Hoy traemos, lo que vendría a ser la introducción del libro número cinco de Mario Celis Cobeña, Memorias del Punjab, actualmente también a la venta en las tiendas Amazon de todo el mundo…
En honor a Alí Mohammed (1971/1990)
“Con vertiginosos, resoplantes borbotones de candente blanquísimo vapor, va envuelta la pesada figura de una muy agrisada casi negra maquinaria en movimiento de un tren; que rodando con estridencia a través de los oscuros recovecos de la vía férrea va escindiendo la noche, a través de la húmeda y, sombría selva.
Entonces encendida hacia adelante, también a los costados en un ángulo de unos sesenta grados desde su trompa, por las columnas de sus potentes faroles de arco voltaico que se empeñan en apagar a toda costa, las tenues luminarias de los indefensos cocuyos del monte; y, lo que irremediablemente ocurre, con total impunidad.
Igualmente, silencia con su tronío los rítmicos chirríos musicales de los grillos que asustados, huyen por su vida junto a los bichos de luz, brincando en desconcierto hacia lo más intrincado de la alfombrada espesura del biodiverso, dadivoso soto bosque; emplazado allá más abajo, donde con bondad son recibidos como huéspedes momentáneos y circunstanciales, aventados con violencia de su nivel natural, pero escapando milagrosamente recobrando así la seguridad ya perdida; entre sus múltiples habitantes que por lo pronto, se encuentran en oportuna dormición.
Es allí cuando caen en cuenta haciendo un balance de sus repentinas penurias y, entre sentidos lamentos, que han sido obligados a abandonar por imperio de la fuerza sus propios espacios ya tradicionales pero también, a recoger sus atriles siempre desplegados que usualmente sostienen las delgadas hojas del papiro, donde a diario apuntan sus notas musicales, junto con los traslúcidos, muy minúsculos frasquitos en forma de ánfora contentivos de sus olorosas feromonas, con que las acicalan…
Antes de echarlas a volar en alas del viento, para que vayan tras la búsqueda hasta el más recóndito de los rincones del mágico y caluroso carrascal, de alguna enamorada grillita que nerviosa espera posada de piernas cruzadas, sobre el pétalo de una flor; contemplando el paisaje boscoso en donde habita y, pendiente por recibir, la anhelada señal de su amado.
Sin embargo allí verá pasar el tiempo y con él, también la vida —pensando así en lo peor, en lo que pudiera pasar, al dejarse llevar por un oscuro presentimiento; convenciéndose de que siendo de ese modo ya nada tendría sentido para ella, ni siquiera su existencia—, “deshojando lentamente la margarita” de sus tormentos con su ojosa mirada entristecida remarcada por sus rizadas pestañas de chica coqueta abandonada, olvidada, perdida en la sinuosidad del camino que conduce a sus dominios más familiares; y, por tanto, el legado de sus padres…”
Autor: Mario Celis Cobeña
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