Manuel Ascanio fue uno de los voceros más apasionados de la cultura popular guariqueña. «Matejuajua», Las Mercedes del Llano y todo el Guárico están de luto.
Ha muerto un intelectual de los más desprendidos y originales; aventurero y andariego infatigable, acosado por las indagaciones existenciales que acompañan a los hombres de esa estirpe.
Conocí a Manuel Ascanio una madrugada mercedense de parranda y serenata. Nítidamente recuerdo a Manuel entonando la canción «Corazón no llores más», de Angel Ávila, en un ventanal del pueblo y bajo una luna grande y clara.
Habló de sus andanzas en Europa, y de sus proyectos culturales.
Manuel participó en todas las actividades culturales relacionadas con Las Mercedes del Llano. Impulsó los bailorios de Cruz y en honor al Gran Poder de Dios, creó el Ateneo de Las Mercedes y fraguó con amor el jabón de tierra; porque de ella venimos y hacia ella vamos.
Una vez nos topamos y me dijo con una sonrisa y la fina ironía que caracterizaba su verbo: «Me siento tranquilo, poeta, con los murales que pinto en Las Mercedes, estoy pasando a la historia.»
Y nos reímos; pero ahora compruebo una vez más el dicho popular de que en cada broma hay una parte cierta. Hubo algo premoritorio. Se marchó para siempre Manuel Ascanio, «El Caballo», como cariñosamente lo llamaba el Mocho Celestino.
Por sus andanzas fue peripatético en la acepción aristotélica del término, y por su rechazo hacia los bienes materiales fue un socrático.
No tuvo nada y ahora lo tiene todo: la admiración y el cariño de todos sus conocidos, verdaderas armas para luchar contra el olvido.
Texto tomado del libro: “Lass Mercedes del Llano y siu historia” del médico y escritor Edgardo Malaspina