“ La sabiduría no está en las palabras, sino en su significado”.
La Real academia de la lengua española (DRAE) define a la intolerancia como una actitud; “la actitud de la persona que no respeta las opiniones, ideas o actitudes de los demás, si no coinciden con las propias”.
Esta acepción fácilmente entendible esconde en su significado, las facetas históricas de las más grandes tragedias de la humanidad.
Tragedias que considero perfectamente pueden ser ubicables en algunas de estas tres categorías; intolerancias religiosas, raciales o político-ideológicas; las que a su vez, sin distingo, han tenido como telón de fondo el elemento económicocomercial como epicentro para sus ulteriores desarrollos.
La intolerancia o su contraparte; “la tolerancia”, tiene en dos prominentes figuras de la filosofía occidental, los más fieles exponentes de los tratados respecto a su significado.
El primero de ellos, el filósofo inglés Jonh Locke (1632-1704), tuvo una influencia notable en la ilustración, con su obra; “Carta Sobre La Tolerancia, la cual puede considerarse un acontecimiento del pensamiento religioso de la revolución de 1688 que cambió el orden social e incluyo principios liberales de gobierno.
Locke que es considerado como una de las figuras más prominentes del empirismo, con esta obra, marca una importancia relevante para la historia del pensamiento; por las discusiones, polémicas y consecuencias que provocó entre sus contemporáneos, y por el alcance que este concepto ha llegado a tener en la actualidad: la tolerancia vista antes de Locke como un defecto, pasó a ser, en buena medida por este texto, un valor, una necesidad social y política”. (oai.mexicana.cultura.gob.mx.)
El segundo; Voltaire, cuyo verdadero nombre era Francois Mariet (1694-1778), fue un filósofo francés que con su obra; “Tratado Sobre La Tolerancia, colocó los cimientos para la libertad de culto y la crítica a las guerras religiosas, a las que definió como prácticas violentas y bárbaras, sosteniendo asimismo que nadie debe morir por sus ideas y considerando al fanatismo como una enfermedad que debe combatirse y extirparse” (lifeder.com).
Voltaire fue un defensor del racionalismo o más bien de la confianza ciega de la razón ilimitada del ser humano, a quien consideraba que por ley natural le correspondía ser libre.
Estos dos pensadores con posiciones ubicadas en corrientes filosóficas distintas, son de obligatoria consulta, para todos aquellos que quieran discurrir sobre el problema de la intolerancia, una actitud que no es otra cosa que una respuesta emocional y continuada, ante los distintos avatares que la vida nos pueda colocar delante, pero que como toda emoción, puede, debe y tiene que ser susceptible de educación en la práctica de la civilidad.
La batalla que se libra en la actualidad en Venezuela, es una contienda contra la intolerancia; la intolerancia de un régimen, ante las más elementales exigencias de los ciudadanos por el derecho a una vida digna; un régimen que escogió el camino del oprobio, la corrupción, el cinismo, la confederación delincuencial internacional y la antipolítica, para negar los derechos democráticos.
Derechos que constituyen el origen y fin de esta lucha. Pero esta contienda no se circunscribe a la lucha de una oposición homogénea en razón del rescate de esos derechos, sino que se libra también de manera encarnizada dentro de la propia oposición, ante la intolerancia que se profesan algunos de sus más emblemáticos líderes entre sí.
Razones políticas privan ante tales circunstancias, resulta obvio que quienes de manera camuflada o no, respondan y le hagan el juego a las prerrogativas de este régimen, ya escogieron un bando, por lo que la acertada decisión de la política de primarias para la escogencia de una candidatura lo más amplia posible para enfrentar al régimen en las presidenciales 2024, tiene una dualidad funcional; por un lado desenmascara y por el otro facilita la solución de la escogencia ante la imposibilidad consensual.
Pero lamentablemente el problema no termina aquí, más bien se inicia; con una larga carrera llena de obstáculos que la inmoralidad colocara en el camino, lo que nos obliga a vencer la sinrazón y la intolerancia intraopositora, con desprendimiento, talante y estatura democrática.
Hoy, sin lugar a dudas, nos enfrentamos a un régimen debilitado, pero la oposición también lo está, por las razones antes expuestas, pero también porque ha disminuido el apoyo internacional, aumentando nuestra orfandad en este sentido, por lo que la mayor contundencia de la lucha se traslada al tablero interno, donde es nuestra inteligencia la que definirá nuestras verdaderas posibilidades de éxito.
Las primarias pueden o no ocurrir, pero su solo acertado propósito político, insufló de optimismo a una alicaída sociedad, porque nos obliga contingentemente a desafiar nuestra imaginación y evaluar todas las eventualidades que pudiesen ocurrir, y ante la imposibilidad de descifrar el futuro, lo que sí debe estar inoculado en la conciencia ciudadana y política, es que hay una sola certeza; se vencerá si y sólo si, HAY UNIDAD.
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