Caracas.- Las distorsiones económicas por las que atraviesa el país están aniquilando, no solo el valor diario de la moneda, sino la aceptación física del cono monetario. Como si se tratara del Banco Central de Venezuela, es la economía de calle la que está imponiendo la salida de circulación de billetes, su vigencia y validez.
En algunos estados los billetes de Bs. 500 y de Bs. 1.000 son destruidos incluso delante del comprador. No los reciben ni los cuidadores de estacionamientos, ni los choferes de tráfico, ni los aceptan como limosna. Quienes obtienen esta denominación por transacciones comerciales o por cajeros automáticos saben que no tienen mucho margen de maniobra.
Las compras se han convertido en el mayor problema para los venezolanos, además de que ya existen amenazas de eliminar también el uso de los billetes de dos mil bolívares, pero el rechazo de los billetes de baja denominación no es más que una consecuencia.
Los operadores de esta “extinción” son, básicamente, los vendedores de efectivo, quienes en la inédita operación de vender el papel moneda nacional hasta en 400%, necesitan deshacerse de billetes que hagan mucho volumen para permitir su traslado y canje con mayor comodidad.
Tanto en el transporte público como en el recinto comercial más pequeño lo más común es escuchar: “no puedo aceptarlos, porque no puedo comprar nada con eso”.
En el mercado Las Pulgas, el más grande de la capital zuliana, un comerciante dijo a PANORAMA: Si acepto un billete de quinientos o de dos mil, nadie más los quiere y ¿qué hago yo después con ellos?, no los puedo vender, nadie los recibe”.
Para los vendedores de efectivo los ejemplares de baja denominación representan un problema, pero la influencia de estos grupos en una ciudad técnicamente sin billetes es de tal peso, que ellos ponen las condiciones, el valor de cada papel, y hasta su vigencia. Esta actividad ilegal es, paradójicamente, “moneda corriente” en el Zulia y en Maicao.
La necesidad de efectivo es el motor de este delito. Como los bancos no cubren la demanda, el ciudadano común se ve obligado a buscarlo. Los llamados “bachaqueros” migraron su poder letal al barrido del efectivo y hasta hoy, lo han conseguido. Los recientes decomisos por parte de las autoridades regionales y los decretos emanados sobre la ilegalidad de esta práctica aún tienen mucho camino por andar, eso si antes no ocurre otra mutación que siga golpeando al más débil de la cadena, el ciudadano.
“Es un sistema complicado para los comerciantes, por el número de billetes que necesitamos para realizar una compra, es demasiado bulto. Dime tú, que un paquete de un millón de bolívares en billetes de baja denominación es una maleta, ¿cómo andas así en la calle?”, sostuvo Ángela León, comerciante de comida rápida en el mercado periférico del Zulia.
Consultado sobre esta situación, el diputado y economista José Guerra advirtió que Venezuela “es el único país con antecedentes donde la propia población ha rechazado un billete de baja denominación hasta el punto de sacarlo de vigencia antes del anuncio por entes competentes”.
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