Últimamente somos “las que todo lo pueden”: Todo lo pueden resolver, todo lo pueden lograr, todo lo pueden solas, todo lo pueden hacer, pero hacerlo bien.
No sé si desde la revolución femenina, pero como el verdadero sexo fuerte somos nosotras, entonces nos ven por ahí guerreando, como si estuviésemos en guerra o haciendo magia, como si tuviéramos superpoderes.
Nos meten en la mente que somos superpoderosas, que podemos ser mamás, ser sostén de casa, ser las mejores en los trabajos. Incluso por encima del hombre, hacer de todo, no necesitar a nadie, no perder la feminidad.
Ya sabes, que te arregles las uñas, el cabello, cuida tu piel, mantén tu cutis, si es posible ponte falda, tacones. ¡Ah! Ni se te ocurra dejar de sonreír. Y mucho menos se te ocurra quejarte.
Que te levantes temprano y seas la última en acostarte, porque sino eres floja, mantengas todo en orden, planifiques, organices, hagas las compras y pienses en TODO.
Los muchachos para la escuela, el desayuno listo, el marido arregladito. Porque si el marido anda con la ropa sin planchar o desayuna en la calle, es que la mujer no lo atiende.
Si el niño comete errores, es que la mamá no lo educó. Si en el tráfico alguien hace alguna cosa “imprudente”, seguro quien maneja es una mujer. Si pasas todo el día en la calle, no eres mujer de casa.
Si eres ama de casa, no haces nada. Si eres soltera, eres una solterona. Si te casaste temprano o has tenido varias relaciones, eres una cualquiera.
Resulta que somos las más juzgadas y a quienes nos ponen más peso encima, como si fuéramos responsables de todo lo que acontece en la sociedad.
Nos juzgan ellos, y más lo hacemos nosotras. Sobre todo las que se la dan de intachables.
Creo, sin miedo a equivocarme, que esa carga que pretenden imponernos es demasiado pesada, mental, física y emocional.
No me considero superopoderosa, ni pretendo serlo, tampoco me pinto como perfecta, ni como mujer, ni como mamá, ni como hija, ni de amiga o sobrina o hermana; soy lo que soy, hasta donde mis capacidades me lo permitan.
No acepto que me juzguen, ni me señalen porque solo yo sé lo que llevo dentro o por qué motivos hago tal o cual cosa. Y tú deberías hacer lo mismo.
Debemos dejar de intentar demostrar de lo que somos capaces, ya eso lo sabemos ¿qué podemos hacer mucho? Por supuesto que sí! Pero no somos ni la mujer maravilla, ni capitana Marvel, ni mujer elástica, que pueden volar, son veloces, tienen mega fuerza y son indestructibles, nos adaptamos y amoldamos a todo.
Acá somos simples mortales, con capacidades y debilidades. Con entereza y con miedos, con alegrías y tristezas.
Unas somos buenas en algo que a otras no se les da bien, ese es el complemento de la vida.
Así que dejemos de autoexigirnos tanto, de compararnos y más bien aupemos que las responsabilidades sean compartidas, que seamos mujeres, con falda, pantalón, en camisa, en pijama, sin maquillaje, con zapatos deportivos. Que no todo recaiga sobre nosotros ¿Entonces qué dejamos a los hombres?.
Apuesto por dejar a un lado el complejo de mujer superpoderosa, que no intentemos correr la carrera, porque son dos piernas que se enfrentan a una locomotora. Que hagamos notar que no somos perfectas, que nadie lo es. Pero desde nuestra imperfección somos maravillosas. ¡A que sí!
Keimary Ruiz H. / Periodista/ @keiruizh/ C.N.P. 20.296