San Juan de los Morros.-En las diversas colas que se tienen que hacer para adquirir cualquier producto, uno se entera hasta del color de la ropa interior de la gente; es decir, allí salen a relucir los más diversos temas como una forma de “matar el tiempo” y hacer que la estancia sea más agradable.
En estos días, mientras esperaba para adquirir un kilo de harina en uno de los locales de la avenida Bolívar de San Juan de los Morros, uno de los “coleros”, narró que una vez fue a almorzar en un restaurante que está en las adyacencias del mercado libre. Tenía un antojo de comerse una sopa, era sábado y quizás quería espantar la “resaca” de la noche anterior.
Una vez que se encontraba comiendo con un apetito voraz, miró flotando en el plato algo que le pareció como parte de los ingredientes, pero cuando escudriñó con mayor detenimiento, se dio cuenta de que se trataba de una mosca que le había caído en el plato o había llegado en el plato, eso no lo supo determinar.
De manera muy discreta y como buen ciudadano, se acercó a la dueña del restaurante y le explicó la situación, ella le dice que pida otra cosa, y eso es justamente lo que hace, cambia el menú por un bistec encebollado.
Una vez que terminó de almorzar, pidió la cuenta y ¡oh sorpresa”, le estaban cobrando las dos comidas; es decir, la sopa con mosca y el bistec. Se le acercó nuevamente a la dueña del local a exigirle una explicación y ella le respondió que eso fue lo que él pidió y que por lo tanto, eso era lo que tenía que pagar.
Todos los que estábamos en la cola, escuchábamos atentamente para saber cómo terminaba el relato, mientras que el contador de la historia, continuaba su narración.
El comensal se molestó y le dijo a la señora que solamente iba a pagar el bistec que se comió y que de ninguna manera iba a cancelar una sopa con mosca, eso fue lo que hizo, mientras juraba que más nunca volvería a comer en ese restaurante.
El Tubazo Digital – Ramón Figuera