José Gregorio Hernández: El hombre de las virtudes

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Para quienes han tenido que vivir parte del siglo XX y lo que va del siglo XXI, si les tocara hacer retrospección, seguramente se estremecerán por las grandes tragedias de degradación humana (destrucción del ecosistema mundial, difusión del odio como arma política, existencia de instituciones endebles sin credibilidad y de escasa funcionalidad, fratricidio, fariseísmo político, cimentación de regímenes autocráticos que han generado tratos crueles a sus adversarios, prácticas de terrorismo a la vista de todos, exhibiciones de prácticas criminales en los espacios escolares, uso de los medios públicos para ofertar o instituir el odio, racismo recalcitrante, pobreza extrema, alianzas de gobernantes terroristas para formar un bloque del mal, discursos de autoridades presidenciales que no guardan el más mínimo decoro al momento de emitir sus falaces discursivas que ofenden los  valores esenciales de la política, entre otras) que han trascendido de manera exponencial, y que en algunos casos son presentados con la más fría naturalidad como modelos del maquiavelismo, y máximos representantes de la malevolencia universal.

Muchos de los que se han osado  hacerlo (hacer la revisión del pasado), se asombran y se atreven decir frases como estas: “ es fin de mundo”, “ todo se ha perdido”, “ ya nada vale la pena”, “no hay que creer en nadie”, “ todo el mundo es malo”, “ la política es mala” entre otras expresiones, nada dignas de admiración.

En cualquier parte del globo terrestre existe una gran desesperanza en todo – o en casi todo -, hay un gran dolor colectivo, hay un gran sufrimiento en la humanidad, se ventila una gran anomia social, que tanta aflicción genera.

Existe una evidente falta de liderazgos reales en el mundo de la política, y en otras instituciones que conforman el tejido social.

Las quejas o denuncias que se dirigen hacia la “política”, muestran el grado desprestigio en que se encuentra esta. De ella se dice hoy más que nunca que ha sido utilizada para el lucro descarado de algunos de sus representantes, en detrimento de quienes  depositaron su confianza en “lideres” que ha resultado un verdadero fraude.Lo que indudablemente ha sustentado el escepticismo muy extendido en los tiempos actuales. Ese cúmulo de injusticia ha generado –sin ánimo de justificación  – visibles resentimientos que se manifiestan muchas veces en la creación de grupos perturbadores del  estado natural de la cotidianidad. 

Inclusive existe una Pandemia (la Covid- 19) que en algunos casos ha sido manipulada por algunos mandatarios para degradar a los ciudadanos en su dignidad, debido a que se han valido de la complejidad de la situación que encierra en sí misma, para dar al traste con los valores democráticos y la sensibilidad social. De esa manera buscan, al parecer, erigirse en representantes absolutos de algunas repúblicas o Estados, sin que se consigan algún contrapeso institucional que les detenga en sus planes deshonestos.

Con ello evidentemente han traicionado la voluntad real de quienes les dispensaron el sagrado deber del voto “democrático y participativo”.

Otros, envilecidos por las prerrogativas que les dispensa el poder, han exhibido una conducta poco decorosa al desafiar los protocolos sanitarios, mostrando ante sus gobernados, y al mundo entero, una actitud desafiante, escasamente responsable y por lo tanto irracional. Empañando de esa manera, cualquier acto que haya tenido como propósito minimizar o erradicarel mal que tanto está afectando  a sus coterráneos.

Ante la presencia de tanta anomalía en la sociedad global, en donde todos de alguna manera hemos sido corresponsables (o responsables directos en algunos casos) por haber mostrado una actitud indiferente ante los hechos, vale la pena preguntarse, ¿es que ya no existen referentes importantes en el mundo que contribuyan con su ejemplo a orientar la sociedad en su conjunto?

