Cuando hablamos de ‘Etiqueta Negra’, no solo nos referimos a una categoría de lujo en el mundo del marketing, sino a una promesa de calidad, prestigio y exclusividad. Desde whiskies selectos hasta coches de edición limitada, muchas marcas utilizan esta designación para indicar que lo que ofrecen va más allá de lo ordinario.
Es un símbolo de distinción, diseñado para resaltar la excelencia de ciertos productos. Cuantas veces habrás escuchado la típica frase de “compramos por los ojos”, y es inevitablemente cierto. Ahora bien, ¿qué hace que la etiqueta negra sea tan efectiva? Te invito a una copa, ¡perdón!, a conocer como el concepto de la etiqueta negra puede trasladarse desde los productos premium hasta el liderazgo y los mensajes políticos, y cómo estos pueden aprovechar estos principios para destacarse en un entorno cada vez más competitivo.
La etiqueta negra en política no es solo un recurso visual o un empaque atractivo, es sinónimo de exclusividad. Cuando un producto lleva esta etiqueta, automáticamente se asocia con algo selecto, diseñado para un grupo reducido de consumidores que buscan una experiencia única.
Este tipo de productos no están destinados para todos, sino para aquellos que valoran algo especial. Un ejemplo claro es el whisky Johnnie Walker Black Label, considerado una de las mezclas más refinadas de la marca. Aunque existen otras versiones, el Black Label se destaca por su calidad superior, más compleja y por supuesto, más costosa. No se trata solo de un whisky, sino de una estrategia de marketing que eleva el valor percibido del producto.
¿Y si trasladamos estos ejemplos a la política? En política, los líderes y partidos pueden adoptar este enfoque de “producto premium” para diferenciarse y captar la atención de votantes que buscan exclusividad y algo más que promesas vacías.
¿Te imaginas ver intervenciones, publicaciones u otros elementos visuales una banda negra como información exclusiva o de alto valor? Una de las claves sería solo utilizarla en productos políticos o elementos muy concretos. No todo puede ser etiqueta negra.
“Cuando todo es black label, nada es black label”
Por lo tanto los políticos pueden trasladar las estrategias del marketing de productos de lujo, como las etiquetas negras a la arena política y así destacar en un entorno competitivo y saturado de mensajes y desinformación. Pero ¿Cómo se consigue proyectar una imagen de exclusividad, calidad y prestigio que inspire lealtad y deseo entre los votantes?
Difícil pero no imposible. Sin cifras exactas, si puedo decirte que hay tendencias de mercado que respaldan la idea de que la etiqueta negra aumenta significativamente el valor de lo percibido. El diseño de imágenes o contenidos utilizados para la comunicación política bajo esta etiqueta refuerza la percepción de calidad.
El prestigio es un factor determinante en el marketing de productos selectos. Marcas de lujo, como las de vinos o coches exclusivos, limitan la producción de ciertos modelos o ediciones para dar la sensación de que poseer uno es un verdadero privilegio ¿y si anunciáramos que un mensaje político solo estará al alcance un determinado grupo de población, en un canal de comunicación exclusivo, en un podcast, a una hora determinada?
Un caso representativo es el jamón pata negra, curiosamente los hay de diferentes calidades, pero todos bajo el paraguas del texto pata negra. Una joya gastronómica no solo por su sabor, sino también por su proceso de producción artesanal y la exclusividad que lo rodea. El hecho de que no esté disponible para cualquiera lo convierte en un símbolo de estatus, de la misma manera que un bolso de edición limitada o un coche de lujo.
Como ejemplo en España, Podemos se presentó inicialmente como un partido alternativo y disruptivo, una respuesta a la política tradicional a la que ellos llamaban ‘La Casta’. Esta diferenciación atrajo a votantes que no se sentían identificados con los partidos más históricos. Aunque no se le asoció formalmente con una “etiqueta negra”, la exclusividad ideológica fue clave para su éxito inicial.
En el ámbito político, el prestigio puede construirse también de manera similar al de las marcas de lujo, mediante asociaciones y alianzas estratégicas que refuercen la imagen del líder o del partido.
Cuando alguien que se dedica a la política posa para una fotografía junto a una persona histórica de un partido o movimiento político, su imagen puede resultar ser más llamativa, aunque a veces también pueda tener otra percepción por parte de otro electorado.
Así como las marcas colaboran con celebridades o se asocian a eventos exclusivos para mejorar su percepción, los políticos pueden ganar autoridad y legitimidad a través del apoyo de figuras clave.
En Argentina, Alberto Fernández se fortaleció gracias al respaldo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Esta alianza no sólo reforzó su imagen como candidato fuerte, sino que también proyectó un mensaje de continuidad y poder, situándolo como una opción sólida y confiable en la contienda electoral.
O el caso más reciente de que la familia Obama haya estado junto a Kamala Harris en sus últimos encuentros políticos. Al igual que los productos de etiqueta negra no son para todo el público, en política, dirigirse a nichos específicos puede ser una estrategia eficaz.
En lugar de intentar captar a todos, algunos políticos deciden enfocar su argumentario político a grupos concretos de población, ofreciendo propuestas altamente personalizadas que los hagan sentir valorados y escuchados.
El expresidente mexicano Andrés Manuel López Obrador construía una base de apoyo leal enfocándose en sectores populares y la clase trabajadora. En lugar de tratar de atraer a toda la población, cultivó una imagen de defensor de los sectores más vulnerables, lo que le ha permitido diferenciarse en un entorno saturado.
Un político o un contenido que busque posicionarse como una opción premium debe enfocarse en ofrecer calidad más que cantidad.
Esto implica propuestas bien estructuradas y soluciones reales a los problemas, en lugar de “lo mismo de siempre”. Así como los productos de lujo destacan por su calidad, los líderes políticos deben ofrecer un enfoque profundo y serio para ganar la confianza de los votantes.
En Uruguay, el expresidente José Mujica se destacó por su estilo de vida austero y su discurso auténtico, lo que contrastaba con la imagen más ostentosa de otros políticos. Su enfoque en la honestidad y la ética personal le permitió construir una reputación de liderazgo político de calidad, sabiendo que no podía contentar a todo el mundo, eso hizo que se convirtiera en una figura política respetada a nivel mundial.
Recuerda siempre que en comunicación política trabajamos con percepciones, la etiqueta negra no es solo un detalle estético, es una estrategia para transmitir prestigio, calidad y exclusividad.
En el mundo de la política, los líderes y lideresas que entienden cómo aplicar estos principios pueden destacarse entre la competencia, diferenciándose no solo por lo que ofrecen, sino también por cómo son percibidos. Ya sea en marketing de lujo o en el terreno político, la clave está en construir una narrativa que haga sentir a las personas que están eligiendo algo verdaderamente especial y único.
Te toca innovar en tu comunicación política, te invito a un etiqueta negra porque si eres uno más, serás uno menos.
Isaac Hernández / Consultor Político
www.isaachernandez.es