El 96,2 % de la población venezolana, según la encuesta ENCOVI, es pobre por ingreso.
Este flagelo social es generado por tres factores: míseros salarios, hiperinflación y pésimos servicios públicos. Veamos algo sobre el tema.
Los trabajadores del país, y sobre todo los de la administración pública, laboran en condiciones de esclavos.
Las remuneraciones que reciben solo alcanzan para comprar la nada. La caída del ingreso nominal ha sido brutal durante esta infructuosa revolución.
Ello está a la vista; durante Caldera ll el salario mínimo era de 184 $; Chávez lo dejo en 46$; y la pésima administración de Maduro lo mantiene en 1,30 $ mensual.
El Banco Mundial también confirma esta ruda situación, cuando sentencia que quienes perciban ingresos menores a 1,90$ diarios están ubicados dentro del área de la pobreza.
La inflación constituye otro factor que incrementa la pobreza en nuestro país. Este fenómeno económico acumulado (2013-2020) se ha ubicado en 12.000 millones%.
Su fuerza ha liquidado las dos reconversiónes monetarias que ha efectuado el gobierno; derrotó al bolívar fuerte y al bolívar soberano en un santiamén.
Esta inflación ha deteriorado nuestro ingreso real, al tener que enfrentarnos, hoy, con menos de 2$ a una canasta básica familiar de 300$ mensuales. Ahora los precios de los bienes y servicios se pasean sobre las nubes sin límites.
El tercer aspecto que acentúa nuestra pobreza se lo imputamos al deterioro de los servicios públicos. La escasez de agua potable, electricidad, transporte, gas y gasolina restan nivel de vida a los venezolanos.
El deficiente servicio de salud y educación, y la creciente inseguridad personal también afectan nuestra calidad de vida.
Lo grave del problema es que las iniciativas que ha adoptado el gobierno frente a las variables que causan la pobreza no han funcionado.
La caída de las remuneraciones ha pretendido resolverlas a través de aumentos nominales de ingresos y bonos financiados a través de dinero inorgánico, que sólo han servido para dimanar la inflación.
Los controles de precios, que venían colocando a los bienes y servicios prioritarios, los abandonaron cuando observaron que con ello no frenaban la inflación.
Las reconversiones monetarias tampoco ayudaron a fortalecer el poder adquisitivo del bolívar. Y al creciente deterioro de los servicios públicos no le han rezado ni siquiera un padre nuestro.
De allí, que en materia de pobreza podemos anotar que aún no hemos tocado fondo.
MÁXIMO BLANCO / Sobre la pobreza
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