Ante tal cuestionamiento global, no queda más queofrecer una respuesta universal con algunos aditivos de aparente significación local, – el término local para este caso, está relacionado  a algunas acciones humanas dignas de mencionar, que se han suscitado hasta en los lugares más apartados del mundo – que de alguna manera, pueden ayudar a comprender mejor el propósito del este escrito: el de la sensibilidad espiritual.

Antes de adentrarnos a los mares de la espiritualidad universal, y de la ciencia en particular – aunque en este caso, solo se harán relatos muy generales – relacionado a la figura del Doctor José Gregorio Hernández, se haráreferencia sucinta alos mencionados “aditivos locales”, los “héroes locales”: los médicos, enfermeros y, o el personal en general, que conforman las comunidades sanitarias de cada país, de cada pueblo, de cada rincón del mundo…que han dedicado sus vidas en las horas más aciagas del momento histórico, en favor de la humanidad, “por la  salud de los demás”.

Sabiendo inclusive, que el riesgo les asecha, que los persigue, y los invade irremediablemente, o los lleva hasta  la muerte (como ha sucedido en gran medida).Ellos van al encuentro de un hermano que para muchos, no representa nada.

Ellos han sido el candor del amor, el bálsamo que sana en las frías noches de  las infinitas horas del desvalido, y apuestan por contribuir a restituirles la salud. Su valoración no debería quedarse en el puro papel del informe vacío de algunos gobernantesque vociferan frases populistas, “tan perniciosas”, y con efectos crueles e insinceros. Deberían ser tratadosmásbien – aunque no hay manera de retribuir tanta entrega hasta dar la vida muchas veces- con justas atenciones, y adecuadas remuneraciones que le ayuden a llevaruna vida cómoda en su dignidad material en las horas de la Pandemia actual,  y más allá de ella.

La otra arista de este escrito va dirigida a la universalidad de un hombre – y para él ha sido admitido fundamentalmente – en el que confluye,  la humanidad, la ciencia y sobre todo, la es- pi-ri- tua- li- dad: EL DOCTOR JOSE GREGORIO HERNANDEZ.

Ubicarlo en el rango de la universalidad, no es, ni será nunca una exageración, si se parte del principio de que él pasa de ser Siervo de Dios, a la condición de BEATO, y ese rango es otorgado por una institución que tiene carácter UNIVERSAL: La Iglesia Católica. Por lo tanto, Hernández pasa ahora de ser un popular venezolano- trujillano del humilde pueblo de Isnotú-, a ser un HOMBRE UNIVERSAL, de cuya imagen todo el mundo puede ser inspirado.

Como la fe y la Ciencia se han conjugado en Hernández, entonces se hace necesario constreñir en pocas líneas, – algo que es muy difícil – lo que significó para este hombre desempeñar ambas facetas, a veces tan disimiles, poco aplicadas en la cotidianidad, y para muchos considerado, un casamiento incompatible. 

Su trayectoria como docente en la Universidad de Caracas- de donde también era egresado -, fue trascendental y la supo conjugarcon sus actividades en la Academia Nacional de Medicina en donde  fue miembro numerario y en la que también sobresalió como científico extraordinario.

Los años que transcurrían entre 1904 y 1912, además de sus labores médicas, y su afán por los oficios de la fe, fueron de gran ocupación en el ejercicio de la defensa de sus convicciones.

Eso se debe a que durante el mes de febrero, del primero de los años indicados, el doctor Luis Razetti, científico calificado de gran notoriedad en Venezuela, quien al igual que Hernández se destacó en las aulas universitarias, – además de ejercer la secretaría perpetua de la Academia de Medicina, -retando todo tipo de oposición, comenzó a hacer pública ante los estudiantes de medicina en el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela, su adhesión a los fundamentos de la doctrina de la especie humana. 

