San Juan de los Morros.- En la actualidad, las personas pasan mucho tiempo en las colas, intentando comprar algo para no caer en las despiadadas manos – mejor dicho en los bolsillos – de los bachaqueros.
Fue allí donde, uno de nuestros informantes averiguó que un conocido periodista sanjuanero, tiene más cuentos que Jaimito, ya que era tan “caído de la mata”, que una vez perdió el concurso de “despistado del año”, justamente por despistado.
En una ocasión tenía clases a las 8 de la mañana, y como la universidad le quedaba muy lejos de su casa, se levantó en la madrugada para cumplir con sus deberes. Con el apuro prácticamente se vistió dormido y salió a la calle a toda prisa.
Cuando iba rumbo a la universidad, sintió que al caminar tenía un pie más largo que el otro. Estaba en lo cierto. No le había crecido una extremidad inferior. Cargaba un zapato negro y otro rojo, de dos modelos diferentes.
Cuando notó el error ya era demasiado tarde, estaba muy lejos de su casa y no podía comprar un par nuevo porque no tenía dinero suficiente. Así que, tratando de disimular la cojera se dirigió a la universidad. Ese día llegó directo al salón de clases y de allí no se movió ni parar ir al baño, hasta la hora de la salida a la una de la tarde.
Todos se arremolinaron en la cola, para escuchar el desenlace de esta historia. El “cuentero de la cola”, sabía que había acaparado la atención y como un pavo real, hacía silencios programados para generar mayor interés en el relato.
El otrora estudiante, mantuvo todo el tiempo los pies debajo del pupitre, pero en cualquier reunión nunca falta un safrisco que esté pendiente del más mínimo detalle de los demás. Uno de sus compañeros de estudio Se dio cuenta de que este periodista -al cual nos referimos-, andaba disfrazado pero al momento no le dijo nada, quizás para no interrumpir al profesor que hablaba más que “un perdido recién encontrado”. Se lanzó una larga clase magistral
El tiempo transcurrió lento y pesado. Una vez que se sintió descubierto, se desesperaba deseando que el docente terminara la clase de una vez, tomar sus cuadernos y desaparecer como un rayo de allí. Al lado su compañero, lo veía de arriba a abajo y se reía solo.
La clase terminó. Sin pérdida de tiempo, recogió sus libros, cuadernos y lápices. Cuando ya estaba a la altura de la puerta, su curioso compañero lo detuvo y le dijo: -¿Por qué andas disfrazado si ya el carnaval pasó?-.
El personaje en cuestión, era despistado, pero no tonto, le respondió naturalmente: -No te preocupes, en la casa tengo otro par igualito-.
El Tubazo Digital – Ramón Figuera