1. Los pronósticos acerca de lo que sucederá en los próximos 42 días que quedan para que se realice la elección presidencial del 20 de mayo del año en curso, corren raudos por el país. No hay hogar, ni reunión pública o privada, donde el tema electoral y la conjetura sobre quién ganará la presidencia de la República, esté presente. Hay quienes cuestionan esta situación. La descalifican por considerar que se trata de una estrategia inducida por los políticos y medios de comunicación para banalizar la institución del sufragio y desviar la atención de los ciudadanos de los verdaderos problemas que afrontan. Pero también existe la posición –considero que mayoritaria– de los que estiman que lo que ocurre es producto de la madurez del pueblo venezolano, del desarrollo, en la práctica, del principio consagrado en la Constitución del 99 sobre la democracia protagónica y participativa. Ahora bien, ¿qué se discute en esos ambientes? Por cierto, sin la violencia de otras ocasiones, lo cual revela algo que uno puede constatar fácilmente, como es que el fenómeno de la polarización extrema ha cedido terreno y parece haberse replegado.
2. Impera en lo que se considera, en primer término, si habrá o no elecciones. Si el país llega al 20 de mayo con normalidad. La mayoría estima que sí. Que la posibilidad de un imprevisto que altere el orden constitucional está descartada. Los ciudadanos repudian a fondo la violencia, quieren la paz, y que el debate político se de en el marco del respeto a todas las opiniones y puntos de vista.
3. Igualmente se discute acerca de la participación y de la abstención. El sentimiento abstencionista, fuerte al comienzo, cuando se convocó a elecciones, ha declinado, mientras que la posición favorable a la participación ha crecido considerablemente. Esto quiere decir que las organizaciones políticas que liderizaban la MUD, que decretaron la abstención, negándole legitimidad a la convocatoria del Consejo Nacional Electoral, no pudieron convencer a buena parte del electorado.
4. Se analiza también el efecto electoral que pudiera tener una candidatura proveniente de las filas opositoras, que desafía la orden de la cúpula de abstenerse, como la de Henri Falcón. Sin duda que este dirigente se la juega. Se restea con una decisión que desata la agresión de sus ex compañeros y lo coloca en una inconfortable situación que desafía con innegable coraje. Las conjeturas que se formulan en torno a su destino son inciertas, desde el fracaso rotundo por carecer de maquinaria, de proyección nacional y de liderazgo consolidado, hasta augurios del éxito que podría cosechar al derrotar la abstención, lo cual le garantizaría votos para insurgir como nuevo dirigente de la oposición, post 20/M. Otra opción es Javier Bertucci un candidato atípico.
5. Las encuestas serias dan como ganador el 20/M a Nicolás Maduro, diagnóstico que es refrendado en los pronósticos privados que se suelen hacer. La proporción de la victoria es la que fluctúa, la cual oscila entre un triunfo arrollador y un éxito relativo. Dada la situación de precariedad de la oposición, sus divisiones internas, su carencia de proyecto y errores tan graves como haber delegado en factores internacionales -EEUU, Unión Europea, Grupo de Lima, etc.– la conducción de su política, fortalece el pronóstico favorable a Maduro.
6. Ahora bien, los pronósticos no omiten la ocurrencia de imponderables, dado el poder que posee la coalición forjada y tutelada por la potencia imperial –EEUU–, experta en guerra sucia e incontables agresiones a naciones en crisis. El descaro con que el propio presidente norteamericano, y sus consejeros más cercanos, hacen llamados a la insubordinación de los mandos militares, los planes del Pentágono para un ataque desde afuera por una fuerza multinacional, la escalada del bloqueo económico y financiero, así como la apabullante e implacable acción de los medios de comunicación, concertados para deformar la realidad venezolana, son aspectos que gravitan peligrosamente sobre el país y mantienen pendiente un riesgo que pudiera aflorar de acuerdo a la evolución de los acontecimientos.
7. En el marco de estas consideraciones hay que ubicar las dos posiciones que subyacen en el ánimo de la gente: una es la visión optimista que un sector mantiene, de fe en que el país sí puede salir adelante y superar la crisis: otra es la actitud pesimista, difundida con agresividad y de manera persistente. Sin duda que la culminación del proceso electoral y la elección del presidente de la República sería un logro extraordinario, que le daría un impulso formidable al optimismo, así como terminaría por desinflar el pesimismo.
Laberinto
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