Si bien es cierto que hasta ese momento dentro del gremio existía quienes simpatizaban con aquella polémica doctrina, también lo era que ninguno de quienes pertenecían a aquella generación, llegó alcanzar tan alta notoriedad y dedicación como el doctor Luis Razetti, quien con su actitud revolucionaria y desafiante, no solamente llamó poderosamente la atención del gremio médico al que pertenecía, sino también a todas las asociaciones que hacían vida en el país.

El motivo de tan notorio revuelo provino de los espacios de  la Academia Nacional de Medicina, y se dioa partir del 1° de septiembre de 1904, al momento en que sometió a consideración del gremio, su posición para que se evaluaran sus funciones de profesor de Anatomía Humana, a través de la que hacía llegar a sus discípulos las enseñanzas deDoctrina de la Descendencia.

A comienzos del siglo XX, cuando aquellas ideas, constituidas en la Doctrina de la Descendencia, cuya sustentación se fundamenta en que la vida humana es un producto natural de la evolución de la materia organizada, constituyó una revolución en cuanto a ideas se refiere, debido a que en oposición a ellas, se encontraba la posición de la Iglesia Católica que propulsaba los postulados del Creacionismo, aceptado obedientemente por la generalidad de los venezolanos. 

Además de ello, el doctor Razetti en su empeño por hacerlas del dominio público, valiéndose de laspáginas del diario El Constitucional, irá publicando paulatinamente una serie de artículos al calor de las discusiones  de la época,que luego serían compilados, dando origen a su obra intitulada ¿Qué es la vida? publicada en 1907, en la que realizó profundas argumentaciones. Además, el libro fue complementado con diversa documentación inherente a la evolución de las especies.

La total independencia en las ideas del proponente, y su tenacidad en hacerlas públicas con gran vehemencia, sin importarle que en las mismas, se negara la participación de Dios en cuanto a la génesis del hombre, algo que estaba totalmente vetado hasta el momento en Venezuela, desató apasionadas respuestas de sus adversarios intelectuales.

Con sus argumentaciones, el médico venezolano pretendía derrumbar la postura  eclesiástica. Y como era de esperarse, tal “blasfemia” debía ser enfrentada con argumentos teológicos.

En el juego de las discusiones expuestas en importantes diarios del país (expresadas en La Religión de Caracas, el Eco Industrial de BarquisimetoEl Constitucional), participaron teólogos, intelectuales y laicos. De parte de este último grupo, se encontró el doctor José Gregorio Hernández, quien se erigió en un defensor del creacionismo en contraposición al evolucionismo defendido por su colega, Luis Razetti.    

En medio de aquellos excitados enfrentamientos que se prolongaron hasta mediados del siglo XX, también se vieron involucrados los miembros de la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, que influidos por Razetti, y las lecturas de la época, habían manifestado su adhesión a las doctrinas contrarias a las defendidas por el maestro José Gregorio Hernández. Esto quedó demostrado el 12 de febrero de 1909, cuando en el ámbito de la inauguración de la agremiación, los estudiantes se sumaron a  un acto organizado por la Academia Nacional de Medicina, celebrado en el Paraninfo de la Universidad Central de Venezuela en ocasión de los cien años del natalicio de Charles Darwin.

La polémica alcanzó altos niveles de tensión en el ámbito académico, cuando en 1912 el controversial médico instó formalmente a la Academia de Medicina declarar las teorías darwinistas como doctrina científica.

Con ello pretendía que se oficializara su enseñanza en la Universidad Central de Venezuela. A lo que el doctor Hernández se opuso de manera concluyente, bajo la argumentación religiosa que sustenta la teoría creacionista, contenida en las Santas Escrituras.

En aquel ámbito, en el que el enfrentamiento entre las partes estuvo al orden del día, vale la pena hacer una reflexión importante, que puede ser considerada digna de ejemplo en la actualidad.

Se trata del profundo respeto que predominó entre los actores del momento. El ejemplo más notable de lo expresado anteriormente, lo constituyeron los casos de los doctores José Gregorio Hernández y Luis Razetti.

