San Juan de los Morros.- El portal de Radio Mundial publicó un trabajo periodístico de interés general donde devela algunos de los secretos que utilizan los “bachaqueros” para adulterar los productos y venderlos a los incautos consumidores.
Reseña la conocida emisora que “la venta ilegal de productos con sobreprecio, se ha incrementado de forma continua en los últimos meses, esto pasa además por el expendio de productos falsos y adulterados”.
Destaca además que “hace dos semanas, en Petare, Lucía Reina compró un kilo de café. Cuando llegó a su casa en La Dolorita con el afán de prepararlo, abrió la bolsa y lo que consiguió fue borra, es decir el café ya usado”.
Según un bachaquero que trabaja en Coche y no se quiso identificar, el café, el arroz y el jabón en polvo y en pastilla son los más fáciles de alterar.
“Con el arroz lo hacemos vaciando el paquete original por un huequito pequeño y por ahí metemos alpiste. Para que parezca arroz lo sancochamos primero y tostamos en la cocina y queda como arroz integral”.
Explicó que para el jabón el proceso no es igual de fácil, sin embargo, “de una bolsa de un kilo sacamos ocho kilos, lo mezclamos con un polvo sin olor que se usa para matar chiripas que venden en las distribuidoras de productos, en Propatria.
Agrega que hay productos que no se pueden alterar como la pasta o la harina, tanto por la presentación como por lo complicado de los empaques, que no son fáciles de cerrar.
Desvergonzadamente aclara: “No siempre vendemos lo mismo, un día el café, a los tres días un arroz y también cambiamos de lugar porque si no la gente nos cae encima”.
La onda artesanal. Muchas personas han desarrollado la inventiva y aprovecharon la escasez para elaborar algunos productos casi a mano (en cooperativas o por particulares). Pero en esta ola también se montaron los bachaqueros.
Unas hermanas en Catia, específicamente en Plaza Sucre, venden jabones y “azúcar artesanal”. Ambos productos son más caros que el de sus pares “comerciales”. Alegan que “son hechos a mano” y en el caso del azúcar es “refinada”.
Más adelante, en Pérez Bonalde, hay un tarantín de mantequilla “artesanal”. Al consultar al encargado sobre la procedencia del producto dice que viene de Altagracia de Orituco, en el estado Guárico, aunque otros comerciantes aseguran que el origen real es la charcutería El Batacazo, que está a 100 metros de su puesto.
Ante esta denuncia Últimas Noticias hizo seguimiento al vendedor y pudo constatar que el señor Soto, de aproximadamente 60 años, en efecto compra la mantequilla en la charcutería y en el mismo lugar la vacía en los potes que compra en el local chino de la segunda transversal de Los Flores de Catia. Este procedimiento lo hace todos los días sin ningún tipo de higiene ni control. Esa misma mantequilla detallada.
Para todos los gustos
Los bachaqueros se han dateado estas prácticas deshonestas de zona en zona y cada día son más los productos que intentan falsificar.
En Puente Baloa, en Petare, reinan los productos de limpieza sin ninguna marca comercial. La razón de esto es que la mayoría son falsos: agua mezclada con colorantes.
“El cloro se altera fácilmente al colocarlo a un punto de ebullición más alto, 239,11 grados, y con cualquier colorante agarra su color natural que es amarillo verdoso”, explica el químico Ernesto Azuaje. Agrega que no tiene peligro de contaminación pero tampoco cumple la función de desmanchar.
Nilda Pérez, habitante de Casalta II, fue víctima de estos productos de higiene cuando compró un trío de jabones de olor en el mercado de Coche.
“Cuando lo abrí eran papeles que habían mojado y secado, y que cuando se secaron los metieron en el empaque. No me di cuenta al comprarlos porque estaban duros y pesaban, tenían la misma consistencia que el jabón. Luego de sacar todos los papeles me di cuenta de que había además una piedra”.
Es usuaria recurrente de ese mercado y asegura que después de esa vez vio a las mismas personas que le vendieron el jabón vendiendo otros productos. Explica que cambian de puesto y de mercancía para seguir estafando a compradores incautos.
Es peor el remedio. Los medicamentos que escasean en el país también se consiguen en los tarantines improvisados de la calle. Lo más común: anticonceptivos y pastillas para enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión. Los fármacos son vendidos a un precio muy por encima de su valor real porque muchos de ellos dejaron de verse desde hace meses.
En Quinta Crespo bachaqueros consultados aseguraron que ellos no pueden preocuparse por la salud de los demás.
“No podemos dejar de vender porque las medicinas tengan o no fecha de vencimiento o porque alguien la tenga indicada o no. Nosotros las conseguimos y las vendemos así tal cual. Las que tenemos en la casa sin usar también las vendemos”.
Cuentan que la gente les consulta como si fuera en una farmacia, “preguntan si eso sirve o no para la tensión o si les hará daño pero nosotros no sabemos nada de eso, las vendemos y ya”, dice una de las jóvenes menores de edad que lidera la venta en el mercado.
Según el artículo 77 de la Ley de Medicamentos, aprobada en el 2000, quienes expendan o despachen medicamentos deteriorados o caducados que incumplan las exigencias relativas a su composición, estabilidad y eficacia, y con ello pongan en peligro la salud o la vida de las personas, “serán castigados con penas de prisión de seis meses a dos años; multas equivalentes a 360 unidades tributarias (U.T.) e inhabilitación especial para ejercer la profesión u oficio de seis meses a dos años”.
Quienes pisan el bulevar Pérez Bonalde, en Catia, muestran su asombro al ver ahí artículos de aseo personal y comida que tenían años sin ver.
El aromatizador Rexona para los pies es uno de los primeros frascos que se ven en una caja de cartón; pero no es solo una, hay más de cinco docenas de venta al público.
Más adelante, otro vendedor ofrece un frasco de Sandwich Spread de Kraft, una crema para untar que se perdió de los anaqueles hace años.
Otro desaparecido es el queso amarillo Facilistas, casualmente también de la Kraft, que de la misma forma dejó de venderse hace años, pero los bachaqueros de Catia lo tienen por grandes cantidades en una cava “caleta” en una venta de papas.
La respuesta de los vendedores ante esos productos es: “nosotros hacemos magia”. Y ante la sorpresa por los precios, responden: “es que eso viene de afuera y debemos pagar muchas alcabalas”.
En Petare pasa igual, pero con las medicinas. Hay Merthiolate para las heridas, colonia Jean Naté y productos Ebel para el cuidado personal. Todo esto frente a la mirada complaciente de las autoridades policiales.
Con información de www.radiomundial.com.ve – El Tubazo Digital