¿Cuántos venezolanos viven en el Imperio del norte? Bien vale la pena conocer esas cifras. Vale la pena conocer dónde y cómo viven, que hace laboralmente hablando, que otras actividades realizan y de qué manera ayudan desde allá a sus familiares aquí.
Una encuesta virtual, arrojaría cifras solo sobre los inmigrantes legales en los Estados Unidos. Quedaría por conocer las cifras de quienes obtuvieron una visa y una vez vencida, prefirieron quedarse corriendo los riesgos que en la administración Trump son mayores, antes de regresar a su País.
Juan Vicente Gómez firmó una concesión petrolera que nos hipotecó largas décadas. C. A. Pérez nacionalizó la industria al término del contrato. Los comunistas de los años sesenta gritábamos consignas y rayábamos paredes, contra el imperio del norte, por colonialistas, intervencionistas, injerencistas.
Condenábamos a la guerra de Vietnam y la intromisión en los asuntos de países de África y de Centro América. Hoy, el ritornelo lo mantienen los neo comunistas venezolanos. Son los gringos, al decir de ellos, responsables de todos nuestros males.
Esos agentes del Imperio del Norte vinieron a llevarse nuestro petróleo, con su inglés que en los campos petroleros lo hablaban hasta los obreros, con sus comisariatos, trajeron carros, camiones y autobuses Ford, Chevrolet y Chrysler que todavía ruedan, trajeron neveras, percos, licuadoras, lavadoras, tractores, cosechadoras, rastras y rotativa para la agricultura hoy venida a menos. Trajeron botas, jean y sombreros que los coleadores utilizan como uniforme.
Por los gringos, el orray, okey, el aló, guachimán, fino y cientos de anglicismos que pasaron a formar parte del castellano de Venezuela. Nos mandaron profesores y entrenadores del cuerpo de paz, que se hicieron querer hasta por los comunistas de los sesenta, nos enseñaron el beisbol y el básquet, trajeron el whiskey y las colas-coca y pepsi, no las otras que tenemos que hacer para medio comer.
Las máquinas de escribir, moler carne, hacer tortas, cafeteras, los cheques, y hasta los fósforos los trajeron esa gente que hoy los neo-comunistas responsabilizan del hambre, de las colas, de los altos precios, de la carencia de comida y de medicinas y de toda calamidad que padecemos.
Frente a esto, vale la pena saber también, cuántos venezolanos viven en el Imperio Asiático. Que no sean ni becarios ni empleados del Gobierno de Venezuela, por supuesto. Saber cuántos venezolanos reciben ayuda económica de familiares residenciados en el Imperio Asiático. Cuántos han aprendido el idioma chino o el mandarín, cuantos se han casado con parejas de esa nacionalidad.
Todos sabemos que venden los chinos en Venezuela y en latinoamérica, en una nueva forma de coloniaje sin mestizaje, porque no comparten con nosotros para nada. Un solo chino, llamado Cheog, vino a trabajar en el supermercado Sain Sen, y se quedó, casó con Zulita, hija de Blanca y de Félix Infante, y tuvo descendencia.
Era el famoso Chino de las Tortas en Pueblo Nuevo, todavía se le recuerda. Uno solo, porque esa gente nos trajo autobuses grandes y cómodos que ya anuncian como será su triste final, nos venden desodorantes y pastas de diente que al parecer no usan, compran camionetones Ford y Chevrolet en dólares, se llevan el efectivo y también el dinero plástico, nos trajeron las máquinas de contar billetes y tienen las concesiones para explotar el oro y los diamantes. Que alguien me explique si eso es o no coloniaje, para salir de dudas.
Los malos modales son característica de los agentes del nuevo imperio. Los venezolanos que por necesidad trabajan con ellos, bien conocen actitudes y desconocen el insulto en idioma que a nadie enseñan. Mister Joly, llamado Warren Joly, agente del Imperio del Norte, empleado de petrolera, vivió entre nosotros, se hizo amigo de todo el mundo, aprendió a colear, trajo un caballo de Texas para que Rafael Zapata, empleado suyo, coleara, un regalo que sirvió además para cruzarlo con yeguas criollas, trajo un Ferrari y un MG, que nuestro primo Rubén Clemente Balza, corredor de autos, utilizaba como propios.
Joly no se quedó aquí, se fue y murió pobre, porque la revolución cubana expropió los bienes de sus padres en Cuba. No vimos ni conocemos colonias gringas en Venezuela. Como vinieron, se fueron. Y venezolanos que trabajaron con ellos como Fabián Antonio Zerpa, sanjuanero, alumno de la Escuela Aranda y del Liceo Roscio, casado con sanjuanera, la inolvidable Carmen Elena Zapata, padres de Fabián, Soledad y Carmencita. Ese hombre, coleador, cazador, metódico, organizado y previsivo fue padre, esposo, abuelo y amigo ejemplar que a nadie le quitó nada ni hizo daño por estar vinculado con los gringos.
Por las calles de San Juan de los Morros va y viene un personaje popular, llamado Ángel Quero, del barrio San José, a quien la gente llama MISTER, trajeado con ropa que él mismo confecciona, todo un vaquero con alforjas y todo. A nadie daña su manía, todos lo queremos y no hemos visto en cambio a ningún émulo de Jacky Chan. A pesar de las películas que promueven la muerte a palos.
Vale la pena conocer también, cuántos chinos se han casado con venezolana, además de Cheog, cuántos han aprendido a jugar bolas criollas, cuántos tienen la totalidad de sus ahorros en bancos de Venezuela y cuantos conocen a Bolívar hombre y no al bolívar moneda. Vale la pana.
Argenis Ranuárez Angarita