilidad sobre el salvajismo, o Balbino Paiba y Melquíades Gamarra, hombres temidos y peligrosos que bien pudieran ser análogos a los malandros contemporáneos.

Opina que el punto más importante se encuentra en el discurso de Lorenzo Barquero, un hombre derrotado y resignado a los golpes de la vida, quien habla sobre la necesidad de “matar al centauro que todos llevamos dentro”, como una metáfora de que para poder avanzar como un país civilizado, el venezolano debe dejar atrás el caudillismo y esa tendencia a usar la fuerza bruta que muchas veces se esconde en la libertad que ofrece el campo.

El escritor y director del portal Letralia, Jorge Gómez Jiménez, afirma que ese dualismo entre la modernidad y la barbarie en la novelística galleguiana refleja las propias inquietudes del autor, quien no solo hizo un diagnóstico de la forma de vida de cada región del país, sino que asomó fuertes críticas al gobierno de Juan Vicente Gómez y su forma de administrar la nación como si fuera su feudo privado.

Quizás había en Gallegos un poco de Santos Luzardo, en ese intento por educar una tierra salvaje durante su breve y poco valorada presidencia.

Según la base de datos de la Academia Sueca, Gallegos llegó a sonar ocho veces para el premio Nobel de Literatura, con más de 15 nominaciones acumuladas, y aunque en 1967 estuvo cerca de lograrlo, el jurado al final se inclinó por Miguel Ángel Asturias.

Gómez asegura que Rómulo Gallegos es el novelista que marca el camino del siglo XX para los demás escritores nacionales, con novelas que forman parte del imaginario colectivo, como Canaima, Cantaclaro o Pobre negro.

Por su parte, Sandoval asevera que tal fue la sombra que Gallegos hizo en la literatura venezolana, que durante las vanguardias de los años 60 su figura generaba rechazo entre los nuevos escritores como José Balza, quien lo veía como “el padre al que hay que matar”.

No obstante, en la actualidad, aun sin ser un Shakespeare o un padre, Gallegos sigue siendo un referente de la literatura nacional, y Doña Bárbara sigue cabalgando llano adentro, en nuestras raíces profundas.

Jordan Flores | El Universal

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