 Por una parte, se tiene que a pesar de que la mayoría  de los estudiantes de medicina de la Universidad Central de Venezuela se mostró contrario a las teorías creacionistas tenazmente defendidas por Hernández, – quien también era catedrático de los mismos -, esto no implicó que se dejara de reconocer sus grandes conocimientos, y su abnegada vocación docente.

La evidencia de esto, la podemos encontrar en las páginas de la Revista Universitaria No. 22. Allí se puede observar que cuando Hernández renunció en 1098 a las cátedras  que ejercía en la casa de estudio, con el firme propósito de consagrarse a la vida religiosa en un seminario ubicado en la Cartuja de Farnetta en Lucca, Italia, sus alumnos lamentaron su decisión, y exigieron su permanencia en las aulas.

Sin embargo, la situación fue revertida cuando el maestro frustrado en sus intentos de ordenarse como sacerdote, por cuestiones de salud,  se vio obligado a regresar a su país, donde fue recibido con gran júbilo por el estudiantado.

Acto seguido, acudieron a la Asociación General de Estudiantes de Venezuela, presidida por Jesús Rafael Rizquez, para pedir que se formalizara la reincorporación del Dr. José Gregorio Hernández a las cátedras de Histología, Bacteriología y Fisiología, ejercidas por este, desde que fueron creadas en la universidad.

El petitorio fue dirigido al Ministro de Instrucción Pública, que admitió la solicitud, y el estudiantado hizo pública la satisfacción, tras el reingresode Hernández a sus funciones docentes.

El otro caso digno de ejemplo, en donde se denota el respeto a la dignidad Humana, estuvo encarnado en la figura de Razetti.

Tanto este hombre, como Hernández, supieron calibrar su posición ante la humanidad. Eran conscientes del rol que representaban, sin claudicar a sus ideales, estuvieron conscientes del respeto a las ideas del otro, y en virtud de ello, siempre se trataron con decoro y respeto.

Tan notorio y  admirable fue el respeto proferido por Razetti hacia su colega, que al suscitarse la trágica muerte de Hernández en junio de 1919, sus sonoras palabras retumbaron ante la tumba del ilustre fallecido.

Rindió un verdadero tributo a su colega que conmovió a los presentes. En las planas de la discursiva aludida, resaltó la grandeza de quien fue su amigo, y sabio adversario, digno en las ideas, y en la trayectoria alcanzada por ese hombre de Fe y de Ciencia.   Entre otras cosas, señalaba:

“Cuando Hernández  muere no deja tras de sí ni una sola mancha, ni siquiera una sola sombra en el armiño eucarístico de su obra, que fue excelsa, fecunda honorable y patriótica, toda llena del más puro candor y de la inquebrantable fe (…)”

Para concluir es necesario indicar que aun año de su deceso (1918), Hernández, quien siempre estuvo involucrado en las acciones humanitarias, como buen católico,  vivió parte de los hechos de la pandemia de 1918: La Gripe española.

Padecimiento  que tuvo algunas similitudes con la actual Covid- 19. Aquel fatídico año, cuando las respuestas del dictador, general Juan Vicente Gómez,a la problemática existente en Venezuela estuvieron signadas por el egoísmo, y la manipulación de aquel penoso evento, Hernández trabajó arduamente, al igual que los estudiantes de medicina de la Universidad Central de Venezuela en beneficio de los contagiados.

 Mostrando de esta manera su actitud de entrega y compromiso con su país. No había cabida en Hernández para discriminación, menos aún, cuando ese tipo de sentimiento constituye un verdadero crimen.

Violación  que solo se han arrogado algunos hombres del poder, que al valerse de esas tragedia, han creado aflicción a los pueblos sometidos por estos, y este tipo de delito, se constituye en un pasaporte directo a los cuadros obscuros de la Historia de la humanidad. 

Willmen Ortega

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