Desde el 2013 el presente gobierno comenzó a confrontar una dura crisis económica. Esta se ha venido manifestando, entre otras variables, en la caída constante del producto interno del país.
Frente a esta situación, Maduro, con centímetros hacia adelante y otros hacia atrás, en los últimos años, ha venido tomando medidas destinadas a reactivar la economía.
En este sentido, permitió, sin anunciarlo, la liberación de los precios, eliminó el control de cambio, comenzó a privatizar empresas, aperturó el comercio exterior, convocó a la inversión extranjera, permitió la dolarización de la economía, y ha anunciado un conjunto de medidas, que al parecer andan en el aire, tales como: las Zonas Económicas Especiales, las sustituciones estratégicas, la Ley de Compras Nacionales y la creación de un fondo para el emprendimiento.
Estas medidas las ha venido tomando de manera desorganizadas, y en consecuencia las mismas no han echado a andar la carreta de la actividad productiva.
Sin embargo, en el presente año, a propósito de una burbuja comercial, creada por las libres importaciones, se anuncia que tendremos un crecimiento de un 5% en el PIB.
Este anuncio, en medio de la fiesta consumista en que anda el 2% de la población, ha llevado a crear en algunos la falsa ilusión de que estamos saliendo de la depresión.
No obstante, si se produjera ese crecimiento del 5%, frente a un PIB que cayó desde el 2013 al 2021 en un 83%, el aparato productivo tan solo tendría una recuperación de 0,85%.
Pero la verdad verdadera, es que un breve examen sobre algunas variables nos indican que estamos lejos de salir de la recesión.
En efecto, tenemos un encaje legal ubicado en 73%, lo que indica que la banca sólo podrá prestar el 27% de los bolívares que el público deposite en la misma, lo cual frena el crédito, y con ello la inversión, la producción y el empleo.
Asimismo, tenemos que el 10% de los créditos autorizados en divisas están indexados al dólar, lo cual significa que para su cancelación se harán con la tasa de cambio que para el momento tenga el BCV, y ello es un elemento de incertidumbre, que también frena la inversión.
Igualmente, en el país las tasas de interés están muy bajas, y como la inflación es alta, nadie en su sano juicio ahorra, pues la tasa de Interés real es negativa, y esta situación, sin dudas, frena la inversión y la reactivación económica.
También, una Venezuela, con una deuda externa de 162 mil millones de dólares, con un default de $ 32 mil millones, y con sanciones de los organismos multilaterales, está en dificultades para recibir inversiones extranjeras.
En fin, la verdad es que un país, con sueldos y salarios bajos que frenan la demanda interna de bienes y servicios, y con ello a la oferta, y en donde no existen garantías para la propiedad, la rentabilidad y la recuperación de los capitales que se inviertan, está en dificultades para retomar la senda de la prosperidad.