Hasta pronto Maestro Santiago Mugica

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Santiago Mugica Neira, nacido en Arauca, Colombia, hace noventa y tres años y diez meses, rindió su carne y sus huesos a la tierra venezolana donde llegó hace sesenta y cinco años recién graduado de médico cirujano en la Universidad Nacional de Colombia.

El Doctor Santiago Mugica Neira fue un caballero: educado y culto, de impecable presencia, palabra oportuna, gesto en correspondencia plena y andar de paso seguro.

Aquí a la tierra de los morros llegó el año 55, prestó servicios en el viejo Hospital Guárico como cirujano. Ejerció la medicina como un apostolado, y cultivó amistad con otros sabios nacidos en esta tierra: Torrealba, Ranuárez, Pieretti, Pineda y Cedeño. Enseñó con paciente devoción a varias generaciones de jóvenes médicos, se ganó bien el nombre de MAESTRO, y los quirófanos del Hospital Israel Ranuárez Balza fueron bautizados con su nombre.

El Doctor Mugica Neira descendía –vía paterna- de los Muxica-Ramos de Ortiz que se alistaron en 1812 al ejército patriota y salieron de la plaza de ese pueblo a luchar primero en Venezuela y luego en la Nueva Granada por la independencia.

Uno de esos orticeños –José Santiago Muxica- fue uno de esos patriotas que acompañaron al Libertador hasta mas allá de Carabobo. José Santiago fue su bisabuelo, de lo cual estaba sanamente orgulloso.

El Doctor Santiago Mugica nos brindó su amistad. La valoramos y le correspondimos. En sus últimos cumpleaños celebrados –los 90 y los 91-, compartimos en su casa brindis y conversa, pastel y abrazos.

Allí fuimos el Doctor José Encarnación Cedeño Valera –su fiel discípulo- en la honrosa condición de invitados especiales, con él y con su familia, momentos estelares. Una deferencia que nos honra.

Esa muerte nos proporcionó tristeza. Nos queda el consuelo de haberlo tenido y sentido muy cerca en el afecto, y haberlo visto servir a la humanidad con entusiasmo inagotable, dignidad infinita y ejemplar decoro.

Desde mi chinchorro de enfermo del dulce mal, lo despedí con un “hasta pronto MAESTRO” y lo vi sonreir en blanquísima nube, blanca como su alma, como su vida.

Argenis Ranuárez Angarita 

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